AHÍ QUEDA ESO....

Una islita de las cosas que nunca se dirán...

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Lugar: Asturias, Spain

domingo, febrero 06, 2005

¿Otra partida?

“¿Otra partida?” El destino se sienta frente a mí, cara a cara, con una sonrisa en los labios me ofrece una nueva oportunidad de ganarle. Le miro fijamente y acepto la partida.
Mientras reparte las cartas, una parte de mí me dice que lo deje, que todo es lo mismo, que voy a volver a perder de paliza, que es imposible cambiar el destino. Me da todo igual, supongo que será mera cabezonería, pero estoy empeñado en ganar la partida.
Las cartas caen sobre la mesa, cinco para cada uno, en mi mano una triste pareja, sobre el tapete, el póker de ases de mi amigo el destino.
Sus ojos se clavan en mí, mientras sonríe. “Adelante, te daré una nueva oportunidad. Voy a barajar de nuevo y si te sale algo superior a esa pareja habrás ganado.”
Me sorprendo ante esa proposición, parece que quiera que le gane, pero enseguida me doy cuenta que es una broma, que se ríe de mí, que nunca saldrá nada superior a la pareja de sietes que tengo en la mano. Está tan seguro de su victoria que intenta darme falsas esperanzas, para que me aferre a ellas como un naufrago se aferra a un trozo de madera a la deriva.
Las cartas van cayendo delante de mí, están boca arriba. Al verlas, una sonrisa y un gesto triunfal aparecen en mi cara. Tan solo hay dos cartas en el tapete y ya tengo una reina, solo me hace falta otra para ganar. Sigo la mano del destino, que tranquila se dirige hacia el montón, coge una carta, la tercera, le da la vuelta y sin mirarla la posa sobre el tapete al lado de las otras dos. Un as. El optimismo no me abandona, aun me queda dos cartas y puede salir otro as, otra reina o un comodín. La mano vuelve a hacer su viaje hacia el montón de cartas. El destino me mira, no aparta su vista de mí, sonríe al verme concentrado en su mano. Sabe de sobra que no saldrán más ases, ni más reinas, ni siquiera un comodín. Sabe que va a ganar, esta absolutamente seguro, casi tanto como yo estoy seguro de que puedo ganarle.
La carta cae, un seis, me froto los ojos, tan solo queda una carta, aún tengo esperanzas, pero la llama que las aviva se va extinguiendo lentamente. Voy a volver a perder. La mano coge la última carta, mi última oportunidad, la tira sobre las otras ya descubiertas pero esta última yace boca abajo. No sabemos lo que hay debajo. Cuando me dispongo a darle la vuelta, el destino me coge la mano, me mira fijamente y me dice:
“Olvídate de ella, si no siempre perderás.” En un primer momento no le entiendo, retira su mano y la mía le da la vuelta a la carta. La llama de la esperanza se extinguió. Otro seis. He vuelto a perder. Niego la realidad, no puede ser, estaba en mi mano y he vuelto a dejar escapar la oportunidad.
“Te lo advertí. Jugaste mal tus cartas. Fuiste a por la partida a destiempo, tarde y sin opciones de ganarla. Te lo repito olvídate de ella.”
Diciendo esto se levanta y me dejo sentado delante de mi ridícula pareja de seises. La contemplo sin verla, le doy vueltas a las palabras del destino. ¿Será un consejo o simples habladurías? Me parece que ha sido una broma, para mí sus palabras no tienen sentido. Pero al observar al nuevo oponente que se sienta frente a mí, me doy cuenta que las palabras del destino tienen mucho sentido.
Mi rival me mira a los ojos mientras baraja las cartas. “¿Nos jugamos el corazón?” Tardo unos instantes en reaccionar a la pregunta, sin apenas pensarlo acepto la apuesta. Mientras baraja las cartas, me fijo en mi oponente. Casi no me hace falta mirarla, pues es una mujer, la conozco muy bien, quizás demasiado bien. Unos ojos preciosos, una sonrisa encantadora, unos labios maravillosos y unas manos dulces. Mirándola a los ojos le pregunto si es una diosa. “No digas tonterías, cielo.” Mientras me contesta sonríe, y vuelvo a perderme en sus ojos, como me ocurre siempre que la veo. “Jugaré con las cartas descubiertas.”
Reparte tranquilamente las cartas, segura de sí misma, preparada para ganarme el corazón, una vez más. Miro mis cartas y sonrío, parece ser que el destino está conmigo, tengo una escalera de color perfecta. Apenas puedo contener la alegría, he ganado, le he ganado el corazón.
Ella me mira, veo en su cara una sonrisa de satisfacción. “Cielo, creo que has ganado ¿no?” Noto algo raro en su tono de voz, una especie de ironía mezclada con burla. La miro fijamente mientras va sacando sus cartas.
Sigo con la mirada, su preciosa mano que va hacia el montón y saca la primera carta, un as. La mano vuelve a hacer el mismo recorrido, otro as. La tercera carta se demora un poco más, empiezo a mirar hipnotizado, como lentamente al darle la vuelta se descubre un nuevo as. Comprendo rápidamente su sonrisa y el tono burlón de su voz. Entiendo que voy a perder, que por mucho que haga siempre voy a perder. La mano lentamente se dirige hacia el montón de cartas. Contemplo embobado como, delicadamente, coge la carta y la posa encima de la mesa boca arriba. Otro as. Con esta última carta, mis temores se confirman, he vuelto a perder y, además, también he perdido el corazón. Me hundo en mi silla, completamente desolado, he perdido dos veces en una tarde. Me mira a los ojos, no sonríe y parece que le afecta mi estado. No dice nada, de pronto, parece que su mano se alarga para acariciarme el brazo, pero a medio camino, se detiene, parece pensarlo mejor y la retira.
“Lo siento, cielo, tengo que irme, me esperan.” Se levanta y se va. Me quedo nuevamente solo en mi silla. A mí alrededor, aún quedan restos de su perfume.
“Olvídate de ella, si no siempre perderás.” Levanto los ojos hacia esa voz. Destino está sentado enfrente de mí, barajando las cartas. ¿Otra partida?