AHÍ QUEDA ESO....

Una islita de las cosas que nunca se dirán...

Nombre:
Lugar: Asturias, Spain

domingo, febrero 20, 2005

Quizás...

... Tan solo anhelo un beso...

Quizás me ayude a olvidarte.
Quizás me haga acordarme más d eti.
Quizás me cure.
Quizás empeore mi mal.
Quizás sea algo especial.
Quizás sólo sea una muesca más en tu corazón.
Quizás sea lo que buscas.
Quizás sólo sea un beso.
Quizás las estrellas lloren de alegría.
Quizás se enfanden y no vuelvan a iluminar las noches.
Quizás deje de buscarte en cada rincón.
Quizás pases a dominar mi vida.
Quizás mi mundo gire en otro sentido.
Quizás se pare para dejarme bajar.
Quizás cambies mis sueños.
Quizás no aparezcas más en ellos.
Quizás deje de emborracharme de ti.
Quizás me vuelva abstemio.
Quizás recuerde con más precisión el fulgor de tus ojos.
Quizás los olvide para siempre.
Quizás seas esa chica especial.
Quizás tan solo seas una chica más.
Quizás.......

viernes, febrero 11, 2005

La Tierra no pertenece al hombre.

La mejor y más bella lección de ecología jamás escrita. Se trata de la carta que en 1855, el jefe indio Sealth dirigió al presidente de los EEUU y que "los hombres blancos" aún no hemos sido capaces de asimilar.

¿Cómo se puede comprar o vender el firmamento, ni aun el calor de la tierra?Dicha idea nos es desconocida. Si no somos dueños de la frescura del aire ni del fulgor de las aguas, ¿cómo podrán ustedes comprarlos?
Cada parcela de esta tierra es sagrada para mi pueblo. Cada brillante mata de pino, cada grano de arena de las playas, cada gota de rocío en los oscuros árboles, cada altozano, y hasta el sonido de cada insecto es sagrado a la memoria y pasado de mi pueblo. La savia que circula por las venas de los árboles lleva consgo la memoria de los pieles roja. Los muertos del hombre blanco olvidan su país de origen cuando emprenden sus paseos por las estrellas; en cambio nuestros muertos nunca pueden olvidar esta bondadosa tierra, puesto que es la madre de los pieles rojas. Somos parte de la tierra y, asimismo, ella es parte de nosotros. Las flores perfumadas son nuestras hermanas; el venado, el caballo, el gran águila, éstos son nuestros hermanos. Las escarpadas peñas, los húmedos prados, el calor del cuerpo del caballo y el hombre, todos pertenecen a la misma familia.

Por todo ello, cuando el gran jefe de Washington nos envía el mensaje de que quiere comprar nuestras tierras, dice que nos reservará un lugar en el que podamos vivir confortablemente entre nosotros. Él se convertirá en nuestro padre y nosotros en sus hijos. Por ello consideramos su oferta de comprar nuestras tierras. Ello no es fácil, ya que esta tierra es sagrada para nosotros.

El agua cristalina que corre por ríos y arroyuelos no es solamente agua, sino, también, representa la sangre de nuestros antepasados. Si les vendemos las tierras deben recordar que son sagradas y a la vez deben enseñar a sus hijos que son sagradas, y que cada fantasmagórico reflejo en las claras aguas de los lagos cuenta los sucesos y memorias de las vidas de nuestras gentes. El murmullo del agua es la voz del padre de mi padre. Los ríos son nuestros hermanos y sacian nuestra sed, transportan nuestras canoas y alimentan a nuestros hijos. Si les vendemos nuestras tierras, ustedes deben recordar y enseñar a sus hijos que los rios son sus hermanos y, por lo tanto deberán tratarlos con la misma dulzura con la que se trata a un hermano.

Sabemos que el hombre blanco no entiende nuestro modode vida. Él no sabe distinguir entre un pedazo de tierra y otro, ya que es un extraño que llega de noche y toma de la tierra lo que necesita. La tierra no es su hermana, sino su enemiga y una vez conquistada sigue su camino, dejando atrás la tumba de sus padres sin importarle. Le secuestra la tierra a sus hijos. Tampoco le importa. Tanto la tumba de sus padres como el patrimonio de sus hijos son olvidados. Trata a su madre, la tierra, y asu hermano, el firmamento como objetos que se compran, se explotan y se venden. Su apetito devorará la tierra, dejando atrás sólo un desierto.

No sé, pero nuestro modo de vida es diferente al de ustedes. La sola vista de sus ciudades apena los ojos del piel roja. Pero quizá sea porque el piel roja es un salvaje y no comprende nada. No existe un lugar tranquilo en las ciudades del hombre blanco, ni hay sitio donde escuchar cómo se abren las hojas de los árboles en primavera o cómo aletean los insectos. Pero quizá también esto debe ser porque soy un salvaje que no comprende nada. El ruido sólo parece insultar nuestros oídos. Y, después de todo, ¿para qué sirve la vida si el hombre no puede escuchar el grito solitario del chotacabras ni las discusiones nocturnas de las ranas al borde de un estanque? Soy un piel roja y nada entiendo. Nosotros preferimos el suave susurro del viento sobre la superficie de un estanque, así como el olor de ese mismo viento purificado por la lluvia del mediodia o perfumado con aromas de pinos. el aire tiene un valor inestimable para el piel roja, ya que todos los seres comparten un mismo aliento, la bestia, el hombre, el árbol; todos respiramos el mismo aire. El hombre blanco no parece consciente del aire que respira; como un moribundo que agoniza durante muchos días es insensible al hedor. Pero si les vendemos nuestras tierras deben recordar que el aire nos es inestimable, que el aire comparte espíritu con la vida que sostiene. El viento que dió a nuestros abuelos el primer soplo de vida, también recibe sus últimos suspiros. Y si les vendemos nuestras tierras, ustedes deben conservarlas como cosa aparte y sagrada, como un lugar donde hasta el hombre blanco pueda saborear el viento perfumado por las flores de las praderas. Por ello, consideramos su oferta de comprar nuestras tierras, si decidimos aceptarla yo pondré una condición: el hombre blanco debe tratar a los animales de esta tierra como a sus hermanos. Soy un salvaje y no comprendo otro modo de vida. He visto miles de búfalos pudriéndose en las praderas, muertos a tiros por el hombre blanco desde un tren en marcha. Soy un salvaje y no comprendo cómo una máquina humeante puede importar más que el búfalo, al que nosotros matamos sólo para sobrevivir.

¿Qué sería del hombre sin animales? Si todos fueran exterminados, el hombre también moriría de una gran soledad espiritual; porque lo que le suceda a los animales también le sucederá al hombre. Todo va enlazado.

Deben enseñarles a sus hijos que el suelo que pisan son las cenizas de nuestros abuelos. Inculquen a sus hijos que la tierra está enrriquecida con las vidas de nuestros semejantes a fin de que sepan respetarla. Enseñen a sus hijos que nosotros hemos enseñado a los nuestros que la tierra es nuestra madre. Todo lo que ocurra a la tierra le ocurrirá a los hijos de la tierra. Si los hombres escupen en el suelo, se escupen a sí mismos.

Esto sabemos: la tierra no pertenece al hombre; el hombre pertenece a la tierra. Todo va enlazado, como la sangre que une a una familia, todo va enlazado. Todo lo que le ocurra a la tierra le ocurrirá a los hijos de la tierra. El hombre no tejió la trama de la vida; él es sólo un hilo. Lo que hace con la trama se lo hace a sí mismo. Ni siquiera el hombre blanc, cuyo Dios pasea y habla con él de amigo a amigo, queda exento del destino común. Después de todo quizá seamos hermanos. Ya veremos. sabemos una cosa que quizá el hombre blanco descubra un día: nuestro Dis es el mismo Dios. Ustedes pueden pensar ahora que les pertenece, lo mismo que desean que nuestras tierras les pertenezcan, pero no es así. Él es el Dios de los hombres y su compasión se comparte por igual entre el piel roja y el hombre blanco.

Esta tierra tiene un valor inestimable para Él y si se daña se provocaría la ira del Creador. también los blancos se extinguirán, quizá antes que las demás tribus. Contaminan sus lechos y una noche perecerán ahogado en sus propios residuos. Pero ustedes caminarán hacia su destrucción rodeados de gloria, inspirados por la fuerza del Dios que los trajo a esta tierra y que, por algún designio especial, les dio domiio sobre ella y sobre el piel roja. Ese destino es un misterio para nosotros, pues no entendemos por qué exterminan los búfalos, se doman los caballos salvjes, se saturan los rincones secretos de los bosques con el aliento de tantoshombres y se atiborra el paisaje de las exuberantes colinas con cables parlantes.

¿Dónde está el matorral? Destruido.
¿Dónde está el águila? Desapareció.

jueves, febrero 10, 2005

Otra noche

Sentado delante de un vaso, en la barra del mismo bar de costumbre, como siempre me pierdo en mis pensamientos...
Te sigo con la mirada, mientras te acercas, me rodeas el cuello con los brazos, y tus dulces labios se posan suavemente en los mios...
Me cuentas como te ha ido la semana; el examen que tuviste no te salio del todo bien, haces un mohin, en casa andan algo mosqueadillos, tengo que estudiar mas, lo aseguras...
Te doy algun mimo, te intento animar, aunque no hace falta; vuelves a abrazarme y me aseguras, al oido, que soy lo mejor de tu vida...
El vaso esta medio vacio, el bar casi lleno, pero de ti no hay rastro...
Te acompaño a casa, me coges del brazo y caminamos muy despacio, sin prisas; recibo un beso en cada portal, estas contenta, me has interrogado hasta que te he dicho el regalo que te iba a hacer por tu cumple...
Ya en tu portal, recibo el ultimo beso de la noche...
El vaso esta vacio, mi mirada perdida; en el bar ya casi no queda gente y tu no has aparecido...
Me levanto del taburete, me alejo hacia mi casa arrastrando los pies, sin prisa, como cuando te acompañaba a ti...
Intento no pensar en ti... Me guia tu perfume, me protegen tus besos...

miércoles, febrero 09, 2005

Esperando...

Payasos, piratas, mosqueteros, jugadores de rugby, indios, vaqueros, cabareteras, colegialas, monjas, frailes... Un sin número de disfraces pasaron por delante de sus ojos; sin embargo no desvió la mirada de la esquina, ni tan siquiera cuando una colegiala muy mona, le lanzó una mirada que no necesitaba de palabras, no se inmutó.
La esperaba, llegaba veinte minutos tarde, aún así seguía esperando; no sabía a ciencia cierta si acudiría, pero de todas maneras, allí estaba él, por si acaso, siempre por si acaso.
El desfile de disfraces siguió durante todo el rato, pero a él sólo le importaba verla aparecer, disfrazada o no, eso era secundario. Quería contemplar sus profundos ojos oscuros, que lo embobaban día si y dia también; quería verla sonreir, oler su perfume y estar cerca de ella, y, quien sabe, a lo mejor esta noche tenía suerte, a lo mejor...
Payasos, piratas, jugadores de rugby, mosqueteros, cabareteras, mojas, frailes, colegialas, egipcios, romanos...
Todos se volvían para sus casas, los que tuvieron suerte, volvía acompañados, los demás en pequeños grupos silenciosos; sin embargo, él siguió esperando, no estaba cansado, tampoco tenía frío, ni estaba enfadado, simplemente esperaba verla aparecer por la esquina...

lunes, febrero 07, 2005

¿Medio lleno o medio vacio?

Un vasu lleno. Eres lo mejor de mi vida...
Un tragu de esi vasu. Eres la mujer con la compartiria el resto de mi vida...
Mediu vasu. Por ti daria mi corazon y mis locuras...
Otru tragu. tan solo te quiero a ti, no hay ninguna igual...
Un vasu vaciu. Cielo, ponme otru cacharru, que la realidad se me echa encima, y no tengo ganas de partirle la cara....

domingo, febrero 06, 2005

¿Otra partida?

“¿Otra partida?” El destino se sienta frente a mí, cara a cara, con una sonrisa en los labios me ofrece una nueva oportunidad de ganarle. Le miro fijamente y acepto la partida.
Mientras reparte las cartas, una parte de mí me dice que lo deje, que todo es lo mismo, que voy a volver a perder de paliza, que es imposible cambiar el destino. Me da todo igual, supongo que será mera cabezonería, pero estoy empeñado en ganar la partida.
Las cartas caen sobre la mesa, cinco para cada uno, en mi mano una triste pareja, sobre el tapete, el póker de ases de mi amigo el destino.
Sus ojos se clavan en mí, mientras sonríe. “Adelante, te daré una nueva oportunidad. Voy a barajar de nuevo y si te sale algo superior a esa pareja habrás ganado.”
Me sorprendo ante esa proposición, parece que quiera que le gane, pero enseguida me doy cuenta que es una broma, que se ríe de mí, que nunca saldrá nada superior a la pareja de sietes que tengo en la mano. Está tan seguro de su victoria que intenta darme falsas esperanzas, para que me aferre a ellas como un naufrago se aferra a un trozo de madera a la deriva.
Las cartas van cayendo delante de mí, están boca arriba. Al verlas, una sonrisa y un gesto triunfal aparecen en mi cara. Tan solo hay dos cartas en el tapete y ya tengo una reina, solo me hace falta otra para ganar. Sigo la mano del destino, que tranquila se dirige hacia el montón, coge una carta, la tercera, le da la vuelta y sin mirarla la posa sobre el tapete al lado de las otras dos. Un as. El optimismo no me abandona, aun me queda dos cartas y puede salir otro as, otra reina o un comodín. La mano vuelve a hacer su viaje hacia el montón de cartas. El destino me mira, no aparta su vista de mí, sonríe al verme concentrado en su mano. Sabe de sobra que no saldrán más ases, ni más reinas, ni siquiera un comodín. Sabe que va a ganar, esta absolutamente seguro, casi tanto como yo estoy seguro de que puedo ganarle.
La carta cae, un seis, me froto los ojos, tan solo queda una carta, aún tengo esperanzas, pero la llama que las aviva se va extinguiendo lentamente. Voy a volver a perder. La mano coge la última carta, mi última oportunidad, la tira sobre las otras ya descubiertas pero esta última yace boca abajo. No sabemos lo que hay debajo. Cuando me dispongo a darle la vuelta, el destino me coge la mano, me mira fijamente y me dice:
“Olvídate de ella, si no siempre perderás.” En un primer momento no le entiendo, retira su mano y la mía le da la vuelta a la carta. La llama de la esperanza se extinguió. Otro seis. He vuelto a perder. Niego la realidad, no puede ser, estaba en mi mano y he vuelto a dejar escapar la oportunidad.
“Te lo advertí. Jugaste mal tus cartas. Fuiste a por la partida a destiempo, tarde y sin opciones de ganarla. Te lo repito olvídate de ella.”
Diciendo esto se levanta y me dejo sentado delante de mi ridícula pareja de seises. La contemplo sin verla, le doy vueltas a las palabras del destino. ¿Será un consejo o simples habladurías? Me parece que ha sido una broma, para mí sus palabras no tienen sentido. Pero al observar al nuevo oponente que se sienta frente a mí, me doy cuenta que las palabras del destino tienen mucho sentido.
Mi rival me mira a los ojos mientras baraja las cartas. “¿Nos jugamos el corazón?” Tardo unos instantes en reaccionar a la pregunta, sin apenas pensarlo acepto la apuesta. Mientras baraja las cartas, me fijo en mi oponente. Casi no me hace falta mirarla, pues es una mujer, la conozco muy bien, quizás demasiado bien. Unos ojos preciosos, una sonrisa encantadora, unos labios maravillosos y unas manos dulces. Mirándola a los ojos le pregunto si es una diosa. “No digas tonterías, cielo.” Mientras me contesta sonríe, y vuelvo a perderme en sus ojos, como me ocurre siempre que la veo. “Jugaré con las cartas descubiertas.”
Reparte tranquilamente las cartas, segura de sí misma, preparada para ganarme el corazón, una vez más. Miro mis cartas y sonrío, parece ser que el destino está conmigo, tengo una escalera de color perfecta. Apenas puedo contener la alegría, he ganado, le he ganado el corazón.
Ella me mira, veo en su cara una sonrisa de satisfacción. “Cielo, creo que has ganado ¿no?” Noto algo raro en su tono de voz, una especie de ironía mezclada con burla. La miro fijamente mientras va sacando sus cartas.
Sigo con la mirada, su preciosa mano que va hacia el montón y saca la primera carta, un as. La mano vuelve a hacer el mismo recorrido, otro as. La tercera carta se demora un poco más, empiezo a mirar hipnotizado, como lentamente al darle la vuelta se descubre un nuevo as. Comprendo rápidamente su sonrisa y el tono burlón de su voz. Entiendo que voy a perder, que por mucho que haga siempre voy a perder. La mano lentamente se dirige hacia el montón de cartas. Contemplo embobado como, delicadamente, coge la carta y la posa encima de la mesa boca arriba. Otro as. Con esta última carta, mis temores se confirman, he vuelto a perder y, además, también he perdido el corazón. Me hundo en mi silla, completamente desolado, he perdido dos veces en una tarde. Me mira a los ojos, no sonríe y parece que le afecta mi estado. No dice nada, de pronto, parece que su mano se alarga para acariciarme el brazo, pero a medio camino, se detiene, parece pensarlo mejor y la retira.
“Lo siento, cielo, tengo que irme, me esperan.” Se levanta y se va. Me quedo nuevamente solo en mi silla. A mí alrededor, aún quedan restos de su perfume.
“Olvídate de ella, si no siempre perderás.” Levanto los ojos hacia esa voz. Destino está sentado enfrente de mí, barajando las cartas. ¿Otra partida?

miércoles, febrero 02, 2005

Nada

Ha pasado mucho tiempo desde la última vez que nos vimos. ¿Te acuerdas? Desde aquel día, no he vuelto a saber de ti. No sé si acabaste la carrera, si continuas con el mismo novio, si lo has cambiado; tal vez te hayas casado y hayas tenido hijos. No lo sé, y la verdad, no me importa. Debe de ser la primera vez que no me preocupa lo que hagas con tu vida, quizás la vida me ha apaleado demasiadas veces por pensar en ti. Llámalo orgullo si quieres, pero estoy cansado de poner la otra mejilla; hace años habría puesto las dos mejillas por ti sin dudarlo un solo instante, eso lo sabes ¿verdad? Como no sé nada de tu vida, he decidido contarte la mía, todo lo que me ha sucedido desde aquel día, en el que nos abrazamos en el andén de la estación y murmuramos un angustioso “Hasta luego”. Ese hasta luego, ha acabado siendo un adiós permanente, que ninguno de los dos ha hecho nada por evitar.
NADA. Es la palabra que define mi vida lejos de tu lado. No he hecho absolutamente nada. Me mantengo fiel a mi sueño de tenerte junto a mí para siempre.
Sigo trabajando en lo de siempre, supongo que lo de estudiar no se me daba del todo bien, aunque tu siempre pensaste lo contrario.
Me creerás loco pero aún continuo recorriendo las calles que en más de una ocasión recorrimos juntos, la mayoría de las veces para encontrar un regalo adecuado para tu novio de turno, o simplemente para acompañarte a casa después de clase.
NADA. Nada ha cambiado desde que te fuiste, todavía voy al bar en el que trabajabas los sábados de noche, todavía me siento en el mismo taburete en el que me sentaba mientras esperaba a que salieses para acompañarte al bus, todavía sigo bebiendo cerveza tras cerveza mientras mi mirada se pierde detrás de la barra, buscándote, como hacía antes. Ahora, desgraciadamente nunca la encuentro; tan solo el reflejo de las botellas me devuelven la mirada.

Ocho Letras

Ocho letras… Ocho letras… Son pocas, pero las justas para formar dos palabras… ¿Te atreves a hacer combinaciones? Inténtalo, tan solo tienes que juntar ocho letras y ponerlas en orden. Te doy una pista: son solo dos palabras. Ahora estrújate el seso e intenta resolver esta pequeña prueba.
Quizás si lo resuelves, entenderás un poco más a este pobre diablo que intenta plasmar sus sentimientos en un trozo de papel, miento, en un estúpido programa de ordenador ¡jajajaja!
Ocho letras… Son las que marcan el camino, son las que te hacen vivir un sueño, son las que consiguen que la vida tome sentido, que tu camino, no sea solo de ida, sino que también puedas, en otra vida disfrutar de lo que conseguiste al pronunciar, de carrerilla o a trompicones, esas ocho letras.
¿Ya las has adivinado?
¿No?
Bueno no pasa nada, aun tengo ideas de sobra para entretenerte un rato más.
Ocho letras… Son las que separan una vida tortuosa de una vida plena, completamente plena; no digo que ahora mi vida sea insustanciosa, pues estas a mi lado, siempre que te necesite seguramente estarás a mi lado, pero por una vez voy a ser egoísta, no quiero que solo estés a mi lado cuando te necesite, quiero que estés siempre a mi lado. Lo sé, es mucho pedir; lo sé, a un pájaro no se le puede encerrar pues sus ojos van perdiendo el brillo de la libertad. Supongo que contigo pasa lo mismo, no puedes estar “encerrada” con una persona, necesitas libertad. En el fondo te comprendo, de veras…
Ocho letras… Dirás que es fácil, sabiendo cuales son, decirlas, pero te voy a decir que cuando tus preciosos ojos se fijan en mi, aunque solo sea un instante, y tus brazos me rodean en un abrazo, me siento totalmente indefenso, igual que un chiquillo que necesita a su madre, yo te necesito y en esos momentos, mi garganta se tensa, mis cuerdas vocales se estiran y soy incapaz de murmurarte al oído esas ocho letras que igual cambiarían mi destino.
¿Todavía no las has encontrado?
Ocho letras…Mi problema está en ti, sólo en ti. Te necesito, apareces en todos los rincones de mi vida cotidiana, en todas las cosas que hago a lo largo del día. Sería más sencillo si no te conociera, si no compartiera contigo nada más que un saludo algún fin de semana, pero no, el destino ha querido que seas mi amiga, y no me mal interpretes, se lo agradezco de corazón, pero ¿no crees que podría haber sido un poco menos cruel?
Eres la chica de mis sueños, la heroína de una película de acción, la que siempre acaba liada con el protagonista; solo que yo no soy el protagonista, sólo soy un extra que aparece al principio, caminando por la calle, confundiéndome con un sinfín de personas.
¿Por qué no te lo cuento mirándote a los ojos?
Porque me acojonas, es verdad, me acobardo ante tu presencia; aunque me haya pasado una semana ensayando y diciéndole todo esto a una foto tuya.
En el momento, en que me clavas tus adorables ojos, me desencajas, me transportas a otro mundo, me haces sentir inmenso, peor también insignificante.
Ocho letras… Nunca me oirás decírtelas, tan solo me atrevo a escribírtelas, jamás osaría perturbar tu existencia, y menos ahora que todos están como locos detrás de tu perfume.
Sabes que siempre estaré ahí, de lado, en la sombra, esperando a que te fijes en mí, esperando a que me necesites, dispuesto a cumplir mi papel de amigo. Sin embargo, todos los días, esa carcasa de amistad se rompe en mil pedazos que es imposible reconstruir y quiero que sepas que se me acaban los recambios y no tengo intención de comprar más; en el momento en que se terminen, me ajustaré los pantalones, me quitaré el pelo de la cara y después de un cubalibre para tomar fuerzas, me enfrentaré tus ojos. Batalla perdida.
Ocho letras… Hay gente que pide que le toque la lotería y les toca; otros piden más salud y se les concede; otros piden un chalet en la playa y se les otorga. Yo, tan solo, quiero amanecer acurrucado a tu lado, abrazado a ti, sentir latir tu corazón a mi lado, besarte los párpados cerrados, contemplar como duermes… ¿es mucho pedir? ¿De verdad es más viable un chalet en la playa que mi deseo?
¿Aún sigues intentando resolver el acertijo?
Seguro que ya lo has conseguido.
Ocho letras… No soy de goma, las cosas no rebotan en mi, yo también tengo sentimientos; ¡a la mierda! Sabes una cosa, yo no soy de esos, ni mejor ni peor, pero no soy de esos; prefiero masticar mi desgracia que hacerte culpable de ella. No soy de goma, pero si de papel, fino y sensible, quebradizo, siempre en blanco y dispuesto para cualquier uso.
Ocho letras… ¿Qué puedes esperar de un tío que sólo se contenta con estar cerca de ti? Nada. Nada es la respuesta, no tengo ambiciones, tan sólo la que ya te he comentado. Ante tu presencia, solo me queda arrodillarme e intentar farfullar esas ocho letras, sin embargo sé de sobra que nunca seré capaz, ni aunque nos separe internet, ni aunque nos separe una barra de bar, ni aunque nos separe un continente, sería incapaz de pronunciar las ocho letras que forman las dos palabras más bonitas y más temibles del diccionario.
Ocho letras… Le he preguntado a la luna, como puedo pronunciártelas, pero ella se limita a sonreír y no contesta a mi pregunta. Tal vez me quiere decir que lo deje, que tú nunca te mezclarías con un pobre corazón casando, desgarrado y derrotado en mil batallas.
Ocho letras… ¿Por qué a otros les resulta tan fácil pronunciarlas? ¿Será que para ellos no significan nada? Sé que prefieres un chico inteligente, simpático, divertido, con coche, con un buen cuerpo y una cara bonita. Como puedo observar, yo no encajo en la descripción, ni inteligente, ni simpático, ni divertido, ni tengo buen cuerpo, ni tengo coche, ni tengo una cara bonita; pero en cambio tengo un corazón, medio destrozado, eso si, pero bueno, al menos lo tengo; y no me importaría dártelo si me lo pidieras.
Ocho letras… Solamente quiero un beso de tus labios, sólo uno. Dado con el mismo candor con el que tu besas a otros, dado con la misma ilusión, con el mismo deseo; sólo pido eso, sólo eso…
Ocho letras… En mis sueños te tengo, eres mía, tan solo mía, no tengo que compartirte con nadie; y aunque la realidad sea más cruel, para dar un paso adelante, necesito seguir viviendo de mis sueños…
Discúlpame, como ya hiciste otras veces, si algo de lo escrito te ofende. Está escrito con sangre mezclada con lágrimas para que no sea tan espesa. Quiero decirte muchísimas cosas, pero siempre he creído que una mirada vale más que las palabras. Lo siento, siento seguir atormentándote, pero es el precio que has de pagar por inflingirme, sin quererlo, está herida mortal que me destroza cada día por dentro.
Ocho letras…
¡Sí! ¡Son esas que estas pensando ahora mismo! Aunque no vayan dirigidas hacia mi, sino hacia otra persona.
Ocho letras…

Una reina...

Contaban los ancianos que su belleza no tenía límites, que sólo con su belleza hizo temblar al mismísimo Odín... Hablaban sin cesar de su pelo largo y sedoso, dorado como los rayos del sol; de sus ojos azules como el mar que dominaba su reino; de sus labios, rojos como la sangre que corre por las venas y de su tez blanca, tan blanca como la nieve perpetua que coronaba las cimas del reino.
Era bella, y a la par, fría como el hielo; ningún rey, ningún caballero, ningún campesino, consiguieron jamás enamorarla, jamás se rindió ante ningún hombre, ni siquiera ante el poderoso Odín...
Escuchándolos hablar, comprendo que esa dama misteriosa sigue existiendo. Tal vez su cabello ya no sea dorado, sino negro como la noche; quizás sus ojos azules, se hayan tornado del color del azabache; quizás no reine en las duras tierras del norte, sino que reina más al sur...
Tal vez, no haga temblar a los dioses, quizás sólo hace temblar a los hombres; cualquiera que posa su mirada en ella, queda totalmente a su merced...
Lo sé, porque yo me he cruzado con ella... Y ahora, como un caballero herido en batalla, me retiro a mi choza, a curarme las heridas que sus bellos ojos inflingieron a mi humilde corazón...