AHÍ QUEDA ESO....

Una islita de las cosas que nunca se dirán...

Nombre:
Lugar: Asturias, Spain

martes, agosto 23, 2005

Una historia de un amor cualquiera

“Perdona, ¿está ocupada esta silla?”

Una frase vulgar, mil veces dicha durante una noche de fin de semana, normalmente sin mayor recompensa que la ansiada silla.
Sin embargo, en este caso, esta frase tan simple me permitió mirar durante unos breves segundos a la chica de la que caería enamorado casi instantáneamente.
A partir de aquel momento, pasé toda la noche buscando su mirada entre la gente, imaginando que alguna de sus miradas iban dirigidas hacia mi.

No sé como escribir, los recuerdos de aquella noche vuelven a mi cabeza a borbotones y sin ningún orden cronológico. Supongo que como en todas las cosas lo mejor es empezar por el principio.

El verano tocaba a su fin, pero como siempre aún quedaban fiestas en algunos pueblos. La casualidad, el azar o el aburrimiento nos llevó a salir aquella noche.
Cuando llegamos, fue casi una odisea, poder aparcar el coche, estaba hasta los topes de gente; y eso nos encantaba, cuanta más gente mejor.
Después de conseguir aparcar el coche, dimos una vuelta por la feria; típico de cuando en el grupo se lleva a alguna mujer, sin que ninguna chica se sienta ofendida, aunque en nuestro caso no llevábamos a ninguna.
Por fin, llegamos a nuestro principal objetivo, la terraza de una sidrería.
Era enorme y estaba hasta los topes. Milagrosamente encontramos una pequeña mesa en una esquina, no era muy grande pero conseguimos meternos las cuatro personas, que íbamos en ella. Por desgracia, no todo iban a ser rosas, faltaba una silla y como siempre soy el último para todo, pues me tocó mendigar una.
Ojeé a mi alrededor, buscando una presa fácil; justo al lado nuestro había un grupo de chicas, eran cuatro, y pude comprobar que les sobraba una silla; cansado de estar de pie me dirigí hacia ellas, y dije la frase que me mantiene sumido en la melancolía constante del recuerdo.

“Perdona, ¿está ocupada esta silla?”
En ese instante, unos ojos que me hicieron olvidar cualquier problema, se posaron en mí.
“No, puedes cogerla.”
“Gracias.”


Me aparté de ellas; había ganado una silla y había perdido el corazón en el envite. Volví, tranquilamente, con mis colegas. Enseguida volaron las preguntas.

“¿Cómo se llaman? ¿Están buenas? ¿Tienen novio?”

Me quedé como asustado ante tal bombardeo de preguntas, ni siquiera había podido sentarme. Supongo que debido a la cara de panoli que puse, la mesa entera estalló en risas.

“¿Estás bien?”
“Baja tío, vuelve con nosotros.”


Al final tras unos segundos de incertidumbre, conseguí volver a la tierra.

“Que os den. ¿Bebemos sidra?”

La pregunta sobraba pero no me apetecía que la inquisición, personificada en mis colegas, me siguiera bombardeando a preguntas. Así que me dirigí a la barra para pedir, como de costumbre, la reglamentaria caja de sidra.
La verdad acabo siempre hasta las narices de la sidra, soy el único que carece de total vergüenza para escanciar en público, ninguno de los demás se atreve.
Cuando regresé a la mesa, me quedé atónito; las chicas de la mesa de al lado, a las que les "robé" la silla, estaban sentadas entre nosotros. Tal vez mi cara necesitaba explicación, pues solícitamente y sin que de mí boca saliera una sílaba, uno de mis colegas me comentó.

“No saben echar sidra, son valencianas.”

No necesitaba saber más, me puse manos a la obra y comencé la ronda de culetes. Me hizo mucha gracia ver como ellas se atragantaban por culpa de las burbujas. Mis colegas enseguida se empezaron a reír como bestias, en cambio yo opté por una leve sonrisa, pues lo que les pasaba a ellas, me solía pasar a mí a menudo.
Cuando por fin terminé la ronda, me dejé caer en la silla, aún no me había percatado de que la chica, de cuyos ojos me había prendado, estaba sentada a mi lado.

“¡Desagradable!”

El grito me hizo pegar un salto en la silla, mientras toda la mesa volvía a reírse a mi costa.

“¿No quieres qué te las presentemos?”

No muy convencido, asentí, casi mecánicamente.

“Te presento a Mónica, Cristina, Ángeles y Natalia. Chicas, el es Raúl.”
“Encantado.”


Recorrí la mesa en busca de las mejillas de las cuatro chicas, para depositar en ellas los dos besos de cortesía. A la última que se los di, fue a la chica que estaba sentada a mi lado, Natalia. Acabé el trabajo y me dejé caer en la silla. Estaba anocheciendo, y la terraza miraba al mar, lo cual dejaba una vista impresionante para disfrutar de ella.
Me sumí en mis pensamientos, mientras el sol, poco a poco, se hundía en el mar.
Había contemplado muchos anocheceres como aquel al lado de la chica que me traía loco, pero siempre habían sido separados por otro chico, su novio, o su conquista de la noche; nunca lo habíamos pasado juntos, cómo a mi me hubiese gustado.
La melancolía comenzó a embargarme. Hacía meses que no la veía, no sabía nada de ella, lo único que sabía era que volvía a tener novio.
Habíamos discutido por una tontería; la verdad parecíamos una pareja, por lo estúpido de la discusión. Ella se enfadó, yo dije cosas de las que me arrepiento profundamente y se fue. Así de sencillo, se fue.
Nunca fui ningún valiente, así que no me atreví a llamarla, había sido un imbécil, había perdido a mi mejor amiga y a la chica de mis sueños en un arranque infantil de celos.
De repente una voz me sacó de mi mundo y me devolvió a la realidad.
“Una puesta de sol preciosa.”

Era Natalia, intentaba mantener una conversación conmigo, ya que los demás enseguida se habían juntado por parejas. “Tu si que eres preciosa” pensé para mi.

“Gracias.”

El comentario me extrañó, pero al levantar los ojos hacía ella, me percaté de que estaba poniéndose colorada. Entonces me di cuenta de que el comentario lo había realizado en voz alta. Al comprender mi torpeza, empecé a ponerme nervioso.

“Lo siento.”
“No te preocupes, nadie lo ha oído, salvo yo.”


Me sentí un poco más tranquilo. Mis colegas estaban empeñados en buscarme una sustituta para ella, pero yo no me daba por vencido, en lo más hondo de mí, sabía que tenían razón; sin embargo, quería creer que sería ella la que me llamaría para hablar.

“Es un pueblo muy bonito.”

La voz de Natalia me sacó, nuevamente, de mis pensamientos. Para no parecer grosero ni antipático, seguí la conversación.

“¿Lo conoces?”
“No. Hemos venido directamente aquí.”
“¿Ni siquiera habéis visto los puestos de la feria?”
“¡Que va!”


No me puedo imaginar que cara pondría, pero Natalia se echó a reír. Fue en aquel mismo momento, en el que me olvidé de todos mis problemas, y en el que decidí pensar solamente en pasarlo bien.

“¿Quieres dar un paseo? Así me enseñas el pueblo.”
“Acepto encantado, aunque no soy de por aquí.”
“Me da igual, yo tampoco.”


Por primera vez en toda la tarde sonreí. Me empezaba a interesar Natalia; no sabía muy bien por qué, pero estaba empezando a interesarme de verdad por ella.
Me levanté después de que lo hiciera Natalia. Como ya esperaba, la inquisición apareció.

“¿A dónde vais? Aún queda mucha sidra por beber.”

No me apetecía mandarlos a la mierda; por suerte, Natalia fue más rápida en encontrar una contestación.

“Me va a llevar a dar un paseo y a lo mejor nos enrollamos, ¿pasa algo?”
“No, no…”
“Creía, porque vosotros seis lleváis cerca de diez minutos comiéndoos los morros mutuamente, sin pedir ni un trago de sidra… Vamos Raúl.”


Estaba alucinado, me agarró del brazo y me arrastró hacia el paseo de la playa. Aún no había asimilado las palabras de Natalia. Había dejado las cosas claritas y a juzgar por la cara de mis colegas y de sus amigas, no creo que nadie se lo hubiese esperado.
Comenzamos a caminar hacía la feria, bueno en realidad, la única que caminaba era ella, yo estaba siendo, literalmente, arrastrado.
Apenas nos habíamos alejado unos cuantos metros de la terraza, cuando Natalia volvió a hablar.

“Puedes cerrar la boca, te va a entrar un pájaro.”

Yo seguía totalmente ausente, no la escuchaba, seguía pensando en lo que acababa de pasar.

“¿Te ha comido la lengua el gato?”
“¿Qué? Perdona… estoy un pelín desconcertado.”
“No te preocupes, no te voy a violar ni nada por el estilo; simplemente fue lo primero que se me ocurrió para callar posteriores risitas y chismorreos.”
“Buff, no sabes el peso que me has quitado de encima.”


Continuamos caminando, le fui explicando algo sobre el pueblo, un poco de su historia, de la gente, de los platos típicos, algo sobre los edificios que íbamos pasando. Natalia escuchaba muy atenta, a veces me preguntaba alguna cosa, sobre lo que acababa de decirle o sobre alguna frase que no entendía, pero la mayor parte del tiempo permaneció callada.
Recorrimos el pueblo tranquilamente, llegando a la plaza mayor, en la que había situada una carpa, a modo de chiringuito…

“Natalia, ¿te apetece tomar algo?”
“Si, porque estoy seca. Pídeme un malibú.”
“De acuerdo, ahora vuelvo.”

Apenas había dado un par de pasos cuando Natalia me llamó…

“¡Raúl!”
“Dime.”
“Llámame Nati.”
“Vuelvo ahora, Nati.”


Me alejé de ella y de su sonrisa. En el paseo por el pueblo, pude observarla tranquilamente. Era una chica alta, más o menos de mi misma talla, era morena y tenía unos bonitos ojos verdes. ¿Atractiva? Lo era y mucho, o por lo menos eso me pareció a mí. Físicamente, no estaba nada mal. Lucía una minifalda que dejaba al descubierto unas piernas morenas impresionantes, llevaba una camiseta de tirantes, de escote poco pronunciado, pero muy sugerente.
Por un momento, mientras pedía las bebidas me recordó a mi antigua amiga. Se parecían bastante, no físicamente sino en su forma de ser, eran chicas simpáticas, cariñosas, agradables, con las que se podía hablar de cualquier cosa. Decidí apartarla a ella de mi cabeza y pensar solamente en Nati.
Cuando me volví para regresar junto a ella, la vi rodeada por varios buitres; enseguida se percató de mi mirada y cruzó la suya con la mía pidiéndome auxilio. Me acerqué lentamente, pedí perdón y le ofrecí la copa.

“¡Gracias cielo!”

El beso fue corto, apenas un breve roce de los labios, pero fue suave y tierno. Los buitres que aún seguían a su alrededor, profirieron un resoplido de desilusión y desaparecieron tan rápidamente como habían aparecido.
Nati, lentamente se separó de mí y bebió un sorbo de su copa.

“Lo siento.”
“¿El qué?”
“El beso. No sé si tienes novia, si te gusto, vamos que ni siquiera te conozco, pero quería deshacerme de esos pesados.”
“No tengo novia y me gustas. Y en cuanto a qué no me conoces, podemos solucionarlo.”


La cogí de la mano y la llevé al parque cercano a la plaza. Había varios grupos de chavales haciendo botellón, pero, por suerte encontramos un banco libre para sentarnos.

“Bien. ¿Qué quieres saber sobre mi?”

Por primera vez en toda la noche, el sorprendido no era yo, era Nati. Tardó varios minutos en contestar, parecía debatirse entre hacer una pregunta o no hacerla. Decidí animarla…

“Puedes preguntarme lo que quieras.”
“No contestes si no quieres, ¿de acuerdo?”
“De acuerdo.”
“¿Quién es ella? Antes cuando estabas contemplando el anochecer, una sombra cruzó tu cara, supuse que sería por una chica…”
“Era mi mejor amiga.”
“¿Era?”
“Si, desde que una tarde nos dijimos de todo.”
“¿La querías?”
“Más que a cualquier amiga; era la chica de mis sueños, por la que vivía y afrontaba los días…”

Guardé silencio durante unos segundos, sinceramente no quería ponerme a llorar delante de Nati…

“¿De verdad no hay solución?”
“No lo sé. No me atrevo a llamarla, por si acaso…”

5 Comments:

Blogger Jefe said...

Ainsss... que se quede con Nati, por fiiiiiiii

10:27  
Blogger Kaloni said...

Pues que está tremendamente bien el relato, compañero.

Un saludo.

10:42  
Blogger Alea jacta est said...

Tío eres un crak haciendo historias, nos tienes a todos prendados de esta, espero que le pongas un final como se merece porque todos estamos ansioso por saber si Raúl cambia su chica por Nati, aunque por lo que llevas escrito me parece a mí que va ser que no.

Un abrazo!!!!!

14:44  
Blogger Isthar said...

Tienes un don para las historias de amor... ¡¡qué nos dejan en vilo!!

Lo malo de no hacer algo es que no puedes vivir el resto de tu vida pensando que hubiera pasado si me hubiera atrevido a hacerlo...

18:01  
Blogger Chirli said...

Que lindo lo que has escrito.
Quizas me imagino las voces hablando y lo mas lindo es el acento...

besos

22:26  

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