AHÍ QUEDA ESO....

Una islita de las cosas que nunca se dirán...

Nombre:
Lugar: Asturias, Spain

miércoles, agosto 31, 2005

Sueño III

“Ayer por la tarde me llamaste para ir hasta el cine. Te apetecía salir pero no encontraste a nadie, así que recurriste a mí. Te comenté que tenía cosas que hacer y quedamos en vernos a las diez delante de mi casa.
Dieron las diez y como un clavo, te presentaste. Nos dimos los dos besos de cortesía y nos encaminamos hacia el cine. Por el camino discutimos que película íbamos a ver, teníamos cuatro para elegir. A pesar de que no te gustan accediste a ver una de miedo, por que yo tenía muchísimas ganas de verla.
Compramos palomitas y un par de botellas de agua y nos encaminamos a la sala de tortura, como tú la llamaste. No había mucha gente, ya que aunque el cine tiene cuatro salas, no es uno de los grandes, por lo que mucha gente ya había visto la película en esos cines de moda de los grandes centros comerciales.
Era una película de terror psicológico, yo lo pase realmente mal en algunos momentos pero tú, tú estabas cada vez más encogido en tu butaca, parecía que te engullía a medida que pasaban los minutos. Al verte así, me diste un poquito de pena, así que te cogí de la mano. Al principio, te mostraste un poco distante y reacio al contacto, pero poco a poco te fuiste relajando, por lo menos no sudabas de miedo. Según se acercaba el final, empezaste a acariciarme la mano, muy despacio, apenas lo notaba, pero era una sensación muy agradable.
Cuando salimos de la sala de tortura, te propuse ir a tomar algo. Yo sabía que no te ibas a negar, que con tal de estar junto a mí que harías lo que fuera. Aceptaste sin pestañear y nos encaminamos a una cafetería cercana al cine.
Pedimos unas cervezas y nos sentamos a hablar sobre la película. Que si era bastante cruel, que si fallaba algún personaje, que si esto, que si lo otro... El reloj seguía corriendo y después de la quinta cerveza me invitaste a cenar, pero no a tu casa sino a una sidrería. Sinceramente esperaba que me lo dijeras, así que acepté sin dudar. Supongo que por pura felicidad me diste un beso en la mejilla, yo te lo devolví al rato de salir a la calle. Te cogió de sorpresa, no te lo esperabas. Nos cogimos del brazo y como una pareja nos dirigimos a la sidrería.
Fácilmente encontramos una mesa, estaba en un rincón, un poco alejada de las demás. Me susurraste un perfecto al oído y nos sentamos. Mientras esperábamos la cena y entre culete y culete de sidra, seguimos la conversación de la cafetería. Aunque rápidamente se nos acabó el tema de la película y lo sustituimos por el de los novios, novias.....
El alcohol nos desinhibió totalmente, aunque no habíamos tomado mucho. Quedé totalmente asombrada cuando entre muchísimos buff me dijiste que te gustaba, que te habías enamorado, que ya venia de hacia tiempo, que lo habías confundido con amistad pero que ya no te quedaban dudas. En aquel momento me sentí la mujer más feliz del mundo, supongo que es todo lo que una desea que le digan. Acabamos de cenar y me acompañaste a casa. Por el camino, te comente que me gustaban los gatos, me preguntaste que si quería conocer al tuyo y yo como una loca acepte sin pensármelo.
Al abrir la puerta de tu casa, el gato salió disparado escaleras arriba. Ambos nos miramos y nos reímos un buen rato. Cuando el gato decidió volver, pude acariciarlo y jugar con él mientras tu preparabas un poco de café. Entré de puntillas en la cocina, te vi de espaldas y sentí que no podía dejarte escapar, que en todos los tíos buscaba cosas que me recordaran a ti; así que sin dudarlo pasé al ataque. Rodeé tu cintura con mis brazos y comencé a besarte el cuello. En un primer momento te sorprendí pero luego poco a poco entraste en mi juego, te diste la vuelta y el abrazo fue mutuo. El beso fue inocente y corto, me comentaste que tenias muy poca experiencia con las chicas, no me importó. Seguimos abrazados besándonos, tengo que reconocer que aprendiste rápido porque poco a poco los besos fueron más lujuriosos, las manos no paraban y nos encaminamos a tu habitación... ”
- El resto te lo puedes imaginar.
- ¿Me estas tomando el pelo?
- Claro que no.
- No te enfades. Me cuesta hacerme a la idea de que he pasado la noche con la chica que me gusta.
- La noche, pero también podemos pasar más tiempo, si tu quieres.



No podía creer lo que me había contado, era imposible, ¿por qué no recordaba nada? Estábamos cogidos de la mano, una bonita imagen, un imbécil alelado y una bellísima chica. El sonido del móvil me sacó de mi mundillo y me devolvió a la realidad. Te levantaste de un salto de la silla, y sonreíste, no parabas de hablar y de reírte.
Cuando acabaste me dijiste que era un antiguo novio que quería volver a verte y a hablar contigo. Pero una sombra cruzó tu rostro, supongo que sería por mí.
Cogiste el teléfono y llamaste: Lo siento, no puedo quedar contigo, estoy con otra persona, adiós.
No podía creer lo que oía, ¿qué estabas con otro? Entonces si lo que me habáis contado era cierto, esa persona sería un ciervo.
Este último pensamiento lo hice en voz alta, tú te reíste, te acercaste a mí y me susurraste al oído: ¿ya has notado como te salen los cuernos?
Alucinante, ¿me estabas diciendo que estábamos juntos? No podía ser cierto, estaría soñando de nuevo, ¿una chica como tú? No, estarías de broma o querrías librarte de ese ex a toda costa.
No pude preguntarte ninguna de estas dudas que me asaltaban por que mi boca estaba sellada por la tuya. Parecía que se iba a repetir lo mismo de ayer, pero al acercarnos a la puerta... Mañana me llamas y quedamos, tengo que volver a casa, hasta mañana.
Por segunda vez en un mismo día, me quedaba en la puerta viendo como te alejabas escaleras abajo. Cerré muy despacio, deseando con todas mis fuerzas, que cambiaras de opinión, pero no fue así. Me asomé a la ventana y pude ver como te alejabas hacia la parada del bus, pude ver como montabas en él y volvías la vista hacia mí. Te saludé tan efusivamente que casi caigo por la ventana, pude distinguir una sonrisa en tu cara mientras me decías adiós con la mano.
Me dirigí a la cama lentamente, pensando que habías estado en ella hacía unas pocas horas, aún no lo había asimilado, ¿tu y yo juntos? ¿Caprichos de nuestro destino?
Decidí dejar las preguntas para mañana y echarme en la cama para descansar...

Suena el reloj, son las once de la mañana, es hora de levantarse y hacer un poco de ejercicio. Me pongo unos pantalones cortos y me dedico durante casi una hora a hacer series de abdominales, planchas, lumbares, pesas...Después salgo a correr.
He pasado cerca de una hora corriendo, subo las escaleras hacia mi casa y cuando estoy intentando abrir la puerta, escucho sonar el teléfono. En unos instantes me percato de que es mi teléfono el que suena, como un rayo, tus ojos pasan por mi cabeza. ¿Serás tú? ¿O ya se acabó el sueño? Intento por todos los medios abrir la puerta, y ya se sabe, cuanto más rápido haces una cosa, más te cuesta. Tardo bastante en abrir la cerradura, ni en mis peores borracheras había tardado tanto.
Al entrar azoto las llaves sobre la mesa de la entrada, los playeros van directamente a la cocina y me abalanzo sobre el teléfono como un poseso; sin embargo hace unos segundos que ha dejado de sonar. ¡Mierda! Esta exclamación va seguida de una serie de juramentos contra todas las fuerzas celestiales.
Justo en el momento en que acabo de despacharme a gusto con los dioses, vuelve a sonar el teléfono; antes de contestar pido perdón por mi anterior comportamiento.
- ¿Diga?
- ¡Buenos días! ¿Qué tal has dormido?
- ¡Hola! Genial, nunca había dormido mejor... Bueno, si quitamos anteayer.
- ¡Je, je, je! Estas de buen humor, ¿eh? ¿Qué has estado haciendo? Te he llamado varias veces.
- Lo siento. Estuve corriendo, ya sabes un poco de ejercicio viene bien.
- ¿Ahora eres deportista?
- Siempre lo he sido... Bueno, más o menos.
- ¡Ja, ja! ¿Saldrás hoy?
- Hum... ¿Podré verte?
- En la terraza de siempre, salgo con mis amigas, pero espero que estés por allí.
- De acuerdo, supongo que iré con los colegas.
- Pues entonces nos vemos. Un besazo. Hasta la noche.
- Un beso. Hasta luego.


Sé que has colgado, lo sé porque la línea da llamada, aun sabiéndolo me mantengo pegado al auricular. Estoy asimilando la conversación que acabamos de tener. Estoy tan contento que no me doy cuenta de que había algo raro en tu voz. Una parte de mi cabeza me lo recuerda, pero no le presto mucha atención, ya que voy a volver a verla. Hemos vuelto a quedar. Esto es demasiado, ¿los sueños duran tanto? Supongo que será realidad, que estoy despierto y bien despierto; además estoy empapado de sudor.
Consigo reaccionar, marco un número y encargo una pizza para comer, no tengo ganas de cocinar nada y la comida preparada ya no me apetece.
Mientras llega mi comida, aprovecho para ducharme, recoger la habitación y poner la mesa.
¡Voy a verla esta noche, voy a verla esta noche! Parece una canción que se repite en mi cabeza, no consigo acallarla, es impresionante, vaya suerte, y eso que nunca desayuno donuts que sino...
Después de comer, me tiro en la cama y me pierdo en mis pensamientos, cuando un colega me llama al móvil. Oye tío, baja hasta la cafeta, anda, espabila.
Me pongo lo primero que encuentro en el armario y bajo hasta “nuestra” cafetería. En realidad no es nuestra, pero como si lo fuera. Al entrar los distingo en la mesa de siempre, están todos, hacía tiempo que no nos reuníamos todos, será por algo en especial. Según camino hacía ellos, me doy cuenta de por que están todos; supongo que querrán saber, lo yo había ignorado hasta ayer al mediodía: ¿qué pasó?
A medida que me acerco, las risas y los guiños están al orden del día, eso sí ninguno pronuncia palabra alguna, así que tras pedir una cerveza, empezamos a jugar al tute. Nadie habla, pero las risitas, los guiños, los golpecitos en mi hombro son constantes.
Al final, tras la quinta mano y porque ya no se pueden aguantar más, empieza el interrogatorio policial.
- ¿Que?
- ¿Qué de que?
- Cuenta, cuenta....
- Eso, eso, desembucha de una vez.
- Venga, no te hagas de rogar.
- No sé de que me estáis hablando.
- Vamos, tío, no nos vengas con esas, ¿cómo fue?
En este punto de la conversación, la novia de uno de ellos me saca del apuro.
- Pero bueno, luego decís que las cotillas somos nosotras.
- Si sólo queremos un poco de información, eso sí, cuanto más detallada, mejor.
- De acuerdo, ¿queréis saber lo que pasó?
- ¡¡¡Sííííííí!!!
- Vale, estuvimos en el cine y fuimos a cenar algo. Punto y final de la historia.
- ¿Quééééé? Claro ¿y después?
- Después, nada. Cada uno por su lado.

Se miran asombrados, ninguno sabe como intentar sacar más información, así que se rinden y continuamos la partida. La conversación deriva a los planes para esta noche. Quedamos, como siempre, en la misma terraza a la que irás. Me regocijo por dentro, porque no tengo que obligarlos a ir y, sobretodo, porque no ha sido idea mía, el encuentro parecerá casual.
Nos despedimos, para cenar y prepararnos. Al marchar, la novia de un colega se me acerca y al darme los dos besos me susurra al oído: ¿Sólo cine y cena? ¿Y la otra C? A mí no me engañas. Y me dedica la mejor de sus sonrisas, seguida de un guiño.
Por fin, nos separamos y se acaba el tormento, camino tranquilamente hacia casa, aún tengo media pizza del mediodía y nunca he necesitado mucho tiempo para vestirme, por lo tanto, no tengo prisa por volver a casa.
Mis pasos me llevan al parque, doy un paseo por él y regreso a casa, porque se me hace un pelín tarde.
Más que comer, devoro la pizza; apenas acabo de lavarme los dientes y ponerme cuatro trapitos, cuando oigo el timbre. Los colegas, ¿quién sino? Tras darles largas por el micro, acabo de vestirme, cojo algo de dinero y me lanzo escaleras abajo, dispuesto a comerme la noche y lo que haga falta...

lunes, agosto 29, 2005

Sueño II

¿Quééééééé? Pero ¿qué paso ayer? No consigo recordar nada. Se supone que cuando haces algo con la chica que te gusta, lo tienes que recordar, aunque estés completamente borracho. Pero yo no recuerdo nada, nada y no puedo poner como excusa al alcohol...
“Bueno, anda voy a vestirme, aprovecha y cámbiate. Estoy en la habitación por si quieres algo o cambias de opinión respecto a los pantalones”.
Se aleja por el pasillo, la camiseta apenas consigue taparle nada y con cada paso puedo admirarla mejor. La contemplo embobado mientras se aleja, bueno más bien centro mi mirada en la parte final de la camiseta, hasta que desaparece en la habitación. Y ahí sigo en la puerta de la cocina, con unos pantalones llenos de café y otros limpios en la mano, intentando discernir el pasado.
Como un imbécil, me cambio los pantalones y los echo a lavar. Sigo pensando en lo que me has dicho pero no logro reaccionar. Supuestamente tendría que correr como un loco hacia la habitación, entrar y...... Bueno el resto se adivina.
Pero no puedo, estoy completamente aterrado. ¿Te habré forzado a venir? No lo creo porque sino no me dirigirías la palabra. Igual te diste un golpe y estas loca; no tampoco tiene mucha lógica. Lo más seguro es que sea cosa de mi imaginación, tantos días solo que ya no sé lo que me ocurre.
Un miaguido me saca de mi abstracción, es mi gato, tendrá hambre. Me apresuro a cambiarle el agua, limpiarle la caja y echarle más comida. Apenas finalizo estas tareas, cuando te escucho abrir la puerta de la habitación. “Bueno, ya nos veremos, voy para casa, si hoy te apetece salir, llámame ¿de acuerdo?”
Me acerco a la puerta antes de que te vayas, con el gato en el cuello, nada más verlo le haces alguna carantoña. Antes de irte, mis labios reciben un beso para evitar más preguntas. Cuando te vuelves para despedirte, ya en la escalera, no puedes reprimir una carcajada: Sigo en el umbral, con el gato en el cuello, con una sonrisa de idiota y los ojos a punto de caerme de las cuencas. No me esperaba el beso, y por el efecto que me ha causado, parece que en lugar de un beso, me hayas quitado la mitad del cerebro. A duras penas, consigo despedirme y te sigo con la mirada hasta que desapareces escaleras abajo, tardo unos minutos en reaccionar y en cerrar la puerta, ya que aún resuena tu risa en la escalera. Lentamente regreso a la cocina, a limpiar todo lo que he ensuciado en apenas cinco minutos que he estado en ella. Mientras lavo las tazas, friego el suelo y recojo la mesa, sigo pensando en lo que ha pasado. Sigo sin recordar nada, así que intento a base de golpes en la cabeza recordar. Parezco un cavernícola, seguro que ellos eran más civilizados. Después de casi romperme la cabeza, solo consigo sacar en claro que necesito una aspirina o mejor, necesito una caja entera.
Vuelvo para mi habitación, aun sigo pensando; las aspirinas han conseguido aplacar el dolor, pero creo que he conseguido un buen chichón.
Al entrar en la habitación, me encuentro una leonera, todo esta revuelto: mi cama, la de mi hermana, la mesa del escritorio, la del ordenador, todo absolutamente todo.
¿Qué habremos hecho? Esta pregunta es más sencilla de contestar, la respuesta parece tan obvia que no pienso ni un momento en que pueda ser verdad. ¿Y por que no? ¿No somos amigos? Me asaltan estas preguntas, pero enseguida las dejo como secundarias, ya que lo que más me interesa es saber lo que paso anoche.

Estaba navegando en mis pensamientos, cuando sentí el timbre de la puerta. ¿Quién será? Despacio me acerco a la puerta, miro por la mirilla... Es un colega, le hago pasar. Cierro la puerta tras él y nos dirigimos hacia la cocina. Le ofrezco una cerveza que acepta encantado y yo, como soy tan previsor, me tomo otras tres aspirinas para prevenir el futuro dolor de cabeza. Durante unos minutos, me mira, noto sus ojos inquisidores.
- ¿Qué?
- ¿Qué de qué?
- ¿Anoche?
- ¿Anoche qué?
- Joder tío, estas tonto o simplemente me vacilas.
- No sé de que narices me estas hablando.
- Venga, que somos colegas.
- ¿Qué se supone que te tengo que contar?
- ¿Ella esta aquí?
- No ya se ha ido.
- Entonces, ¿qué tal? ¿Es buena? ¿Cariñosa? ¿Lo pasasteis bien?
- Esto es peor que la policía.
- Venga, por favor.
- De acuerdo, te lo contare todo.
- Genial.
- No me acuerdo de nada. Fin de la historia.
- ¿Qué? Me tomas el pelo.
- Y ahora, para tu casa que tengo que hacer la comida.


Balbuceando un triste pero, pero, lo arrastro hacia la puerta sin miramiento alguno. Ya me extrañaba su visita, había sido enviado en plan espía para obtener la primicia, aunque no sé que primicia piensa obtener. Cuando abro la puerta mi colega cae al suelo como un saco de harina. Tu estas delante de la puerta, tu dedo índice se dirigía al timbre. Los ojos casi se me salen de las orbitas. Es una situación bastante divertida: tú con cara de circunstancia, yo con cara de atontado y mi colega con cara de payaso. De una patada lo empujo fuera de mi casa, y en la misma acción te agarro del brazo y te hago pasar. La puerta se cierra de un portazo mientras mi colega grita: Alucinante, así que es verdad; Ya me contaras, mamón.
A medida que las risas se alejan por la escalera, consigo volver a situarme. Acabo de cogerte del brazo, por lo tanto no puedes ser un fantasma.
Lo siento pero se me ha olvidado el móvil.
Te encaminas lentamente a la habitación. En tu camino te encuentras con el gato, al que acaricias y le haces alguna carantoña para después desaparecer dentro de la habitación. Sigo como un idiota, agarrado al pomo de la puerta, cuando consigo reaccionar me dirijo hacia la cocina, acabo de darme cuenta de que tengo hambre.
Mientras caliento un poco de pasta en el microondas sigo pensando en ti y en anoche ¿qué pasó? Ya no es una simple pregunta, es como una piedra que me presiona la cabeza. Necesito respuestas y las quiero ya, ahora mismo sin esperar. No me doy cuenta de que le estoy hablando a un microondas.
De repente siento otra vez, ahora en mi cintura, unos brazos, supongo que son los tuyos y por segunda vez en este día, siento tus labios en mi cuello.
Me preparo para defenderme de ti, me giro, vuelvo a tener esos ojos muy cerca de mí. Un escalofrío me recorre cuando me besas, a duras penas consigo separarme. Me aparto de ti, dejando la mesa de la cocina entre nosotros. ¿Qué te pasa? Estas muy raro. Quédate a comer y te lo explico. De acuerdo voy a llamar a mi madre.
Vuelvo a seguir tus pasos con la mirada. Respiro hondo, he conseguido alejarte unos minutillos. Salgo de mi trinchera para poner la mesa y buscar algo más para comer.

Transcurre unos minutos y no das señales de vida. Justo cuando acabo de preparar la comida, apareces sonriente por la puerta. No tengo nada que hacer, me tienes para toda la tarde. Vuelvo a abrir los ojos desmesuradamente, se me van a caer de las cuencas como sigas con esa sonrisa picarona en la cara.
Nos sentamos a comer, uno en cada esquina de la mesa, pero no aguantas mucho en tu puesto y te acercas. Ninguno de los dos dice nada mientras comemos. Al acabar mientras sirves un poco de café para mí y para ti te preparas un nesquick, ahora ya sabes donde se guarda; intento ordenar mi cabeza para empezar a interrogarte.
- ¿Por qué estas tan raro?
- ¿Raro? Yo diría desconcertado. ¿Qué pasó?
- ¿Cuando?
- Anoche.
- ¿Ya no te acuerdas? Pensé que te acordarías, por que no estábamos borrachos, ni tu, ni yo.
- Para el carro. Yo ayer no salí de casa.
- ¿Seguro?
- Si te lo aseguro.
- Esta bien. Trata de concentrarte ¿vale?
- De acuerdo.

sábado, agosto 27, 2005

Sueño

[Hacía tiempo que no lo leía ;)]
Me despierto por la mañana, me siento extraño, diferente, raro...No sé que me ha pasado esta noche pero me he levantado feliz, alegre, como si mi sueño se hubiese hecho realidad. Me dirijo lentamente hacia la cocina, pensando en lo que me ha ocurrido, en por que estoy tan contento. Al entrar en la cocina, descubro él porque de mi alegría. Estas ahí de pie, sosteniendo la taza de leche, mientras buscas por los armarios el cola-cao para echarlo. Me froto los ojos con fuerza, no lo puedo creer, llevas puesta una de mis camisetas y ahora las dudas que me asaltaban cuando me dirigía a la cocina, se vuelven más intensas. En mi cabeza resuenan una y otra vez las mismas preguntas: ¿Qué haces aquí? ¿Por qué llevas puesta mi camiseta? ¿Qué ha pasado esta noche?
En un principio, creí que lo podría explicar como el producto de la resaca, pero no puede ser, ya que hace días que no salgo y en casa no bebo nunca, solo tomo agua.
Aún sigo intrigado, sin atreverme a pisar la cocina, cuando te das la vuelta y te percatas de mi presencia.
- ¡Buenos días! ¿Dónde tienes el nesquick? Ha sido la mejor noche de mi vida.
La cabeza me da vueltas, ¡es peor que una resaca! Tu voz suena real y jamás confundiría tu sonrisa y tampoco tus ojos ya que solo vivo por y para ellos. Pero lo que me descoloca es la última frase que has dicho: “Ha sido la mejor noche de mi vida”.
¿De qué va todo esto? ¿Será una cámara oculta? ¿O será el día de los inocentes? Las preguntas me asaltan como un torrente, pero entre ellas, vuelvo a oír tu voz: “No te quedes ahí como un espantapájaros, ¿no tienes nesquick?”
Sigo anclado a la puerta, me doy la vuelta y me dirijo de nuevo a la habitación. Todo esto es absurdo, debo haberme vuelto loco de tanto pensar en ti, seguro que eres fruto de mi imaginación.
Por el camino, voy recogiendo ropa del suelo y para mi angustia algunas prendas no son mías: una minifalda, unos vaqueros, esos son míos, pero el sujetador que esta entre ellos no es mío, tengo tetas pero no necesito sujetador, bueno, al menos de momento.
Prosigo mi recolecta hasta habitación, que si un calcetín por aquí, otro por allí, un bolso, un playero, una bota... ¡¡Esto es un verdadero desastre!!
Ya no puedo más, me rindo, me vuelvo a la cama, seguro que con unas horas más de sueño todo se arregla.
Apenas he conseguido acomodarme, cuando oigo que alguien abre la puerta, seguro que es la pesada de mi hermanita pero ¿no estaba de vacaciones? Habrá vuelto antes de tiempo. Siento como alguien se desliza dentro de la cama y me abraza. No, no puede ser mi hermana, nunca haría algo así. Siento un cosquilleo en la oreja. Tengo miedo de darme la vuelta y encontrarte por que si te encuentro en mi cama, lo primero que me da es una pérdida de la conciencia o sea que me desmayo, seguido de un infarto de miocardio. Unos dedos juegan con mi pelo, no son los míos ya que tengo las manos aquí juntitas contra mi cara... ¡Oh dios mío haz que despierte!
El abrazo se hace más.... como expresarlo.... más íntimo, siento una lengua jugueteando con mi oreja y acto seguido unos labios me besan el cuello. Tiene que ser un sueño, esto es imposible.
Armándome de valor me doy muy lentamente la vuelta y me enfrento a tus ojos, con una tierna sonrisa me dices: “¿Cómo has dormido? ¿Qué te ha parecido la noche?”
Doy un salto en la cama, aterrizando en el suelo... es curioso el golpe no me devuelve la imagen de una cama vacía sino que me devuelve la visión de tus ojos que tienen un extraño brillo, podría describirlo como un brillo juguetón.
Pego un bote en el suelo, parezco una pelota de goma que rebota y rebota, y salgo al pasillo cerrando la puerta de mi habitación.
Estoy completamente empapado de sudor, ¿qué es esto? La broma no tiene gracia y me dirijo a la cocina.
Torpemente consigo llenarme la taza de café, tu desayuno esta en la mesa, el bollo a medio comer, la leche entera ya que no encontraste el nesquick...
Apenas llevo sentado un par de segundos cuando siento unos brazos que rodean mi cuello “¿Me tienes miedo? Anoche no me soltabas”.
¡¡Ahhhhh!! No puede ser, es un fantasma de ti que viene a amargarme la vida. ¡¡Socorrroooooooo!! Me levanto dando otro salto, consigo apartarte pero a cambio de tirarme el café por encima, genial los pantalones del pijama llenos de café, esto solo podría pasarme a mí. “¿Adónde vas? Ya entiendo, ¿quieres jugar?”
¿Pero que dice? ¿Me estaré volviendo tarumba? ¿O serán los años? ¿Senil? Soy demasiado joven para eso.

Mientras intento encontrar respuestas, escucho: “Anda torpe, cámbiate los pantalones, ten ponte estos”. Estoy alucinado, parece que me he fumado algún porro, estoy manteniendo una conversación con un fantasma, definitivamente estoy loco, pero que muy loco.
- Venga quítate esos pantalones y ponte estos.
- Vale, pero por lo menos date la vuelta ¿no?
- Vaya, no sabia que te importara...
- Hombre, importar, lo que se dice importar... un poquillo porque no llevo nada debajo.
- Jajaja. Es normal ayer lo perdiste antes siquiera de echarnos en la cama...


[No os preocupeis, os sorprenderé con más]

....

Entre los exámenes de setiembre y la medio gripe que me asola desde hace unos días, no tengo el cuerpo ni las neuronas para escribir nada nuevo.

Así que, viendo que hay gente que se sigue perdiendo por mi blog, he decidido colgaros alguna cosilla "atrasada", de cuando empezé el blog ;)

En cuanto me encuentre con ánimo, os prometo aclarar el misterio de la "llamada" jjeje!!

Un saludillo para tod@s y hasta pronto!

jueves, agosto 25, 2005

Una historia de un amor cualquiera II

“Por si acaso…”

Nati intentaba ayudarme a seguir, pero no pude; tenía demasiadas preguntas sin respuesta en la cabeza.
Levanté la vista para contestarle, pero al mirarla me di cuenta de que estaba siendo injusto; no podía soltarle todas mis preocupaciones así de golpe, además yo no quería hablar sobre mi amiga, quería conocerla a ella.

“Nada, déjalo.”
“¿Estas seguro?”
“Totalmente, prefiero conocerte.”


Nati bajó la mirada y sonrió.

“Carnet de identidad”
“¿Qué?”


Sus ojos verdes me miraron sin entender. Al ver su carita de desconcierto, no pude evitar reírme.

“¿Qué pasa? ¿Por qué quieres mi carnet?”
“No quiero tu carnet; así llamamos a las primeras preguntas que les hacemos a las chicas.”

Soltó un suspiro de alivio, había comprendido el juego y quería participar.

“Adelante, pregunta.”
“Nombre, edad, lugar de residencia, estudios o trabajo y estado civil. Esta última referencia es fundamental para mi.”
“Soy Natalia, tengo 20 años recién cumplidos, vivo en Valencia, estoy en el último año de enfermería y estoy soltera y sin novio a la vista; aunque esta situación podría cambiar en unas horas, así que date prisa.”


Tras contestarme, me guiñó un ojo. Casi consigue que me atragante con la bebida. Cuando conseguí dejar de estar rojo y el aire volvió a llegar con facilidad a mis pulmones, Nati volvió a hablar.

“Ahora tu. Las mismas preguntas.”
“Me llamo Raúl, tengo 21 años, vivo en Gijón, trabajo en lo que puedo y estoy soltero y sin compromiso alguno.”
“¡Que coincidencia! Yo estoy en un piso en Gijón.”


Nos quedamos mirándonos, en mi cabeza saltó el chip que me decía lo que tocaba hacer, acercarme a ella y besarla, pero no me atreví, no sé muy bien porque, pero no conseguí moverme de donde estaba sentado.
Fue Nati la que volvió a romper el hielo.

“Me encanta Asturias. De buena gana me vendría para aquí, además he oído que necesitan enfermeras.”
“¿Cuánto tiempo vas a estar aquí?”
“Aún me queda una semana.”
“¿Qué has venido con tus amigas?”
“Jejeje, eso es impensable. Vienen nuestros padres.”
“¿Y eso?”
“Bueno… Somos amigas desde pequeñas, nuestros padres se llevan muy bien y tenían ganas de pasar unas vacaciones juntos, así que con un poco de arte, conseguimos que decidieran venir a Asturias y que nos trajeran.”
“Muy hábiles, si señor, estoy alucinado.”


Nati volvió a sonreír y yo volví a sentirme muy a gusto a su lado. Sin darnos cuenta, nos habíamos acercado demasiado y ahora ella estaba casi sentada sobre mis rodillas.
De repente, el móvil de Nati nos rompió el hechizo que estaba empezando a hacer efecto sobre los dos. Se incorporó de un salto y estuvo hablando un buen rato por el teléfono. Cuando colgó, no parecía muy contenta, el brillo de sus ojos se había esfumado por completo…

“¿Malas noticias?”

Volvió a mirarme y recuperó la sonrisa que había perdido. En sus ojos se dibujó otro brillo, quizás más especial que el que tenía antes.

“Tal vez también lo sean para ti.”
“¿Para mi?”


Estaba realmente intrigado con la misteriosa llamada…

“¿Quién era? ¿Qué quería?”
“Era Ángeles, una de las chicas con las que vine…”
“¿Les ha pasado algo?”
“Tranquilo, me ha llamado, dice que están en Gijón, de fiesta por allí.”
“¡¡Si serán cabrones!!”
“¿Por qué te pones así?”
“Porque me han dejado tirado, yo que no quería salir.
..”

Nati se me acercó y me rodeó el cuello con los brazos…

“¿Y ahora? ¿Ahora si quieres salir?”

Mis manos se acomodaron en su cintura…

“Ahora no te cambiaría por nada del mundo.”
“¿Lo dices solo para que te bese?”


La sonrisa burlona, me dio a entender que estaba de broma, así que la acerqué un poco más hacia mí.

“Me llamaste la atención en cuanto nos robaste la silla en la terraza.”
“Yo también me fijé en ti, más que en tus amigas. Me sorprendió que os juntarais con mis colegas, a veces no son muy finos a la hora de pedir las cosas.”
“Les preguntamos si nos echaban un culete de sidra, pues el camarero hacía tiempo que pasaba de nosotras. Nos dijeron que estabas pidiendo sidra, que eras tu el único que sabía echarla.”
“Ellos también saben, pero les da vergüenza cuando hay mucha gente cerca.”


Nati dejo caer la cabeza sobre mi pecho, después de unos segundos eternos, la alzó de nuevo para susurrarme algo al oído.

“¿Ahora es cuándo te puedo besar? He estado esperando pero no has dado tu el primer paso y estoy un poco perdida.”

Se separó uno poco para mirarme a los ojos, la verdad era que me estaba muriendo por dentro pensando en sus labios, pero por otra parte no quería arriesgarme…

“Mira Nati, eres una chica preciosa, pero no he tenido buenas experiencias por dar el corazón a la ligera…”
“De momento no quiero tu corazón, porque aún no sé si volveremos a vernos; ahora sólo quiero un beso.”

Fue ella la que se decidió y me besó. Mientras nuestros labios estaban unidos, sentí como un escalofrío me recorría el cuerpo; sabía de sobra que acababa de darle mi corazón aunque ella no lo quisiese, ni me lo hubiese pedido…


Ahora aquí estoy, tras dos días sin saber nada de ella. Aquella noche acabó como acaban todas las noches de amor, con besos, alguna lágrima y alguna promesilla de amor eterno.
Nos despedimos en el portal de su casa, y desde entonces, sus ojos verdes me tienen comido el seso. Cada vez que hago algo, aparecen delante de mí, dejándome desconcertado.

¿Y ahora que queda? ¿Coserme otra vez el corazón a retales? ¿Tal vez debería llamarla?

De pronto, en medio de mi cacao mental escucho sonar el teléfono, como un poseído me abalanzo sobre él con la simple ilusión de escuchar su voz al otro lado…

martes, agosto 23, 2005

Una historia de un amor cualquiera

“Perdona, ¿está ocupada esta silla?”

Una frase vulgar, mil veces dicha durante una noche de fin de semana, normalmente sin mayor recompensa que la ansiada silla.
Sin embargo, en este caso, esta frase tan simple me permitió mirar durante unos breves segundos a la chica de la que caería enamorado casi instantáneamente.
A partir de aquel momento, pasé toda la noche buscando su mirada entre la gente, imaginando que alguna de sus miradas iban dirigidas hacia mi.

No sé como escribir, los recuerdos de aquella noche vuelven a mi cabeza a borbotones y sin ningún orden cronológico. Supongo que como en todas las cosas lo mejor es empezar por el principio.

El verano tocaba a su fin, pero como siempre aún quedaban fiestas en algunos pueblos. La casualidad, el azar o el aburrimiento nos llevó a salir aquella noche.
Cuando llegamos, fue casi una odisea, poder aparcar el coche, estaba hasta los topes de gente; y eso nos encantaba, cuanta más gente mejor.
Después de conseguir aparcar el coche, dimos una vuelta por la feria; típico de cuando en el grupo se lleva a alguna mujer, sin que ninguna chica se sienta ofendida, aunque en nuestro caso no llevábamos a ninguna.
Por fin, llegamos a nuestro principal objetivo, la terraza de una sidrería.
Era enorme y estaba hasta los topes. Milagrosamente encontramos una pequeña mesa en una esquina, no era muy grande pero conseguimos meternos las cuatro personas, que íbamos en ella. Por desgracia, no todo iban a ser rosas, faltaba una silla y como siempre soy el último para todo, pues me tocó mendigar una.
Ojeé a mi alrededor, buscando una presa fácil; justo al lado nuestro había un grupo de chicas, eran cuatro, y pude comprobar que les sobraba una silla; cansado de estar de pie me dirigí hacia ellas, y dije la frase que me mantiene sumido en la melancolía constante del recuerdo.

“Perdona, ¿está ocupada esta silla?”
En ese instante, unos ojos que me hicieron olvidar cualquier problema, se posaron en mí.
“No, puedes cogerla.”
“Gracias.”


Me aparté de ellas; había ganado una silla y había perdido el corazón en el envite. Volví, tranquilamente, con mis colegas. Enseguida volaron las preguntas.

“¿Cómo se llaman? ¿Están buenas? ¿Tienen novio?”

Me quedé como asustado ante tal bombardeo de preguntas, ni siquiera había podido sentarme. Supongo que debido a la cara de panoli que puse, la mesa entera estalló en risas.

“¿Estás bien?”
“Baja tío, vuelve con nosotros.”


Al final tras unos segundos de incertidumbre, conseguí volver a la tierra.

“Que os den. ¿Bebemos sidra?”

La pregunta sobraba pero no me apetecía que la inquisición, personificada en mis colegas, me siguiera bombardeando a preguntas. Así que me dirigí a la barra para pedir, como de costumbre, la reglamentaria caja de sidra.
La verdad acabo siempre hasta las narices de la sidra, soy el único que carece de total vergüenza para escanciar en público, ninguno de los demás se atreve.
Cuando regresé a la mesa, me quedé atónito; las chicas de la mesa de al lado, a las que les "robé" la silla, estaban sentadas entre nosotros. Tal vez mi cara necesitaba explicación, pues solícitamente y sin que de mí boca saliera una sílaba, uno de mis colegas me comentó.

“No saben echar sidra, son valencianas.”

No necesitaba saber más, me puse manos a la obra y comencé la ronda de culetes. Me hizo mucha gracia ver como ellas se atragantaban por culpa de las burbujas. Mis colegas enseguida se empezaron a reír como bestias, en cambio yo opté por una leve sonrisa, pues lo que les pasaba a ellas, me solía pasar a mí a menudo.
Cuando por fin terminé la ronda, me dejé caer en la silla, aún no me había percatado de que la chica, de cuyos ojos me había prendado, estaba sentada a mi lado.

“¡Desagradable!”

El grito me hizo pegar un salto en la silla, mientras toda la mesa volvía a reírse a mi costa.

“¿No quieres qué te las presentemos?”

No muy convencido, asentí, casi mecánicamente.

“Te presento a Mónica, Cristina, Ángeles y Natalia. Chicas, el es Raúl.”
“Encantado.”


Recorrí la mesa en busca de las mejillas de las cuatro chicas, para depositar en ellas los dos besos de cortesía. A la última que se los di, fue a la chica que estaba sentada a mi lado, Natalia. Acabé el trabajo y me dejé caer en la silla. Estaba anocheciendo, y la terraza miraba al mar, lo cual dejaba una vista impresionante para disfrutar de ella.
Me sumí en mis pensamientos, mientras el sol, poco a poco, se hundía en el mar.
Había contemplado muchos anocheceres como aquel al lado de la chica que me traía loco, pero siempre habían sido separados por otro chico, su novio, o su conquista de la noche; nunca lo habíamos pasado juntos, cómo a mi me hubiese gustado.
La melancolía comenzó a embargarme. Hacía meses que no la veía, no sabía nada de ella, lo único que sabía era que volvía a tener novio.
Habíamos discutido por una tontería; la verdad parecíamos una pareja, por lo estúpido de la discusión. Ella se enfadó, yo dije cosas de las que me arrepiento profundamente y se fue. Así de sencillo, se fue.
Nunca fui ningún valiente, así que no me atreví a llamarla, había sido un imbécil, había perdido a mi mejor amiga y a la chica de mis sueños en un arranque infantil de celos.
De repente una voz me sacó de mi mundo y me devolvió a la realidad.
“Una puesta de sol preciosa.”

Era Natalia, intentaba mantener una conversación conmigo, ya que los demás enseguida se habían juntado por parejas. “Tu si que eres preciosa” pensé para mi.

“Gracias.”

El comentario me extrañó, pero al levantar los ojos hacía ella, me percaté de que estaba poniéndose colorada. Entonces me di cuenta de que el comentario lo había realizado en voz alta. Al comprender mi torpeza, empecé a ponerme nervioso.

“Lo siento.”
“No te preocupes, nadie lo ha oído, salvo yo.”


Me sentí un poco más tranquilo. Mis colegas estaban empeñados en buscarme una sustituta para ella, pero yo no me daba por vencido, en lo más hondo de mí, sabía que tenían razón; sin embargo, quería creer que sería ella la que me llamaría para hablar.

“Es un pueblo muy bonito.”

La voz de Natalia me sacó, nuevamente, de mis pensamientos. Para no parecer grosero ni antipático, seguí la conversación.

“¿Lo conoces?”
“No. Hemos venido directamente aquí.”
“¿Ni siquiera habéis visto los puestos de la feria?”
“¡Que va!”


No me puedo imaginar que cara pondría, pero Natalia se echó a reír. Fue en aquel mismo momento, en el que me olvidé de todos mis problemas, y en el que decidí pensar solamente en pasarlo bien.

“¿Quieres dar un paseo? Así me enseñas el pueblo.”
“Acepto encantado, aunque no soy de por aquí.”
“Me da igual, yo tampoco.”


Por primera vez en toda la tarde sonreí. Me empezaba a interesar Natalia; no sabía muy bien por qué, pero estaba empezando a interesarme de verdad por ella.
Me levanté después de que lo hiciera Natalia. Como ya esperaba, la inquisición apareció.

“¿A dónde vais? Aún queda mucha sidra por beber.”

No me apetecía mandarlos a la mierda; por suerte, Natalia fue más rápida en encontrar una contestación.

“Me va a llevar a dar un paseo y a lo mejor nos enrollamos, ¿pasa algo?”
“No, no…”
“Creía, porque vosotros seis lleváis cerca de diez minutos comiéndoos los morros mutuamente, sin pedir ni un trago de sidra… Vamos Raúl.”


Estaba alucinado, me agarró del brazo y me arrastró hacia el paseo de la playa. Aún no había asimilado las palabras de Natalia. Había dejado las cosas claritas y a juzgar por la cara de mis colegas y de sus amigas, no creo que nadie se lo hubiese esperado.
Comenzamos a caminar hacía la feria, bueno en realidad, la única que caminaba era ella, yo estaba siendo, literalmente, arrastrado.
Apenas nos habíamos alejado unos cuantos metros de la terraza, cuando Natalia volvió a hablar.

“Puedes cerrar la boca, te va a entrar un pájaro.”

Yo seguía totalmente ausente, no la escuchaba, seguía pensando en lo que acababa de pasar.

“¿Te ha comido la lengua el gato?”
“¿Qué? Perdona… estoy un pelín desconcertado.”
“No te preocupes, no te voy a violar ni nada por el estilo; simplemente fue lo primero que se me ocurrió para callar posteriores risitas y chismorreos.”
“Buff, no sabes el peso que me has quitado de encima.”


Continuamos caminando, le fui explicando algo sobre el pueblo, un poco de su historia, de la gente, de los platos típicos, algo sobre los edificios que íbamos pasando. Natalia escuchaba muy atenta, a veces me preguntaba alguna cosa, sobre lo que acababa de decirle o sobre alguna frase que no entendía, pero la mayor parte del tiempo permaneció callada.
Recorrimos el pueblo tranquilamente, llegando a la plaza mayor, en la que había situada una carpa, a modo de chiringuito…

“Natalia, ¿te apetece tomar algo?”
“Si, porque estoy seca. Pídeme un malibú.”
“De acuerdo, ahora vuelvo.”

Apenas había dado un par de pasos cuando Natalia me llamó…

“¡Raúl!”
“Dime.”
“Llámame Nati.”
“Vuelvo ahora, Nati.”


Me alejé de ella y de su sonrisa. En el paseo por el pueblo, pude observarla tranquilamente. Era una chica alta, más o menos de mi misma talla, era morena y tenía unos bonitos ojos verdes. ¿Atractiva? Lo era y mucho, o por lo menos eso me pareció a mí. Físicamente, no estaba nada mal. Lucía una minifalda que dejaba al descubierto unas piernas morenas impresionantes, llevaba una camiseta de tirantes, de escote poco pronunciado, pero muy sugerente.
Por un momento, mientras pedía las bebidas me recordó a mi antigua amiga. Se parecían bastante, no físicamente sino en su forma de ser, eran chicas simpáticas, cariñosas, agradables, con las que se podía hablar de cualquier cosa. Decidí apartarla a ella de mi cabeza y pensar solamente en Nati.
Cuando me volví para regresar junto a ella, la vi rodeada por varios buitres; enseguida se percató de mi mirada y cruzó la suya con la mía pidiéndome auxilio. Me acerqué lentamente, pedí perdón y le ofrecí la copa.

“¡Gracias cielo!”

El beso fue corto, apenas un breve roce de los labios, pero fue suave y tierno. Los buitres que aún seguían a su alrededor, profirieron un resoplido de desilusión y desaparecieron tan rápidamente como habían aparecido.
Nati, lentamente se separó de mí y bebió un sorbo de su copa.

“Lo siento.”
“¿El qué?”
“El beso. No sé si tienes novia, si te gusto, vamos que ni siquiera te conozco, pero quería deshacerme de esos pesados.”
“No tengo novia y me gustas. Y en cuanto a qué no me conoces, podemos solucionarlo.”


La cogí de la mano y la llevé al parque cercano a la plaza. Había varios grupos de chavales haciendo botellón, pero, por suerte encontramos un banco libre para sentarnos.

“Bien. ¿Qué quieres saber sobre mi?”

Por primera vez en toda la noche, el sorprendido no era yo, era Nati. Tardó varios minutos en contestar, parecía debatirse entre hacer una pregunta o no hacerla. Decidí animarla…

“Puedes preguntarme lo que quieras.”
“No contestes si no quieres, ¿de acuerdo?”
“De acuerdo.”
“¿Quién es ella? Antes cuando estabas contemplando el anochecer, una sombra cruzó tu cara, supuse que sería por una chica…”
“Era mi mejor amiga.”
“¿Era?”
“Si, desde que una tarde nos dijimos de todo.”
“¿La querías?”
“Más que a cualquier amiga; era la chica de mis sueños, por la que vivía y afrontaba los días…”

Guardé silencio durante unos segundos, sinceramente no quería ponerme a llorar delante de Nati…

“¿De verdad no hay solución?”
“No lo sé. No me atrevo a llamarla, por si acaso…”

Gracias

Lo siento, pero no me siento con ánimos para hacer un cuarto acto; en cambio, voy a colgar una historia, más imaginaria que real, que tengo empezada.
Estoy en un momento de cierre de inspiración y no sé como seguirla ni como titularla; así que espero vuestros consejos y opiniones.
Si creéis que algo no va bien y que debería cambiarse no dudar en decirlo, que la historia todavía está verde y puede ser susceptible de cambios.
Sólo aclarar que no ocurrió realmente, o por lo menos a ninguno de mis colegas ni a mi mismo ;)

Aprovecho este mini post explicatorio, para daros las GRACIAS por vuestros comentarios y visitas que espero seguir recibiendo.

Un ABRAZO y BESOS para tod@s!!!

domingo, agosto 21, 2005

Guerra en fiestas III (Acto final)

“Es hora de que me vaya. Tenemos unas ocho horas de viaje en coche y tendré que intentar soportarlas.”
Le volvió a besar. Habían sido dos días maravillosos, que tardarían tiempo en olvidar… y en repetir.
Apenas había subido dos escaleras, bajó otra vez y se le echo en brazos.
“Lo siento. No quiero irme, quiero quedarme contigo.”
Con una sonrisa amarga le dijo:
“No te preocupes, márchate ya y descansa.”
“¿Ya me echas?”
“No… Es que para mi las despedidas son difíciles.”

El último beso…
“Tengo que decirte…”
“No me lo digas…”
La miró a los ojos y leyó las palabras no dichas. “Yo siento exactamente lo mismo por ti. Va a ser muy duro perderte, ahora que te había encontrado.”
Se quedaron abrazados al pie del portal, hasta que el sol como un ladrón los sorprendió llorando…

(Sale un narrador. Desenrolla un gran papiro y lee.)

Bien, señores y señoras, niños y niñas, la drama ha llegado a su fin. Esperemos que les haya gustado, volveremos por aquí el año que viene, si nos dejan claro.
A pesar del título, han podido comprobar que la trama carece totalmente de sangre y tiros, así que no pregunten por que la titulamos así, por que no sabría darles una contestación.
Ahora, sin más dilación, les dedico un cariñoso saludo, disfruten de la vida y tengan cuidado al salir, he perdido trozos de corazón y me gustaría recuperarlos.
Sean felices y gracias por venir.

(Reverencia. El narrador se retira. La gente se mira incrédula y rompe a aplaudir.)

viernes, agosto 19, 2005

Guerra en fiestas II

(como sé que sois unos y unas cotillas... :D)
La plaza del ayuntamiento se había convertido en una gran “piscina” llena de espuma. Ahora las jiras acababan así, en la espuma.
Nada más verla, él se soltó de su mano, ella lo vio correr hacia la piscina y echarse en el suelo a nadar mientras gritaba:
“Me voy para Marruecos, ¿alguien quiere que le traiga para porros?”

Cuando se levantó estaba lleno de espuma, parecía una gran pompa de jabón.
“Te encanta hacer el bobo ¿verdad?”
“¿A ti no te gusta?”

Ella le miró, por segunda vez en la tarde, intentaba picarla. La reacción no se hizo esperar, le golpeó a la altura del estómago, consiguiendo doblarle, lo que él aprovechó para pellizcarle el trasero.
“¡Ehhhhh!”
La bofetada a mano abierta sonó a su alrededor. Nada más pegarle, se dio cuenta de lo bestia que había sido.
“Perdona, se me escapó.”
“No te va a salir tan barato el perdón.”

Ella sabía lo que quería y volvió a besarlo por enésima vez aquella tarde. Se abrazó a él, ya que eran casi las diez de la noche y ya estaba un poco frío.
“Hacía tiempo que no disfrutaba tanto con un chico.”
“¿Es un cumplido?”
“Tómatelo como tal.”

Se miraron, los ojos dispararon ternura y amor, que se alojó en sus corazones. De repente una sombra cruzó su cara.
“¿Qué pasa?”
“Seguramente, el lunes me marche para Barcelona.”
“¿Con tu hermana? ¿La que me llamó bicho raro?”
“Si, la misma que viste y calza.”
“Puedo esperarte un mes…”
“Estoy estudiando allí.”
“¿Entonces no te volveré a ver?”
“No lo sé… Créeme si te digo que me encantaría volver a verte.”

Se besaron en silencio, sin prisa; el tiempo corría en su contra pero se lo tomaron con calma.
“¿Puedo enseñarte algo que me aprendió un amigo que es policía?”
La miró sorprendido, leyó en sus ojos que quería retomar las armas. Asintió. Rápidamente, ella le puso la zancadilla y lo tiró al suelo, se sentó sobre él y con una sonrisa pícara exclamó:
“¡Te he vencido! ¿Te rindes?”
“Jamás.”

Le besó, pero no dejó que disfrutara del momento.
“¿Te rindes?”
Unos labios sedientos, volvieron a negarse.
“¿Y ahora?”
Esta vez el beso se prolongó; ella había ganado. Con la orquesta de fondo, siguieron besándose…
Sentados en el suelo, rodeados de espuma, habían llegado al paraíso que ambos ansiaban conocer de la mano del otro.

miércoles, agosto 17, 2005

Guerra en fiestas

“Si no me vuelves a mojar con esa pistola de agua, igual hasta te doy un beso”
“¿Un beso? ¿De verdad? No te creo.”

Con sonrisa pícara y ojillos traviesos contesta:
“¿Cómo convencerte de que digo la verdad?”
“Dame un anticipo.”

Ladea la cabeza, se acaricia su melena morena, mientras duda… Pasan los segundos, se hacen momentos eternos para él; finalmente se coloca su sombrero de fiesta, echa un trago de sangría y se dirige hacia él que la espera con una sonrisa traviesa.
El contacto es rápido, cálido, tan solo un breve roce de labios, que consigue que un escalofrío les recorra.
“Si no me mojas más, te doy uno más largo.”
“Más que una recompensa, parece un castigo.”
Aún no se había separado, ella le miró a los ojos, comprendió que quería guerra y ella estaba dispuesta a dársela.
Como un rayo vació lo que le quedaba del vaso en su cara, y ahí empezó la lucha que los llevó a tirarse por el suelo, a arrastrarse por el barro, hasta que cansados de luchar, los labios volvieron a unirse para ya nunca volver a separarse.

sábado, agosto 13, 2005

Una pregunta

¿Es demasiado tarde?
Para volver a disfrutar de la tarde, para dejar a la noche olvidada en un rincón, para volver a pasear por los sitios que nos hicieron sentir invulnerables, para recordar el portal donde descubrí el amor.
Tal vez estemos viejos y cansados de soñar; tal vez ya sólo nos quede el consuelo de una barra de bar; sin embargo, de vez en cuando, aún nos atrevemos a recordar...
¿Es demasiado tarde?
Para recordar tus caricias, para soñar que me amas, para beber de tus labios, para robarte el corazón aunque tú se lo hayas entregado a otro...
¿Es demasiado tarde?
Para pedirle cuentas a la vida, para echarle un pulso al destino, para luchar por nuestros sueños…
¿Es demasiado tarde?
Pues me da igual, aquí voy a seguir dando guerra, retando a la noche y a las estrellas, bebiendo y riendo con cada colega, viviendo en un gran sueño que nadie me puede quitar y por el que vale la pena luchar...

jueves, agosto 11, 2005

Noche perfecta

Una balada invade la habitación, los dos cuerpos en la cama se agitan brevemente. La música lenta y enamoradiza intenta poner fin a una noche inolvidable, a una noche que ninguno de los dos participantes había pasado en mucho tiempo.
Echados, uno al lado del otro, escuchan atentamente la canción. Trata del amor que nace entre dos desconocidos y ambos se sienten identificados por esos versos, ya que, hasta hace unas doce horas ni tan siquiera se habían visto.
Cada cuerpo se despereza tranquilamente, intentando poner en funcionamiento las neuronas, que están soñolientas, tras la gratificante noche pasada. Ambos se sienten felices, contentos, llenos de energía; ni siquiera el alcohol ingerido en grandes cantidades, les va a estropear el amanecer.
Tras una leve incorporación ella, vuelve a apoyar su cabeza sobre el pecho de él, que a su vez, la abraza tiernamente. Por un pequeño instante sus miradas se cruzan, en ellas pueden leerse todas las promesas de amor habidas y por haber. Se quieren, tan solo han necesitado, unas copas y un poco de conversación para comprender que se quieren.
Se vieron por primera vez cerca de la barra del bar de moda de la ciudad. Quizás fuese casualidad, quizás fuese el destino ¿quién sabe? Pero, ahora, echados en la cama y abrazados, cada uno agradece que se hayan encontrado. Cuando se cruzaron en dirección a la barra, los ojos de él enseguida se desviaron hacia el vestido de ella, un vestido corto con un aceptable escote; ella también le estudió a fondo, percatándose del cuerpo atlético que se escondía tras la camisa.
Ya en la barra, surgió el primer contacto. ¿Fortuito o provocado? No lo sabremos, simplemente surgió el primer roce entre los dos. Tras pedir las consumiciones a camareros distintos, llegó el segundo roce de brazos, apenas visible, pero la piel de ambos se erizó con el leve toque.
Estando tan cerca, él pudo comprobar que llevaba un perfume con olor a lilas y ella percibió el aroma de una fragancia masculina que no supo catalogar, aunque más tarde sabría de labios de ese desconocido, que se trataba de colonia de Hugo Boss.
Cada uno se fue por su lado; ella con sus amigas que estaban siendo asediadas por un grupo de chavales ansiosos por encontrar alguna chica y él con sus amigos que estaban intentando ligarse a un grupo de chicas. Como podréis imaginar los grupos eran los mismos.
Al llegar con sus amigos, se enteró que habían conseguido el nombre y un par de besos de casi todas las chicas del grupo y que solamente les faltaba el nombre de una. Se sobresaltó al conocer la identidad de la chica que sus amigos aún no conocían, era la chica de la barra. Siguiéndole la mirada, uno de sus colegas, le palmeo la espalda y le susurró un “a por ella”, él tardó en reaccionar pero, finalmente se decidió, acabó la copa y se dirigió hacia el grupillo de chicas, concretamente, hacia la chica con la que se había cruzado en la barra y que en ese instante, estaba un poco al margen de sus amigas.
Lo primero que escuchó nada más acercarse con sus amigas fue “¡Qué buenos están!”. Se sorprendió un poco, ya que estaba un poco turbada, por los ojos de aquel chico que había visto en la barra. Una de sus amigas se le acerco y le preguntó: “¿Cuál escoges para ti?”. Tardó un poco en reaccionar, no sabía a quién se refería su amiga, pero enseguida se percató del grupo de chicos que había al lado y con los que sus amigas, ya habían empezado el juego del coqueteo.
Se separó un poco del grupo, y pudo ver como el chico de la barra se acercaba a ella. Al principio, sus ademanes eran resueltos, pero a medida, que se acercaba, perdía parte de esa confianza que aparentaba. Supuso que se estaría poniendo nervioso y a juzgar por su aspecto, pensó que sería una buena ocasión para olvidar a un anterior “amigo” que no la dejaba en paz.
- Perdona pero es qué mis amigos querrían saber como te llamas.
- ¿Sólo tus amigos?
- Bueno... . A mi tampoco me importaría saberlo.

Los ojos se encontraron, los de él eran de un marrón claro tirando a verde, y los de ella eran del color azul del mar.
- Me llamo Cristina; mis amigas me llaman Cris. ¿Y tú?
- Antonio, Toni.

Entre los besos de presentación, se susurraron un “encantado”. En lugar de presentársela a sus colegas, se quedó mirándola. Observó que tenía el pelo castaño y rizado. El vestido corto que llevaba marcaba un cuerpo precioso. Poseía una carita de muñeca de porcelana, con la nariz pequeña y unos labios finos pero apetecibles. Le hubiese gustado mucho abalanzarse sobre ellos, pero, aunque en su interior no lo quería reconocer, se estaba enamorando de ella.
Ella, por su parte, ocupó el rato de silencio entre ambos para acabar su bebida y analizarlo a fondo. Llevaba el pelo corto, como casi todo los chicos, ligeramente engominado pero sin exagerar. Se le notaba la sombra de la barba y del bigote, aunque estaba afeitado de esa misma mañana. Siguió los ojos de él, en el recorrido por su cuerpo y se sintió un poco inquieta. Sentía algo en el estómago, como unas cosquillas muy tenues. No sabía a que se debían, pero intuía que él era el causante.
Siguieron mirándose en silencio, a su alrededor muchos chicos y chicas compartían ya los primeros besos de la noche o, por lo menos, intentaban el asalto del sexo contrario. Unos usaban los bailes como pretexto, otros usaban las palabras y otras sacaban provecho de su belleza.
Ellos dos, parados como estaban desentonaban un poco con la tónica. Al final de un silencio que pareció eterno, él se le acercó:
- ¿E.. eres de de por aquí? No te había... visto antes.
- Acabo de mudarme con mis padres. De pequeña pase unos años aquí pero enseguida me marche por culpa del trabajo de mis padres.
- Ahm. Parece que... con conservas muchas amigas, ¿no?
- ¡Ja, ja! Son amigas de mi prima.
Se notaba que estaba tenso y nervioso, ella le sonreía para ayudarlo pero, lo que su sonrisa provocaba era el efecto contrario, cada vez temblaba más. Finalmente, ella optó por llevar la iniciativa. Así que sin avisar a nadie, lo cogió de la mano y le condujo hacia la salida del bar. Él se dejó llevar como un niño pequeño, sin emitir ningún gruñido de protesta. Ya lejos del ruido de la música, empezaron a caminar cogidos del brazo, mientras conversaban animadamente.
- ¿Y tu eres de aquí?
- Por supuesto, desde siempre.
- ¿Estás estudiando?
- Bueno... lo que se dice estudiar... no mucho, pero estoy en química. ¿Y tú? ¿Estudias?
- Claro, soy demasiado vaga para trabajar.
- ¿Y qué haces?
- Estoy en medicina, en segundo.
- ¿Con alguna de primero?
- No, conseguí pasar limpia.
- ¡Felicidades! Ya me gustaría a mí.
- ¿Sí? ¿Cuántas te quedan de primero?
- ¿Sinceramente?
- Sinceramente.
- Cuatro.
- Va, no está mal.
- No, podría ser peor.
- ¡Ja, ja!
- Me... en encanta tu sonrisa.
- ¡Gracias!
Ella, instintivamente, le beso en la mejilla. Desde que había llegado a la ciudad, nunca se había sentido tan a gusto como en aquellos momentos.
- Una pregunta personal.
- Dime.
- ¿Tienes novio?
- No. Bueno, había un chico, pero lo nuestro murió. Ahora al mudarme, pues... estoy libre. ¿Y tú? ¿Hay alguna chica?
- Bueno... . Hay una chica... .
- Ahm.
- Pero bueno, es una amiga, y de momento, no me hace caso. Además ella tiene novio, así que tendré que ir olvidándome de ella.
- Vaya, lo siento.
- No pasa nada.

En ese momento, ella volvió a besarle la mejilla. La conversación había derivado a zonas más íntimas y a él se le veía un poco alicaído.
- Haces deporte ¿verdad?
- Sí, juego a fútbol en el equipo de aquí.
- ¡Que bien! Mi hermano pequeño se va a apuntar al equipo para jugar.
- ¿Sí? La verdad, no juego mucho, paso más tiempo en el banquillo que en el campo.
- ¡Ja, ja, ja! Eres muy simpático, ¿lo sabías?
- Eres la primera chica que me lo dice. Bueno, si quitamos a mis amigas de siempre. Puedes considerarte especial.
- ¿De verdad? Si nos acabamos de conocer.
- Cambiaría a mis colegas por ti.

En ese momento, en lugar de cogerse del brazo continuaron caminando cogidos de la mano. Eran, para todos los que los veían pasar, una pareja que se quería con locura. En realidad, eso era lo que pasaba, se querían; aunque ambos, internamente, rechazaban la idea. Sus pasos los devolvieron al bar. No sabían si entrar o no, al final entraron para tomar algo. Todos los colegas, tanto de él como de ella, había encontrado pareja para pasar la tarde.
Ellos se dirigieron a la barra a tomar algo. Él pidió por los dos.
- ¡Vaya! Recuerdas lo que pedí.
- Por supuesto, me habías impresionado, así que me fijé en lo que tomabas.
Mientras bebían sus consumiciones, prosiguieron hablando sobre cosas triviales. Ella le contó sus años de ciudad en ciudad por el trabajo de su padre y él le contó las travesuras que había hecho con los colegas. Ambos lo estaban pasando genial, pero el reloj corría y poco a poco, tuvieron que ir despidiéndose.
- Hoy de noche, hay fiesta. ¿Te veré por aquí?
- Puede. ¿Tú saldrás?
- Por supuesto, un colega celebra su cumpleaños, así que habrá que salir a tomar algo.
- ¿Dónde te podré encontrar?
- ¿Ves aquel bar? El del letrero naranja.
- Sí.
- Pues esa es nuestra segunda casa.
- ¡Ja, ja, ja, ja! ¿Segunda casa?
- Sí, en ocasiones, pasamos más tiempo ahí que en nuestra casa; así que el dueño nos ha adoptado. Eso sí, siempre que tengamos para pagar. ¡Je, je!
- ¡Ja, ja, ja! Entonces, te iré a buscar. Aunque no te prometo nada.
- De acuerdo. Si no vienes pasaré una noche muy triste.

Se dieron un abrazo, dos besos y ella se marchó. El primer pensamiento que cruzó por la cabeza de él fue que no la volvería a ver, que debía haberla besado o, por lo menos, haberle dicho algo.
Nada más perderla de vista, uno de sus colegas medio lo asaltó.
- ¿Es buena?
- ¿En qué?
- Quiero decir, ¿besa bien?
- Pues no lo sé, no se lo pregunté.
- Venga tío, si nos han dicho que andabais cogidos de la mano.
- Sabes de sobra que eso no significa nada.
- ¿Cómo que no significa nada?
- No te acuerdas de mi amor platónico.
- Bueno, tienes razón. Pero, habrás quedado con ella para esta noche, ¿no?
- Se lo dije, pero no lo sabe seguro. De todas formas no tengo muchas esperanzas.
Era una chica simpática, agradable y, sobretodo, muy guapa. No pegaba mucho con un tío como él y él lo sabía. A pesar de su cuerpo atlético, no era, lo que se dice una belleza. Era un chico del montón, pero, lo que él ignoraba era que ella, mientras cenaba y se duchaba no dejaba de pensar en él. Estuvo discutiendo con sus padres mucho tiempo, convenciéndoles de que iba a dormir en casa de una amiga de su prima y que no se preocuparan. Su padre recelaba bastante, pero gracias a su madre, pudo salir sin problemas.
Tardó bastante en elegir la ropa, era muy coqueta y, en esta ocasión tenía un motivo, quería gustarle, quería estar con él toda la noche.
Se puso su última minifalda, era de color azul oscuro, con el borde deshilachado y una camiseta de tirantes que dejaba un generoso escote, más que el vestido de la tarde. Cogió la chaqueta vaquera, por si hacía frío, el bolso y se marchó tras despedirse de sus padres. Caminaba contenta, ni ella misma sabría explicar por qué; y a la vez estaba nerviosa, las cosquillas que había sentido en el estómago sólo se calmaban cuando estaba cerca de él.
Llegó al bar del letrero naranja, y no se atrevía a entrar. Dentro se oía voces, golpes y risas, parecía que hubiese un gran circo allí. A través de una ventana pudo ver lo que ocurría. Él estaba allí como todos sus amigos, llevaba un gorro de cartón y un collar de papel, típicos de los cumpleaños de niños pequeños. Tenían delante varias jarras de cerveza terminadas, y la que había pasaba de mano en mano casi de seguido. Por un momento, pensó en volverse para su casa, pero en ese momento, él se levantó para pedir otra.
Mientras esperaba a que le llenaran la jarra, la vio entrar: estaba preciosa, con una minifalda que dejaba al descubierto unas espléndidas y bronceadas piernas. La camiseta era mejor todavía, ya que tenía un generoso escote. Por lo demás estaba radiante, él se sentía un poco estúpido con el gorro del cumpleaños y sus viejos pantalones cortos. Pero ya era tarde, se habían mirado y ella se acercaba a él. Deseaba haber pasado alguna ronda, porque se encontraba un poco mareado, pero ya no había marcha atrás, tendría que jugársela.
- Estás preciosa.
- Gracias. Te queda bien el gorro.

La sonrisa lo volvió a envolver. Hacía tiempo que una sonrisa parecida lo había envuelto como aquella, por suerte se habría librado de ella. Ahora en cambio, esta sonrisa volvía a apoderarse de él.
- ¿Te apetece tomar algo? Hay cerveza, como para dar de beber a toda la ciudad.
- No me gusta la cerveza.
- ¡Que burro soy! ¿Vamos a dar una vuelta?
- No querría separarte de tus colegas.
- Habiendo cerveza pueden prescindir de mí. Además, la fiesta está decayendo, están empezando a llegar las novias.
- ¡Ja, ja, ja! ¿Y eso es malo?
- Pues sí, porque ya no se hace tanto el payaso, hay que controlarse.
Llevó la jarra a los colegas, tiró el gorro sobre uno de ellos y se dirigió a la salida junto a ella que lo esperaba en la entrada del bar.
Salieron a la calle, llena de gente, pues era fiesta y al día siguiente no se trabajaba. Se cogieron de la mano y empezaron a caminar sin rumbo fijo.
- Siento estar un poco borracho. Además tengo miedo de meter la pata, así que si digo o hago algo que te moleste, dímelo sin rodeos, ¿de acuerdo?
- No te preocupes, no vas tan mal. Por lo menos te tienes en pie. Mi antiguo novio, cuando salía con sus amigos, apenas conseguía sostenerse cuando me veía.
- ¡Ja, ja, ja, ja! Yo no voy muy bien, que digamos. ¿Puedo confesarte algo?
- Adelante, confiésate.
- Me avergüenzo de mi aspecto.
- ¿Por qué? Si yo te veo muy bien.
- Ya, pero debería haberme puesto algo más elegante. No sé, una camisa como la de por la tarde.
- Estás mejor así, de verdad.
- Si a ti te gusta, fuera vergüenza.
- ¿Cuántas chicas ha habido?
- ... . Bueno.... .
- No contestes sino quieres.
- Sinceramente, hubo dos chicas, una fue un simple rollo de media tarde y la otra era mi amor platónico, aunque nunca ocurrió nada entre ella y yo.
- ¿Solamente un rollo?
- Sólo uno.
- ¿En qué piensan las chicas de por aquí? Eres un tío genial.
- Pues ya ves. Un tío genial, que no se come una rosca.
- ¡Ja, ja! Por lo menos te lo tomas con humor.
- ¿Y tú? ¿Cuántos chicos? Seguro que no te acuerdas del número, ¿eh?
- ¡Ja, ja! Ha habido bastantes rollos, pero sólo salí en serio con uno y duramos bastante poco.

- ¿Un mes?
- No, exactamente diez días.
- ¡Vaya record!
- Ya lo ves.
- Con lo preciosa que eres y sólo diez días, debería darle vergüenza.

Estaban parados al borde de la playa, su paseo sin rumbo les había conducido allí. Ella temblaba de frío, a pesar de la chaqueta, y él la abrazó. Las cabezas se fueron acercando, los labios cada vez se aproximaban más y... .
Cada vez que recuerda el beso, la piel se le eriza, a pesar de no ser un buen besador, el beso había estado cargado de ternura y amor.
Apoyada sobre su pecho, recuerda vagamente, lo que siguió a aquel beso al borde del mar. El camino lento y lleno de paradas hacía su casa, el juego sensual mientras se desvestían uno a otro y la noche juntos. Entre caricias y besos, Morfeo fue cerrando el telón del sueño sobre sus ojos.
Ahora que el sol, volvía a brillar en lo alto, se despidieron con un beso. Ella tenía que volver a casa y él ponerse a estudiar, ya que por la tarde tenía que entrenar.
Cada uno pensaba en sus cosas, ella estaba encantada pues había conocido al hombre que tanto había buscado y él, en parte estaba feliz, porque había sido una noche maravillosa, pero por otro lado, estaba amargado, ya que tendría que rendir cuentas a todos sus colegas y no le apetecía lo más mínimo. Así que volvió a recostarse en la cama y siguió pensando en esa chica de ojos azules que acababa de marcharse y que lo había convertido en el hombre más feliz del planeta.

miércoles, agosto 10, 2005

Quizás (reeditado)

... Tan solo anhelo un beso...
Quizás me ayude a olvidarte.
Quizás me haga acordarme más de ti.
Quizás me cure.
Quizás empeore mi mal.
Quizás sea algo especial.
Quizás sólo sea una muesca más en tu corazón.
Quizás sea lo que buscas.
Quizás sólo sea un beso.
Quizás las estrellas lloren de alegría.
Quizás se enfaden y no vuelvan a iluminar las noches.
Quizás deje de buscarte en cada rincón.
Quizás pases a dominar mi vida.
Quizás mi mundo gire en otro sentido.
Quizás se pare para dejarme bajar.
Quizás cambies mis sueños.
Quizás no aparezcas más en ellos.
Quizás deje de emborracharme de ti.
Quizás me vuelva abstemio.
Quizás recuerde con más precisión el fulgor de tus ojos.
Quizás los olvide para siempre.
Quizás seas esa chica especial.
Quizás tan solo seas una chica más.
Quizás por todo esto
Tan solo anhelo un beso…

martes, agosto 09, 2005

Pareja

Pensó que el mundo se echaría a sus pies, que con su voz movería a las masas, que los fans se tirarían a sus pasos pidiendo un simple roce de su mano, o una fugaz mirada…

También pensó que encontraría al hombre de su vida, que se casaría, que tendrían hijos, que, al fin conseguiría formar una familia…

Y allí seguía en pequeños locales, cantando para cuatro borrachos que se reían de ella, moviendo las caderas al ritmo de las notas de una guitarra rota, soñando con camerinos, luces y aplausos…

En esa sucia tarima, la vio por primera vez, era un borracho más que se disponía a pasar un rato de risas, pero en lugar de eso, se enamoró perdidamente de su voz…

Ahora, pasean juntos por las calles de la ciudad, cogidos del brazo, haciendo planes para el futuro…
Ella sigue cantando en el sucio local de siempre, y él sigue entrando todas las noches a emborracharse del sonido de su voz…

lunes, agosto 08, 2005

El bautizo

He pasado mi bautismo como “actor”…
No había pila de agua bendita, ni cura dando el sermón, ni iglesia preparada para la ocasión; sólo un micro, una sábana para la cabeza, y unos nervios dignos de mención.

Anda de día que la nuechi ye mía… Soy la güestia (ánima de la mitología asturiana) temía por homes y muyeres, por neños y neñes… Soy quien decide quien se va y quien se queda, quien muerre y quien dexa de morrer… Dicenme que hay un guaje que busca a una xana (especie de hada del bosque, también un personaje mitológico asturiano)… Si yes tu… Sigue por esti camín hasta el lagu, por allí dicen que naden les xanes… pero anda de día que la nuechi ye mía.”

Ya veis, apenas unas cuantas frases pero acompañadas de un tembleque del cuerpo que ni siquiera un flan tiembla tanto…
De todas formas, lejos de pasar un mal rato; me encantó la experiencia, además en compañía de gente que conozco pasé un buen día de fiesta.
Eso si, creo que yo como “actor” no tengo precio, así que de momento no me voy a dedicar a ello jeje!!

domingo, agosto 07, 2005

Historias de piragüas

Apenas habían conseguido clavar una piqueta de la esquina de la tienda, cuando un grupo de seis “salvajes”, eso fue lo primero que ellas pensaron, se instaló a su lado…

Habían recorrido toda la villa, buscando un mísero hueco para instalar sus dos tiendas y poder así disfrutar de la fiesta del Sella; cuando de repente, encontraron el sitio perfecto, justo al lado de un grupito de chicas, por el modo en que intentaban levantar la tienda parecían niñas de papá…

En un abrir y cerrar de ojos, levantaron las dos tiendas y se largaron para la playa, ya que era lo que más apetecía con el sol de justicia que estaba cayendo. “Serán salvajes pero saben levantar una tienda”…

Montaron las tiendas con calma, esperando a ver si el grupito de chicas, acababa y seguirlas hacia donde se dirigiesen. Como no parecía que iba a acabar nunca se marcharon para la playa a darse un baño y refrescarse. “No sé yo, igual no salen de la tienda por miedo a los mosquitos” “Tal vez, pero hay un par de ellas que…”

Anocheció y allí seguían, intentando levantar una de las tiendas, parecía imposible; así que decidieron dejarlo y sentarse a discutir entre ellas “No deberíamos haber venido” “Ya lo sé, teníamos que habernos quedado en casa” “Si al llegar estabais enloquecidas por el ambiente”…

Colocaron el foco, y prepararon los bocatas para cenar, mientras otros dos, preparaban el calimocho y las cervezas para acompañar la bebida. “Aún no las han montado y parecen disgustadas” “Déjalas, siéntate a cenar, luego ya veremos

Comieron sin hablarse la empanada que habían traído; les dio hambre ver comer a sus vecinos, parecían que llevaban tiempo viniendo al Sella y también parecía que disfrutaban. Al contrario que ellas, para ser su primer año, todo iba fatal…

Voy a ayudarlas, que venga uno conmigo” Los demás sacaron un par de guitarras y unas armónicas y se dispusieron a animar la fiesta, esperando que alguien se les uniese, como acababa sucediendo todos los años…

Eh! Se acercan dos de nuestros vecinos” “Podrían ayudarnos”…

En apenas diez minutos, las dos tiendas estaban en pie y dispuestas para ser usadas por sus propietarias; habían pasado un rato agradable charlando con las chicas. A pesar de su apariencia, eran chicas muy simpáticas y agradables…

La música comenzó a sonar, y mientras notas de guitarra y de armónica se juntaban en el silencio, todos cantaban alguna canción, unas conocidas, otras más desconocidas…

Ayudadas por el efecto del poco martini que habían tomado, las chicas decidieron probar suerte e intentar unirse a la fiesta de sus vecinos…

Rápidamente, el coro de voces lo formaron tanto chicos como chicas, cantaron hacía las estrellas, disfrutando del primer día del Sella…

Ellos sabían que aún quedaban otros tres días y ellas comprendieron porque todo el mundo las animaba a ir…

jueves, agosto 04, 2005

Pa piraguas!!!!!

Lamento informarles que por suerte para vosotros me voy a Ribadesella. Seguramente pocos habréis oído hablar de este encantador pueblito de la costa asturiana ¿verdad?

Lo que casi seguro sabéis es que el primer fin de semana de Agosto, hay un descenso de piraguas en un río asturiano, en el Sella. Es un descenso internacional, desde Arriendas a Ribadesella, serán unos 15 km, creo.

Bueno, casi fijo que ya os estáis imaginando lo que esto conlleva, ¿no?

Os resumo: fiesta, risas y borracheras!!

Hay siempre tope de gente, acampando hasta en los jardinillos del paseo marítimo, es bestial! El viernes ya no habrá hielo, en ninguna gasolinera de los alrededores, y ni mucho menos, en cualquier supermercado de la zona.

A mi vuelta os contaré algo, eso seguro, sobre mi acampada en las piraguas jeje!!

Un saludo para todos y no me echéis de menos jejeje!

lunes, agosto 01, 2005

(Juego de Bito) .....

Con su mirada surcada de arrugas, contemplaba el local lleno de juventud; una pareja por acá, un grupo de estudiantes por allá, todos con algo en común, pensar en su futuro, hacer planes para el día siguiente, buscar la forma de cumplir sus sueños...
Él también había preparado sus planes, incluso había estado a punto de marcharse a la capital para realizar su sueño: ser actor. Pero tras trabajar toda la vida en la fábrica de conservas del pueblo sólo le queda el recuerdo de las dos horas que pasó en la estación esperando un tren e ignorando que ese día no pasaría ninguno.
El camarero, confidente de sus sueños durante años le ofrece una cerveza:
- ¡Cuantos chavales! ¿Te has dado cuenta de la ilusión que tienen, Tonio?
- Yo también tuve esa ilusión, Pepe. Y aquí me ves, harto de meter sardinas en lata.
- Vamos hombre, tu estuviste a punto de conseguirlo. Sólo que te confundiste de día ¡jajaja!
- Lo sé, un fallo. Deseo que sus sueños no acaben como los míos, en el cubo de basura, convertidos en cenizas y humo...
- Aún estas a tiempo de dejarlo todo y hacerte actor.
- No Pepe, ya no; ni tengo ganas ni ilusión.

Mientras camina de vuelta a su casa, le vienen a la memoria unos versos, no sabe de que autor que le recuerdan lo fugaz de la vida y como no, de los sueños:
"no sólo en plata o víola troncada
se vuelva, mas tu y ello juntamente
en tierra, en humo, en polvo, en sombra, en nada"
(Góngora)