AHÍ QUEDA ESO....

Una islita de las cosas que nunca se dirán...

Nombre:
Lugar: Asturias, Spain

lunes, marzo 14, 2005

¿Un sueño? IV

Lo peor es la espera; estamos sentados cerca de la calle, desde mi posición la controlo enterita. Mientras doy cuenta de mi cerveza, rezo a todos los santos que conozco para que aparezcas pronto. Después de unas cuantas cervezas, nos ponemos a jugar al futbolín, es algo que siempre hacemos. Sinceramente, no soy muy bueno, así que enseguida encuentro excusas para acercarme a la mesa y echar una ojeadita a la calle. Las novias de algunos colegas me dicen, entre las risitas típicas de las cotillas: "Tranquilo, en cuanto llegue, te avisamos". No te preocupes. ¿Qué no me preocupe? Pienso, mientras me vuelvo hacia el futbolín, ¿qué no me preocupe?

Llevamos tiempo jugando y aún no sé nada de ti, pero, por primera vez, en un par de días, no me atormentan tus ojos porque vamos ganando, llevamos unas cuantas partidas sin perder. Cuando finalmente nos echan, vuelvo contento hacia la mesa, habíamos hecho buenas partidas y nos habíamos divertido. Sin embargo, al llegar a la mesa, toda mi alegría se convierte en asombro. Estas ahí, sentada en mi silla, sobre tus piernas está mi jersey. En cuanto lo veo, juro a dios que nunca más lo volveré a lavar. Estas ahí, repito para mí, sentada en mi propia silla, hablando con tus amigas y con las mías. Cuando percibes nuestra llegada, te levantas y nos recibes a todos con una gran sonrisa y un par de besos. Ahora que estás de pie, puedo contemplarte: llevas una minifalda roja, parece vaquera con el borde como deshilachado y una camiseta de flores, tipo hawaiano. Estás preciosa, encantadora, sexy, resplandeciente... No se me ocurre nada que decirte, salvo un débil “perdona” cuando, al ir a por mi cerveza, te rozo el brazo. El contacto me hace temblar y derramo unas gotas sobre tus piernas. Por suerte, las gotas de cerveza son recibidas por mi jersey y tu no le das importancia a mi torpeza.
La noche pasa lentamente, la conversación general va muriendo poco a poco y es sustituida por pequeñas conversaciones, medio privadas, medio colectivas.
No sé si lo has hecho a propósito o ha sido cosa del azar, pero nos encontramos hablando solos, sin que nadie meta las narices en la pequeña burbuja en la que nos hemos metido.
Apenas soy capaz de articular palabra, solamente asiento con la cabeza, como un niño pequeño, tú llevas el peso de la conversación y por la forma en que me miras y todo lo que dudas me parece que no me va a gustar esta conversación.
Me dices que lo que ha pasado entre nosotros ha sido algo importante, aunque recalcas que no estas segura de que vaya a salir bien.
No me hace ninguna gracia el rumbo que está tomando la conversación, y una nueva pregunta sustituye a las que tenía hace dos días, ¿por qué me has hecho algo así? Esta pregunta nunca saldrá de mis labios, aunque me quema como un hierro candente.
Continuas con tu charla, que me quieres, que soy muy importante para ti, pero... .
Detrás de un pero nunca viene nada bueno. Me preparo para oír lo peor, no sé como encajaré el golpe, así todos los músculos del cuerpo se me tensan en la silla.
Pero, sólo te quiero como a un buen amigo, eso sí, más especial que ninguno, pero solo un amigo.
Herido de muerte, la frase, ahora convertida en flecha, atraviesa mis costillas sin problema y se aloja en el corazón.
-¿Y lo del otro día? ¿Lo qué me contaste? ¿Los besos, las miradas?
-No lo sé, supongo que quería compensarte por todo lo que has hecho por mí. Siempre que te he necesitado has estado ahí.
-Pues vaya favor, me has subido al cielo y ahora de repente me quitas las nubes. La caída es brutal..
Sin darme cuenta, he levantado la voz y nuestra conversación, que en un principio era privada, ahora es de dominio nacional. Todos los ojos están pendientes en nosotros. Opto por la mejor opción, me levanto y me dirijo a la calle. Murmuro un simple “cambio de local”. No sé como lo has conseguido pero sólo tu me sigues calle abajo.
Me coges del brazo y murmuras un “lo siento”. Me acabo de dar cuenta de que eres lo mejor de mi vida y odio que estés triste así que te advierto que no hay nada que sentir, que lo pasado, pasado está y aprovecho para añadir que fue el mejor día de mi vida, aunque no recuerda casi nada de lo que había pasado.
Cogidos del brazo, entramos en otro bar, me obligas a bailar contigo, sabes de sobra que no soy un buen bailarín pero aún así, insistes tanto que acabamos bailando canción tras canción.
En un momento en el que te despistas me escabullo hábilmente y me dirijo, entre codazos, empujones, pisotones y perdones, hacia la barra.
Cuando regreso a tu lado, ya me has sustituido por otro, seguro que él te ha atacado, cualquiera no lo haría. Bailas con él, te ríes de sus bromas y yo, mientras tanto me apoyo en la pared para mirarte. No puedo creer que durante uno o dos días hayas sido mía. La verdad no lo esperaba, pero tampoco esperaba lo que me has dicho, hace apenas unas horas; era algo de esperar pero, sencillamente, creo que me había hecho demasiadas ilusiones.
Sigo sumergido en mis pensamientos y en mi copa, cuando alguien se coge de mi brazo, abro los ojos y te veo frente a mí, con cara de pocos amigos, pero, por suerte, tu mirada de furia no va dirigida contra mí, sino que va contra ese individuo con el que bailabas hace un momento. Apenas entiendo lo que mascullas entre dientes, mientras me arrastras fuera del bar. Yo te dejo hacer, nunca osaría contrariarte y menos ahora, ya que podría ganarme algo más que una mirada iracunda.
Ya fuera del local, continuas tu camino y yo, por supuesto, continuo siendo arrastrado por ti. Te pido por favor que paremos, porque si seguimos caminando nunca podré terminar mi copa. Tras otros cuatro pasos, te detienes, te lo agradezco en el alma. Me contestas secantemente que deje de beber. Yo a mí vez y tras un largo trago te comento que estoy intentando ahogar las penas.
-¿Penas?
-¿Por qué me has medio obligado a salir del bar?
-Porque ese mamón quería meterme mano, de hecho lo hizo en dos ocasiones.
-¿Quieres que le parta la cara?
Me miras asombrada, arqueas las cejas y definitivamente concluyes que estoy como una cabra. Ante tu conclusión, alego en mi defensa que no estoy como una cabra sino que estoy completamente borracho.
-Que es distinto.
-Ya lo veo, ya lo veo. ¿No podrías controlarte un poco más?
-La situación lo requiere.
-¿Qué situación?
-Acabamos de romper, es normal que esté anímicamente hundido.
-¿Romper? No había ningún compromiso entre nosotros.
-Para ti, no. Pero yo ya me había hecho ilusiones.
Si antes estabas asombrada, ahora parece que vas a perder tus bonitos ojos. No sabes que decir ni que hacer, así que me vuelves a coger del brazo y me arrastras con mis colegas y tus amigas.

Estoy totalmente anestesiado, no sé con quien, ni de que estoy hablando. Lo único que sé es que estoy rumiando mi mala suerte en mi cabeza. Si ayer me desperté contento, hoy me encuentro realmente hundido. No sé porque has cambiado tan repentinamente de idea, pero me propongo averiguarlo. Me dirijo hacia donde estás, mis colegas tratan de disuadirme pero no lo consiguen.
Me detengo como si alguien me golpeara en el pecho, ahí estás, pero no estás sola y los brazos que te abrazan y los labios que besas, desgraciadamente no son los míos, son los de otra persona.
No sé si ha sido el grito que he pegado o ha sido instinto pero vuelves la cabeza y tus ojos se clavan en los míos. Sé lo que buscan, por primera vez en toda la noche, sé lo que pasa, quieres mi aprobación. Acabo de recordar tus palabras “un amigo especial”, no me queda otra solución, me acerco a despedirme, me voy para casa, estoy cansado de dar vueltas. Tras darte los dos besos me abrazas fuertemente y me susurras al oído:
-¿No vas a reprocharme nada?
-Ni hablar, pásalo bien y a ver sí te dura más tiempo.

Me encamino hacía casa, pero algo ocurre en el camino, una farola aparece de la nada y no me queda otra opción que abrazarla. El golpe es de muerte, veo las estrellas, entre ellas están tus ojos y todos los planetas de la galaxia.

Poco a poco, las nubes de mi mente se van despejando, consigo ir abriendo los ojos, aunque la claridad me ciega. Muy despacio, consigo ordenar mis ideas, estoy... estoy... estoy en el suelo de mi habitación, justo al lado de mi cama. ¿Pero qué ha pasado? Si había caído cerca del parque, ¿quién me ha traído a casa? No lo sé, busco la ropa con la que salí y está extrañamente doblada en el armario. Cada vez es todo más extraño. Loco o poseído, no sé por cual de los dos sustantivos definirme, me encamino a casa de uno de mis colegas.
Me abre la puerta sonriente, sonrisa que se borra al ver mi cara de lunático.
-Tío, esto es muy grave, he despertado en casa.
-¿Y dónde querías despertar?
-Pero ayer cuando volvía, me pegué contra una farola del parque.
-¿Estás de broma? ¿Ya has vuelto a fumar porros? ¿No los habías dejado?
-Que porros ni que niño muerto, joder, esto es grave. ¿Me llevaste tú a casa?
-En primer lugar, ayer no salimos y en segundo lugar, ya podías haber llegado a rastras.
-Gracias por tu sinceridad. Así que ¿ayer no salimos?
-No, estuvimos tomando algo por aquí hasta la hora de cenar.
-Sí, eso lo sé y después quedamos para ir a la terraza a tomar algo.
-Lo siento, te equivocas. No salimos.
Le miro a los ojos, sé que no me miente, así que puede que la ruptura con ella, sólo sea fruto de mi imaginación, una jugarreta de mi lado pesimista.
-No sabes el peso que me has quitado de encima. Oye, por cierto, no me has preguntado por ella.
-¿Por ella? ¿Quién es ella?
-¿No te acuerdas lo que me preguntasteis por la tarde?
-No. Sé quién es ella, pero no recuerdo haber hablado nada sobre ella.
-Queríais saber como me había ido anteayer.
-¿Anteayer? Si estuvimos todos en la playa y luego salimos de noche a tomar algo.

¿Podía ser posible? He estado soñando todo este tiempo. Ahora sabía que estaba despierto porque el chichón de la cabeza me dolía mucho. Le pedí unas aspirinas y le conté todo lo que me había pasado.
Al acabar, me miró entre asombrado y compasivo. “¡Vaya imaginación! Hace dos días fuimos a la playa. Decidimos salir un poco de noche a la terraza. Todo lo que me has contado de la terraza es verdad, ella estaba allí e iba vestida como tú la has descrito. También, es verdad que estuvisteis hablando pero no sé de que y también, es cierto que ella estuvo con un chaval y que tu estabas completamente borracho. Dijiste que ibas para casa, pero en tu estado decidimos seguirte, era muy simpática tu forma de caminar hasta que te abrazaste a la farola. Caíste redondo, del golpe te habías dormido, así que te llevamos a casa. Supongo que el golpe y el sueño te han tenido en cama estos dos días y que hoy te has levantado porque te has caído de ella.”

Abandoné a mi colega. La conversación que habíamos mantenido, me había vuelto a desconcertar. O sea que ni había estado contigo, no habíamos roto, ni nada; todo fue un simple sueño. Bueno, simple no, pero sólo fue un sueño.
Camino sin rumbo fijo, cada vez más descentrado; mis pasos me llevan hasta delante de tu portal. Decido dar la vuelta, porque parezco un marinero sin brújula, de perdido que estoy en mis pensamientos. Apenas me vuelvo, cuando oigo tu voz:
-Espérame, que voy para el centro. ¿Qué tal? Hace un par de días que no sé nada de ti.
-Supongo que los pasé durmiendo debido a un golpe.
-¿Supones?
-Sinceramente, no me acuerdo de nada. Tan solo recuerdo un sueño extrañísimo que tuve.
-Me contaron que te abrazaste a una farola, ¿es cierto?
-Creo que sí. Además es la responsable del bonito chichón que tengo en la cabeza.
-¡Ja, ja, ja!
-¿Y tú qué? ¿Hacia dónde caminas?
-He quedado con un chico.
-¿Con el del otro día?
-¿Te acuerdas? Pensé que estabas demasiado borracho.
-Ya ves, algunas cosas aún las recuerdo.

Continuamos caminando y charlando, aunque íbamos a paso lento, me parecía qué íbamos corriendo porque enseguida llegamos al cruce donde te tenías que despedir. Nos abrazamos y nos dimos un par de besos, como de costumbre. Te deseé toda la suerte del mundo con ese chico, aunque, en el fondo deseaba que durarais lo menos posible. De todas formas, a este último pensamiento ni siquiera le hice caso, ya que recordé que éramos amigos; así que, mientras te alejabas, le pedí al cielo que por lo menos la relación no acabase mal.
Proseguí mi camino hacia casa. Seguía rumiando lo que había soñado. Llegué a la conclusión de que todo lo que había pasado en el sueño, era lo que me gustaría que pasase entre nosotros. Bueno, quitando la última parte, ya sabes, la ruptura y tu nuevo ligue. También, me di cuenta que los mejores días de mi vida había sido fruto de mi imaginación. Ya me dirás, si se lo cuento a un médico, me encierran en un psiquiátrico de esos para el resto de mi vida. Sólo de pensarlo me entra una desazón que no puedo controlar.
Acabo de ducharme y de cenar, estoy tirado en la cama sin hacer nada, simplemente pienso. No sé porque pero mis manos involuntariamente se dirigen hacía el sitio que habías ocupado en mi sueño, pero, desgraciadamente, sólo encuentran la sábana. Una fuerza extraña me obliga a levantarme y a sentarme frente al ordenador, aún no sé que hago aquí cuando, como por arte de magia, mis dedos se deslizan sobre el teclado. Empiezo a escribir como poseído todo lo que me ha pasado. A medida que lo escribo voy recordando cada una de las escenas. Más que escenas, te recuerdo a ti: tu postura, tu sonrisa, tu atuendo, el brillo de tus ojos... .
Si me preguntaras, ahora mismo por qué lo escribí; no sabría contestarte y creo que después de algún tiempo siga sin conocer la respuesta.
Este extraño sueño podía haber sido mi sueño, en el que tu y yo somos los protagonistas. Pero como el sueño se lo debo a mi imaginación, supongo que será el sueño de todo aquel o aquella que esté enamorado o enamorada.
Ya que, ¿Qué es lo que deseamos todas las personas que están enamoradas? La respuesta es fácil, las personas que aún no han conseguido a su amor, desearemos estar con él o ella, aunque, en muchos casos solamente pueda ser a través de un mágico sueño como éste.

domingo, marzo 13, 2005

¿Un sueño? III

“Ayer por la tarde me llamaste para ir hasta el cine. Te apetecía salir pero no encontraste a nadie, así que recurriste a mí. Te comenté que tenía cosas que hacer y quedamos en vernos a las diez delante de mi casa.
Dieron las diez y como un clavo, te presentaste. Nos dimos los dos besos de cortesía y nos encaminamos hacia el cine. Por el camino discutimos que película íbamos a ver, teníamos cuatro para elegir. A pesar de que no te gustan accediste a ver una de miedo, por que yo tenia muchísimas ganas de verla.
Compramos palomitas y un par de botellas de agua y nos encaminamos a la sala de tortura, como tú la llamaste. No había mucha gente, ya que aunque el cine tiene cuatro salas, no es uno de los grandes, por lo que mucha gente ya había visto la película en esos cines de moda de los grandes centros comerciales..
Era una película de terror psicológico, yo lo pase realmente mal en algunos momentos pero tu, tu estabas cada vez más encogido en tu butaca, parecía que te engullía a medida que pasaban los minutos. Al verte así, me diste un poquito de pena, así que te cogí de la mano. Al principio, te mostraste un poco distante y reacio al contacto, pero poco a poco te fuiste relajando, por lo menos no sudabas de miedo. Según se acercaba el final, empezaste a acariciarme la mano, muy despacio, apenas lo notaba, pero era una sensación muy agradable.
Cuando salimos de la sala de tortura, te propuse ir a tomar algo. Yo sabía que no te ibas a negar, que con tal de estar junto a mí que harías lo que fuera. Aceptaste sin pestañear y nos encaminamos a una cafetería cercana al cine.
Pedimos unas cervezas y nos sentamos a hablar sobre la película. Que si era bastante cruel, que si fallaba algún personaje, que si esto, que si lo otro... El reloj seguía corriendo y después de la quinta cerveza me invitaste a cenar, pero no a tu casa sino a una sidrería. Sinceramente esperaba que me lo dijeras, así que acepté sin dudar. Supongo que por pura felicidad me diste un beso en la mejilla, yo te lo devolví al rato de salir a la calle. Te cogió de sorpresa, no te lo esperabas. Nos cogimos del brazo y como una pareja nos dirigimos a la sidrería.
Fácilmente encontramos una mesa, estaba en un rincón, un poco alejada de las demás. Me susurraste un perfecto al oído y nos sentamos. Mientras esperábamos la cena y entre culete y culete de sidra, seguimos la conversación de la cafetería. Aunque rápidamente se nos acabó el tema de la película y lo sustituimos por el de los novios, novias.....
El alcohol nos desinhibió totalmente, aunque no habíamos tomado mucho. Quedé totalmente asombrada cuando entre muchísimos buff me dijiste que te gustaba, que te habías enamorado, que ya venia de hacia tiempo, que lo habías confundido con amistad pero que ya no te quedaban dudas. En aquel momento me sentí la mujer más feliz del mundo, supongo que es todo lo que una desea que le digan. Acabamos de cenar y me acompañaste a casa. Por el camino, te comente que me gustaban los gatos, me preguntaste que si quería conocer al tuyo y yo como una loca acepte sin pensármelo.
Al abrir la puerta de tu casa, el gato salió disparado escaleras arriba. Ambos nos miramos y nos reímos un buen rato. Cuando el gato decidió volver, pude acariciarlo y jugar con él mientras tu preparabas un poco de café. Entré de puntillas en la cocina, te vi de espaldas y sentí que no podía dejarte escapar, que en todos los tíos buscaba cosas que me recordaran a ti; así que sin dudarlo pasé al ataque. Rodeé tu cintura con mis brazos y comencé a besarte el cuello. En un primer momento te sorprendí pero luego poco a poco entraste en mi juego, te diste la vuelta y el abrazo fue mutuo. El beso fue inocente y corto, me comentaste que tenias muy poca experiencia con las chicas, no me importó. Seguimos abrazados besándonos, tengo que reconocer que aprendiste rápido porque poco a poco los besos fueron más lujuriosos, las manos no paraban y nos encaminamos a tu habitación... ” El resto te lo puedes imaginar.
- ¿Me estas tomando el pelo?
- Claro que no.
- No te enfades. Me cuesta hacerme a la idea de que he pasado la noche con la chica que me gusta.
- La noche, pero también podemos pasar más tiempo, si tu quieres.

No podía creer lo que me había contado, era imposible, ¿por qué no recordaba nada? Estábamos cogidos de la mano, una bonita imagen, un imbécil alelado y una bellísima chica. El sonido del móvil me sacó de mi mundillo y me devolvió a la realidad. Te levantaste de un salto de la silla, y sonreíste, no parabas de hablar y de reírte.
Cuando acabaste me dijiste que era un antiguo novio que quería volver a verte y a hablar contigo. Pero una sombra cruzó tu rostro, supongo que sería por mí.
Cogiste el teléfono y llamaste: Lo siento, no puedo quedar contigo, estoy con otra persona, adiós.
No podía creer lo que oía, ¿qué estabas con otro? Entonces si lo que me habáis contado era cierto, esa persona sería un ciervo.
Este último pensamiento lo hice en voz alta, tu te reíste, te acercaste a mí y me susurraste al oído: ¿ya has notado como te salen los cuernos?
Alucinante, ¿me estabas diciendo que estábamos juntos? No podía ser cierto, estaría soñando de nuevo, ¿una chica como tú? No, estarías de broma o querrías librarte de ese ex a toda costa.
No pude preguntarte ninguna de estas dudas que me asaltaban por que mi boca estaba sellada por la tuya. Parecía que se iba a repetir lo mismo de ayer, pero al acercarnos a la puerta... Mañana me llamas y quedamos, tengo que volver a casa, hasta mañana.
Por segunda vez en un mismo día, me quedaba en la puerta viendo como te alejabas escaleras abajo. Cerré muy despacio, deseando con todas mis fuerzas, que cambiaras de opinión, pero no fue así. Me asomé a la ventana y pude ver como te alejabas hacia la parada del bus, pude ver como montabas en él y volvías la vista hacia mí. Te saludé tan efusivamente que casi caigo por la ventana, pude distinguir una sonrisa en tu cara mientras me decías adiós con la mano.
Me dirigí a la cama lentamente, pensando que habías estado en ella hacía unas pocas horas, aún no lo había asimilado, ¿tu y yo juntos? ¿Caprichos de nuestro destino?
Decidí dejar las preguntas para mañana y echarme en la cama para descansar...

Suena el reloj, son las once de la mañana, es hora de levantarse y hacer un poco de ejercicio. Me pongo unos pantalones cortos y me dedico durante casi una hora a hacer series de abdominales, planchas, lumbares, pesas... . Después salgo a correr.
He pasado cerca de una hora corriendo, subo las escaleras hacia mi casa y cuando estoy intentando abrir la puerta, escucho sonar el teléfono. En unos instantes me percato de que es mi teléfono el que suena, como un rayo, tus ojos pasan por mi cabeza. ¿Serás tú? ¿O ya se acabó el sueño? Intento por todos los medios abrir la puerta, y ya se sabe, cuanto más rápido haces una cosa, más te cuesta. Tardo bastante en abrir la cerradura, ni en mis peores borracheras había tardado tanto.
Al entrar azoto las llaves sobre la mesa de la entrada, los playeros van directamente a la cocina y me abalanzo sobre el teléfono como un poseso; sin embargo hace unos segundos que ha dejado de sonar. ¡Mierda! Esta exclamación va seguida de una serie de juramentos contra todas las fuerzas celestiales.
Justo en el momento en que acabo de despacharme a gusto con los dioses, vuelve a sonar el teléfono; antes de contestar pido perdón por mi anterior comportamiento.
- ¿Diga?
- ¡Buenos días! ¿Qué tal has dormido?
- ¡Hola! Genial, nunca había dormido mejor... Bueno, si quitamos anteayer.
- ¡Je, je, je! Estas de buen humor, ¿eh? ¿Qué has estado haciendo? Te he llamado varias veces.
- Lo siento. Estuve corriendo, ya sabes un poco de ejercicio viene bien.
- ¿Ahora eres deportista?
- Siempre lo he sido... Bueno, más o menos.
- ¡Ja, ja! ¿Saldrás hoy?
- Hum... ¿Podré verte?
- En la terraza de siempre, salgo con mis amigas, espero que estés por allí.
- De acuerdo, supongo que iré con los colegas.
- Pues entonces nos vemos. Un besazo. Hasta la noche.
- Un beso. Hasta luego.

Sé que has colgado, lo sé porque la línea da llamada, aun sabiéndolo me mantengo pegado al auricular. Estoy asimilando la conversación que acabamos de tener. Estoy tan contento que no me doy cuenta de que había algo raro en tu voz. Una parte de mi cabeza me lo recuerda, pero no le presto mucha atención, ya que voy a volver a verla. Hemos vuelto a quedar. Esto es demasiado, ¿los sueños duran tanto? Supongo que será realidad, que estoy despierto y bien despierto; además estoy empapado de sudor.
Consigo reaccionar, marco un número y encargo una pizza para comer, no tengo ganas de cocinar nada y la comida preparada ya no me apetece.
Mientras llega mi comida, aprovecho para ducharme, recoger la habitación y poner la mesa.
¡Voy a verla esta noche, voy a verla esta noche! Parece una canción que se repite en mi cabeza, no consigo acallarla, es impresionante, vaya suerte, y eso que nunca desayuno donuts que sino...
Después de comer, me tiro en la cama y me pierdo en mis pensamientos, cuando un colega me llama al móvil. Oye tío, baja hasta la cafeta, anda, espabila.
Me pongo lo primero que encuentro en el armario y bajo hasta “nuestra” cafetería. En realidad no es nuestra, pero como si lo fuera. Al entrar los distingo en la mesa de siempre, están todos, hacía tiempo que no nos reuníamos todos, será por algo en especial. Según camino hacía ellos, me doy cuenta de por que están todos; supongo que querrán saber, lo yo había ignorado hasta ayer al mediodía: ¿qué pasó?
A medida que me acerco, las risas y los guiños están al orden del día, eso sí ninguno pronuncia palabra alguna, así que tras pedir una cerveza, empezamos a jugar al tute. Nadie habla, pero las risitas, los guiños, los golpecitos en mi hombro son constantes.
Al final, tras la quinta mano y porque ya no se pueden aguantar más, empieza el interrogatorio policial.
- ¿Qué?
- ¿Qué de qué?
- Cuenta, cuenta....
- Eso, eso, desembucha de una vez.
- Venga, no te hagas de rogar.
- No sé de que me estáis hablando.
- Vamos, tío, no nos vengas con esas, ¿cómo fue?

En este punto de la conversación, la novia de uno de ellos me saca del apuro.
- Pero bueno, luego decís que las cotillas somos nosotras.
- Si sólo queremos un poco de información, eso sí, cuanto más detallada, mejor.
- De acuerdo, ¿queréis saber lo que pasó?
- ¡¡¡Sííííííí!!!
- Vale, estuvimos en el cine y fuimos a cenar algo. Punto y final de la historia.
- ¿Quééééé? Claro ¿y después?
- Después, nada. Cada uno por su lado.

Se miran asombrados, ninguno sabe como intentar sacar más información, así que se rinden y continuamos la partida. La conversación deriva a los planes para esta noche. Quedamos, como siempre, en la misma terraza a la que irás. Me regocijo por dentro, porque no tengo que obligarlos a ir y, sobretodo, porque no ha sido idea mía, el encuentro parecerá casual.
Nos despedimos, para cenar y prepararnos. Al marchar, la novia de un colega se me acerca y al darme los dos besos me susurra al oído: ¿Sólo cine y cena? ¿Y la otra C? A mí no me engañas. Y me dedica la mejor de sus sonrisas, seguida de un guiño.
Por fin, nos separamos y se acaba el tormento, camino tranquilamente hacia casa, aún tengo media pizza del mediodía y nunca he necesitado mucho tiempo para vestirme, por lo tanto, no tengo prisa por volver a casa.
Mis pasos me llevan al parque, doy un paseo por él y regreso a casa, porque se me hace un pelín tarde.
Más que comer, devoro la pizza; apenas acabo de lavarme los dientes y ponerme cuatro trapitos, cuando oigo el timbre. Los colegas, ¿quién sino? Tras darles largas por el micro, acabo de vestirme, cojo algo de dinero y me lanzo escaleras abajo, dispuesto a comerme la noche y lo que haga falta... .

[Buff.. aún queda, tengan paciencia ;)]

sábado, marzo 12, 2005

¿Un sueño? II

¿Quééééééé? Pero ¿qué paso ayer? No consigo recordar nada. Se supone que cuando haces algo con la chica que te gusta, lo tienes que recordar, aunque estés completamente borracho. Pero yo no recuerdo nada, nada y no puedo poner como excusa al alcohol...
“Bueno, anda voy a vestirme, aprovecha y cámbiate. Estoy en la habitación por si quieres algo o cambias de opinión respecto a los pantalones”.

Se aleja por el pasillo, la camiseta apenas consigue taparle nada y con cada paso puedo admirarla mejor. La contemplo embobado mientras se aleja, bueno más bien centro mi mirada en la parte final de la camiseta, hasta que desaparece en la habitación. Y ahí sigo en la puerta de la cocina, con unos pantalones llenos de café y otros limpios en la mano, intentando discernir el pasado.
Como un imbécil, me cambio los pantalones y los echo a lavar. Sigo pensando en lo que me has dicho pero no logro reaccionar. Supuestamente tendría que correr como un loco hacia la habitación, entrar y...... Bueno el resto se adivina.
Pero no puedo, estoy completamente aterrado. ¿Te habré forzado a venir? No lo creo porque sino no me dirigirías la palabra. Igual te diste un golpe y estas loca; no tampoco tiene mucha lógica. Lo más seguro es que sea cosa de mi imaginación, tantos días solo que ya no sé lo que me ocurre.

Un miaguido me saca de mi abstracción, es mi gato, tendrá hambre. Me apresuro a cambiarle el agua, limpiarle la caja y echarle más comida. Apenas finalizo estas tareas, cuando te escucho abrir la puerta de la habitación. “Bueno, ya nos veremos, voy para casa, si hoy te apetece salir, llámame ¿de acuerdo?”
Me acerco a la puerta antes de que te vayas, con el gato en el cuello, nada más verlo le haces alguna caricia. Antes de irte, mis labios reciben un beso para evitar más preguntas. Cuando te vuelves para despedirte, ya en la escalera, no puedes reprimir una carcajada: Sigo en el umbral, con el gato en el cuello, con una sonrisa de idiota y los ojos a punto de caerme de las cuencas. No me esperaba el beso, y por el efecto que me a causado, parece que en lugar de un beso, me hayas quitado la mitad del cerebro. A duras penas, consigo despedirme y te sigo con la mirada hasta que desapareces escaleras abajo, tardo unos minutos en reaccionar y en cerrar la puerta, ya que aún resuena tu risa en la escalera.

Lentamente regreso a la cocina, a limpiar todo lo que he ensuciado en apenas cinco minutos que he estado en ella. Mientras lavo las tazas, friego el suelo y recojo la mesa, sigo pensando en lo que ha pasado. Sigo sin recordar nada, así que intento a base de golpes en la cabeza recordar. Parezco un cavernícola, seguro que ellos eran más civilizados. Después de casi romperme la cabeza, solo consigo sacar en claro que necesito una aspirina o mejor, necesito una caja entera.
Vuelvo para mi habitación, aun sigo pensando; las aspirinas han conseguido aplacar el dolor, pero creo que he conseguido un buen chichón.
Al entrar en la habitación, me encuentro una leonera, todo esta revuelto: mi cama, la de mi hermana, la mesa del escritorio, la del ordenador, todo absolutamente todo.
¿Qué habremos hecho? Esta pregunta es más sencilla de contestar, la respuesta parece tan obvia que no pienso ni un momento en que pueda ser verdad. ¿Y por que no? ¿No somos amigos? Me asaltan estas preguntas, pero enseguida las dejo como secundarias, ya que lo que más me interesa es saber lo que paso anoche.

Estaba navegando en mis pensamientos, cuando sentí el timbre de la puerta. ¿Quién será? Despacio me acerco a la puerta, miro por la mirilla... Es un colega, le hago pasar. Cierro la puerta tras él y nos dirigimos hacia la cocina. Le ofrezco una cerveza que acepta encantado y yo, como soy tan previsor, me tomo otras tres aspirinas para prevenir el futuro dolor de cabeza. Durante unos minutos, me mira, noto sus ojos inquisidores.
- ¿Qué?
-¿Qué de qué?
-¿Anoche?
-¿Anoche qué?
-Joder tío, estas tonto o simplemente me vacilas.
-No sé de que narices me estas hablando.
-Venga, que somos colegas.
-¿Qué se supone que te tengo que contar?
-¿Ella esta aquí?
-No ya se ha ido.
-Entonces, ¿qué tal? ¿Es buena? ¿Cariñosa? ¿Lo pasasteis bien?
-Esto es peor que la policía.
-Venga, por favor.
-De acuerdo, te lo contare todo.
-Genial.
-No me acuerdo de nada. Fin de la historia.
-¿Qué? Me tomas el pelo.
-Y ahora, para tu casa que tengo que hacer la comida.

Balbuceando un triste pero, pero, lo arrastro hacia la puerta sin miramiento alguno. Ya me extrañaba su visita, había sido enviado en plan espía para obtener la primicia, aunque no sé que primicia piensa obtener. Cuando abro la puerta mi colega cae al suelo como un saco de harina. Tu estas delante de la puerta, tu dedo índice se dirigía al timbre. Los ojos casi se me salen de las orbitas. Es una situación bastante divertida: tu con cara de circunstancia, yo con cara de atontado y mi colega con cara de payaso. De una patada lo empujo fuera de mi casa, y en la misma acción te agarro del brazo y te hago pasar. La puerta se cierra de un portazo mientras mi colega grita: Alucinante, así que es verdad; Ya me contaras, mamón.
A medida que las risas se alejan por la escalera, consigo volver a situarme. Acabo de cogerte del brazo, por lo tanto no puedes ser un fantasma.
-Lo siento pero se me ha olvidado el móvil.

Te encaminas lentamente a la habitación. En tu camino te encuentras con el gato, al que acaricias y le haces alguna carantoña para después desaparecer dentro de la habitación. Sigo como un idiota, agarrado al pomo de la puerta, cuando consigo reaccionar me dirijo hacia la cocina, acabo de darme cuenta de que tengo hambre.
Mientras caliento un poco de pasta en el microondas sigo pensando en ti y en anoche ¿qué pasó? Ya no es una simple pregunta, es como una piedra que me presiona la cabeza. Necesito respuestas y las quiero ya, ahora mismo sin esperar. No me doy cuenta de que le estoy hablando a un microondas.

De repente siento otra vez, ahora en mi cintura, unos brazos, supongo que son los tuyos y por segunda vez en este día, siento tus labios en mi cuello.
Me preparo para defenderme de ti, me giro, vuelvo a tener esos ojos muy cerca de mí. Un escalofrío me recorre cuando me besas, a duras penas consigo separarme. Me aparto de ti, dejando la mesa de la cocina entre nosotros.
-¿Qué te pasa? Estas muy raro.
-Quédate a comer y te lo explico.
-De acuerdo voy a llamar a mi madre.
Vuelvo a seguir tus pasos con la mirada. Respiro hondo, he conseguido alejarte unos minutillos. Salgo de mi trinchera para poner la mesa y buscar algo más para comer.
Transcurre unos minutos y no das señales de vida. Justo cuando acabo de preparar la comida, apareces sonriente por la puerta.
-No tengo nada que hacer, me tienes para toda la tarde.
Vuelvo a abrir los ojos desmesuradamente, se me van a caer de las cuencas como sigas con esa sonrisa picarona en la cara.
Nos sentamos a comer, uno en cada esquina de la mesa, pero no aguantas mucho en tu puesto y te acercas. Ninguno de los dos dice nada mientras comemos. Al acabar mientras sirves un poco de café para mí y para ti te preparas un nesquick, ahora ya sabes donde se guarda; intento ordenar mi cabeza para empezar a interrogarte.
-¿Por qué estas tan raro?
-¿Raro? Yo diría desconcertado. ¿Qué pasó?
-¿Cuándo?
-Anoche.
-¿Ya no te acuerdas? Pensé que te acordarías, por que no estábamos borrachos, ni tu, ni yo.
-Para el carro. Yo ayer no salí de casa.
-¿Seguro?
-Si te lo aseguro.
-Esta bien. Trata de concentrarte ¿vale?
-De acuerdo.


(otro dia más ;))

jueves, marzo 10, 2005

¿Un sueño? I

Me despierto por la mañana, me siento extraño, diferente, raro... . No sé que me ha pasado esta noche pero me he levantado feliz, alegre, como si mi sueño se hubiese hecho realidad. Me dirijo lentamente hacia la cocina, pensando en lo que me ha ocurrido, en por que estoy tan contento. Al entrar en la cocina, descubro él porque de mi alegría. Estas ahí de pie, sosteniendo la taza de leche, mientras buscas por los armarios el cola-cao para echarlo. Me froto los ojos con fuerza, no lo puedo creer, llevas puesta una de mis camisetas y ahora las dudas que me asaltaban cuando me dirigía a la cocina, se vuelven más intensas. En mi cabeza resuenan una y otra vez las mismas preguntas: ¿Qué haces aquí? ¿Por qué llevas puesta mi camiseta? ¿Qué ha pasado esta noche?
En un principio, creí que lo podría explicar como el producto de la resaca, pero no puede ser, ya que hace días que no salgo y en casa no bebo nunca, solo tomo agua.
Aún sigo intrigado, sin atreverme a pisar la cocina, cuando te das la vuelta y te percatas de mi presencia.
- ¡Buenos días! ¿Dónde tienes el nesquick? Ha sido la mejor noche de mi vida.

La cabeza me da vueltas, ¡es peor que una resaca! Tu voz suena real y jamás confundiría tu sonrisa y tampoco tus ojos ya que solo vivo por y para ellos. Pero lo que me descoloca es la última frase que has dicho: “Ha sido la mejor noche de mi vida”.
¿De qué va todo esto? ¿Será una cámara oculta? ¿O será el día de los inocentes? Las preguntas me asaltan como un torrente, pero entre ellas, vuelvo a oír tu voz: “No te quedes ahí como un espantapájaros, ¿no tienes nesquick?”
Sigo anclado a la puerta, me doy la vuelta y me dirijo de nuevo a la habitación. Todo esto es absurdo, debo haberme vuelto loco de tanto pensar en ti, seguro que eres fruto de mi imaginación.

Por el camino, voy recogiendo ropa del suelo y para mi angustia algunas prendas no son mías: una minifalda, unos vaqueros, esos son míos, pero el sujetador que esta entre ellos no es mío, tengo tetas pero no necesito sujetador, bueno, al menos de momento.
Prosigo mi recolecta hasta habitación, que si un calcetín por aquí, otro por allí, un bolso, un playero, una bota... ¡¡Esto es un verdadero desastre!!
Ya no puedo más, me rindo, me vuelvo a la cama, seguro que con unas horas más de sueño todo se arregla.

Apenas he conseguido acomodarme, cuando oigo que alguien abre la puerta, seguro que es la pesada de mi hermanita pero ¿no estaba de vacaciones? Habrá vuelto antes de tiempo. Siento como alguien se desliza dentro de la cama y me abraza. No, no puede ser mi hermana, nunca haría algo así. Siento un cosquilleo en la oreja. Tengo miedo de darme la vuelta y encontrarte por que si te encuentro en mi cama, lo primero que me da es una pérdida de la conciencia o sea que me desmayo, seguido de un infarto de miocardio. Unos dedos juegan con mi pelo, no son los míos ya que tengo las manos aquí juntitas contra mi cara... ¡Oh dios mío haz que despierte!
El abrazo se hace más.... como expresarlo.... más íntimo, siento una lengua jugueteando con mi oreja y acto seguido unos labios me besan el cuello. Tiene que ser un sueño, esto es imposible.
Armándome de valor me doy muy lentamente la vuelta y me enfrento a tus ojos, con una tierna sonrisa me dices: “¿Cómo has dormido? ¿Qué te ha parecido la noche?”
Doy un salto en la cama, aterrizando en el suelo... es curioso el golpe no me devuelve la imagen de una cama vacía sino que me devuelve la visión de tus ojos que tienen un extraño brillo, podría describirlo como un brillo juguetón.
Pego un bote en el suelo, parezco una pelota de goma que rebota y rebota, y salgo al pasillo cerrando la puerta de mi habitación.
Estoy completamente empapado de sudor, ¿qué es esto? La broma no tiene gracia y me dirijo a la cocina.

Torpemente consigo llenarme la taza de café, tu desayuno esta en la mesa, el bollo a medio comer, la leche entera ya que no encontraste el nesquick...
Apenas llevo sentado un par de segundos cuando siento unos brazos que rodean mi cuello “¿Me tienes miedo? Anoche no me soltabas”.
¡¡Ahhhhh!! No puede ser, es un fantasma de ti que viene a amargarme la vida. ¡¡Socorrroooooooo!! Me levanto dando otro salto, consigo apartarte pero a cambio de tirarme el café por encima, genial los pantalones del pijama llenos de café, esto solo podría pasarme a mí.

“¿Adónde vas? Ya entiendo, ¿quieres jugar?”
¿Pero que dice? ¿Me estaré volviendo tarumba? ¿O serán los años? ¿Senil? Soy demasiado joven para eso.
Mientras intento encontrar respuestas, escucho: “Anda torpe, cámbiate los pantalones, ten ponte estos”. Estoy alucinado, parece que me he fumado algún porro, estoy manteniendo una conversación con un fantasma, definitivamente estoy loco, pero que muy loco.
· Venga quítate esos pantalones y ponte estos.
· Vale, pero por lo menos date la vuelta ¿no?
· Vaya, no sabia que te importara...
· Hombre, importar, lo que se dice importar... un poquillo porque no llevo nada debajo.
· Jajaja. Es normal ayer lo perdiste antes siquiera de echarnos en la cama.


[continuará ;) ]

miércoles, marzo 02, 2005

Delirios de un enamorado (II)

Sigo andando y pensando, a cada paso, esos ojos horiblemente bonitos me invaden un poco más. Tengo ganas de gritar y llorar esta enfermedad que me provocas, pero ¿de qué serviría? Sólo la naturaleza me oiría y yo sólo quiero que tu me escuches, pero, cada vez que reuno el escaso valor viril del que dispongo, esos ojos me transportan a otro mundo en el que casi soy un dios y en el que tu eres la deidad caprichosa que juega conmigo a un juego tan tierno y a la vez tan cruel que me paso la eternidad bajo las órdenes que dicta tu mirada. Estoy llegando a casa, espero y deseo que los quehaceres cotidianos me ayuden a combatir la enfermedad que desde hace tiempo me producen esos ojos. Rezo ara ganar al menos una batalla, ya que la guerra la he perdido hace tiempo; y esta derrota me obliga a endirme a ti, como un antiguo esclavo, pero, a diferencia de él, mi existencia sin libertad está llena de ternura hacia ti, mi ama...
Acabo de recuperar la lucdez; la ducha y la comida me despejaron la mente y consiguieron que las paredes se mantuviesen quietas. Cuando leo lo que te escribí, me entristezco al saber que no puedo echarte de mi vida... con todo lo que hemos hecho juntos...
Una sonrisa melancólica se dibuja en mi cara, mientras recuerdo nuestros viajes, cenas, salidas de fiesta... Si me hubiese dado cuenta un poco antes de que sólo vivía por y para ti, a lo mejor no hubiese llegado a esta situación, que me llevará a la demencia, o igual sí; es algo que nunca podré averiguar... Aunque pudiese dar marcha atrás en el tiempo, no cambiaría nada de lo que he hecho junto a t, nada en absoluto, ni siquiera una frase, ni una mirada, nada...
Todo esto que te escribo es la única forma que tengo de expresar lo que me provocas, es mi única vía de escape ante la soledad y el aburrimiento que siempre conduce mi mente a tus ojos. No me perdona un día, necesito estar ocupado porque si no me invade tu sonrisa y me sume en un letargo tal, que parezco un fantasma caminado por casa.
Intento evadirme de ti, jugando a la consola, pintando, leyendo, pero casi nunca lo consigo, siempre estás ahí, nunca consigo olvidarte.
Poco a poco, con el paso del tiempo, me doy cuenta de que nunca te olvidaré, incluso sé que nunca dejarás de ocupar mis sueños. Tendré que aprender a convivir con la enfermedad que me han producido tus ojos; y aunque me cueste mucho esfuerzo, creo que al final conseguiré llegar a un acuerdo con ella para que deje de atacarme...
Espero conseguirlo, porque ya estoy cansado de luchar contra ella y, sobre todo, estoy hastiado de perder; sin embargo, es una derota tan dulce que perdería contra tus ojos el resto de mi vida.

Delirios de un enamorado (I)

Salí a pasear, después de una noche de fiesta, es bueno para recuperarse. Estoy caminando por el paseo junto al río, mirándo los árboles, las flores, los pescadores que se afanan por coger la mayor pieza; sin embargo, sólo consigo ver tus ojos. Incluso cuando me fijé en la cara del cuélebre, sólo ví esos ojos que me traen loco. No sé por qué, y por supuesto, tampoco sé cómo evitarlo.
El mejor remedio que he encontrado, es no verlos durante unos días, me olvido de ellos, o al menos eso creo. Sin embargo, cuando los vuelvo a ver, vuelven a apoderarse de mí de una forma tan tiernamente cruel que durante el tiempo que paso junto a ellos, olvido que son la causa de mi locura.
Dejo atrás el cuélebre, y me acerco a Ciaño, pero tus iojos, tu sonrisa y, por qué no decirlo, tu cuerpo, me persiguen: no consigo echarlos de mi cabeza. Imagínate lo difícil que me resulta echarlos d emis sueños.
A pesar de las dificultades, estoy llegando al puente, cruzo el río y cada me encamino a mi casa. Cada paso que me acerca a ella, me aleja un poco de ti. Espero algún día, poder alcanzarte y poder decirte todo esto que ahora te escribo. Aunque, la verdad no sé ni para que lo escribo, ya que no creo que te interesa un viejo buhonero cansado de la vida...