¿Un sueño? III
“Ayer por la tarde me llamaste para ir hasta el cine. Te apetecía salir pero no encontraste a nadie, así que recurriste a mí. Te comenté que tenía cosas que hacer y quedamos en vernos a las diez delante de mi casa.
Dieron las diez y como un clavo, te presentaste. Nos dimos los dos besos de cortesía y nos encaminamos hacia el cine. Por el camino discutimos que película íbamos a ver, teníamos cuatro para elegir. A pesar de que no te gustan accediste a ver una de miedo, por que yo tenia muchísimas ganas de verla.
Compramos palomitas y un par de botellas de agua y nos encaminamos a la sala de tortura, como tú la llamaste. No había mucha gente, ya que aunque el cine tiene cuatro salas, no es uno de los grandes, por lo que mucha gente ya había visto la película en esos cines de moda de los grandes centros comerciales..
Era una película de terror psicológico, yo lo pase realmente mal en algunos momentos pero tu, tu estabas cada vez más encogido en tu butaca, parecía que te engullía a medida que pasaban los minutos. Al verte así, me diste un poquito de pena, así que te cogí de la mano. Al principio, te mostraste un poco distante y reacio al contacto, pero poco a poco te fuiste relajando, por lo menos no sudabas de miedo. Según se acercaba el final, empezaste a acariciarme la mano, muy despacio, apenas lo notaba, pero era una sensación muy agradable.
Cuando salimos de la sala de tortura, te propuse ir a tomar algo. Yo sabía que no te ibas a negar, que con tal de estar junto a mí que harías lo que fuera. Aceptaste sin pestañear y nos encaminamos a una cafetería cercana al cine.
Pedimos unas cervezas y nos sentamos a hablar sobre la película. Que si era bastante cruel, que si fallaba algún personaje, que si esto, que si lo otro... El reloj seguía corriendo y después de la quinta cerveza me invitaste a cenar, pero no a tu casa sino a una sidrería. Sinceramente esperaba que me lo dijeras, así que acepté sin dudar. Supongo que por pura felicidad me diste un beso en la mejilla, yo te lo devolví al rato de salir a la calle. Te cogió de sorpresa, no te lo esperabas. Nos cogimos del brazo y como una pareja nos dirigimos a la sidrería.
Fácilmente encontramos una mesa, estaba en un rincón, un poco alejada de las demás. Me susurraste un perfecto al oído y nos sentamos. Mientras esperábamos la cena y entre culete y culete de sidra, seguimos la conversación de la cafetería. Aunque rápidamente se nos acabó el tema de la película y lo sustituimos por el de los novios, novias.....
El alcohol nos desinhibió totalmente, aunque no habíamos tomado mucho. Quedé totalmente asombrada cuando entre muchísimos buff me dijiste que te gustaba, que te habías enamorado, que ya venia de hacia tiempo, que lo habías confundido con amistad pero que ya no te quedaban dudas. En aquel momento me sentí la mujer más feliz del mundo, supongo que es todo lo que una desea que le digan. Acabamos de cenar y me acompañaste a casa. Por el camino, te comente que me gustaban los gatos, me preguntaste que si quería conocer al tuyo y yo como una loca acepte sin pensármelo.
Al abrir la puerta de tu casa, el gato salió disparado escaleras arriba. Ambos nos miramos y nos reímos un buen rato. Cuando el gato decidió volver, pude acariciarlo y jugar con él mientras tu preparabas un poco de café. Entré de puntillas en la cocina, te vi de espaldas y sentí que no podía dejarte escapar, que en todos los tíos buscaba cosas que me recordaran a ti; así que sin dudarlo pasé al ataque. Rodeé tu cintura con mis brazos y comencé a besarte el cuello. En un primer momento te sorprendí pero luego poco a poco entraste en mi juego, te diste la vuelta y el abrazo fue mutuo. El beso fue inocente y corto, me comentaste que tenias muy poca experiencia con las chicas, no me importó. Seguimos abrazados besándonos, tengo que reconocer que aprendiste rápido porque poco a poco los besos fueron más lujuriosos, las manos no paraban y nos encaminamos a tu habitación... ” El resto te lo puedes imaginar.
- ¿Me estas tomando el pelo?
- Claro que no.
- No te enfades. Me cuesta hacerme a la idea de que he pasado la noche con la chica que me gusta.
- La noche, pero también podemos pasar más tiempo, si tu quieres.
No podía creer lo que me había contado, era imposible, ¿por qué no recordaba nada? Estábamos cogidos de la mano, una bonita imagen, un imbécil alelado y una bellísima chica. El sonido del móvil me sacó de mi mundillo y me devolvió a la realidad. Te levantaste de un salto de la silla, y sonreíste, no parabas de hablar y de reírte.
Cuando acabaste me dijiste que era un antiguo novio que quería volver a verte y a hablar contigo. Pero una sombra cruzó tu rostro, supongo que sería por mí.
Cogiste el teléfono y llamaste: Lo siento, no puedo quedar contigo, estoy con otra persona, adiós.
No podía creer lo que oía, ¿qué estabas con otro? Entonces si lo que me habáis contado era cierto, esa persona sería un ciervo.
Este último pensamiento lo hice en voz alta, tu te reíste, te acercaste a mí y me susurraste al oído: ¿ya has notado como te salen los cuernos?
Alucinante, ¿me estabas diciendo que estábamos juntos? No podía ser cierto, estaría soñando de nuevo, ¿una chica como tú? No, estarías de broma o querrías librarte de ese ex a toda costa.
No pude preguntarte ninguna de estas dudas que me asaltaban por que mi boca estaba sellada por la tuya. Parecía que se iba a repetir lo mismo de ayer, pero al acercarnos a la puerta... Mañana me llamas y quedamos, tengo que volver a casa, hasta mañana.
Por segunda vez en un mismo día, me quedaba en la puerta viendo como te alejabas escaleras abajo. Cerré muy despacio, deseando con todas mis fuerzas, que cambiaras de opinión, pero no fue así. Me asomé a la ventana y pude ver como te alejabas hacia la parada del bus, pude ver como montabas en él y volvías la vista hacia mí. Te saludé tan efusivamente que casi caigo por la ventana, pude distinguir una sonrisa en tu cara mientras me decías adiós con la mano.
Me dirigí a la cama lentamente, pensando que habías estado en ella hacía unas pocas horas, aún no lo había asimilado, ¿tu y yo juntos? ¿Caprichos de nuestro destino?
Decidí dejar las preguntas para mañana y echarme en la cama para descansar...
Suena el reloj, son las once de la mañana, es hora de levantarse y hacer un poco de ejercicio. Me pongo unos pantalones cortos y me dedico durante casi una hora a hacer series de abdominales, planchas, lumbares, pesas... . Después salgo a correr.
He pasado cerca de una hora corriendo, subo las escaleras hacia mi casa y cuando estoy intentando abrir la puerta, escucho sonar el teléfono. En unos instantes me percato de que es mi teléfono el que suena, como un rayo, tus ojos pasan por mi cabeza. ¿Serás tú? ¿O ya se acabó el sueño? Intento por todos los medios abrir la puerta, y ya se sabe, cuanto más rápido haces una cosa, más te cuesta. Tardo bastante en abrir la cerradura, ni en mis peores borracheras había tardado tanto.
Al entrar azoto las llaves sobre la mesa de la entrada, los playeros van directamente a la cocina y me abalanzo sobre el teléfono como un poseso; sin embargo hace unos segundos que ha dejado de sonar. ¡Mierda! Esta exclamación va seguida de una serie de juramentos contra todas las fuerzas celestiales.
Justo en el momento en que acabo de despacharme a gusto con los dioses, vuelve a sonar el teléfono; antes de contestar pido perdón por mi anterior comportamiento.
- ¿Diga?
- ¡Buenos días! ¿Qué tal has dormido?
- ¡Hola! Genial, nunca había dormido mejor... Bueno, si quitamos anteayer.
- ¡Je, je, je! Estas de buen humor, ¿eh? ¿Qué has estado haciendo? Te he llamado varias veces.
- Lo siento. Estuve corriendo, ya sabes un poco de ejercicio viene bien.
- ¿Ahora eres deportista?
- Siempre lo he sido... Bueno, más o menos.
- ¡Ja, ja! ¿Saldrás hoy?
- Hum... ¿Podré verte?
- En la terraza de siempre, salgo con mis amigas, espero que estés por allí.
- De acuerdo, supongo que iré con los colegas.
- Pues entonces nos vemos. Un besazo. Hasta la noche.
- Un beso. Hasta luego.
Sé que has colgado, lo sé porque la línea da llamada, aun sabiéndolo me mantengo pegado al auricular. Estoy asimilando la conversación que acabamos de tener. Estoy tan contento que no me doy cuenta de que había algo raro en tu voz. Una parte de mi cabeza me lo recuerda, pero no le presto mucha atención, ya que voy a volver a verla. Hemos vuelto a quedar. Esto es demasiado, ¿los sueños duran tanto? Supongo que será realidad, que estoy despierto y bien despierto; además estoy empapado de sudor.
Consigo reaccionar, marco un número y encargo una pizza para comer, no tengo ganas de cocinar nada y la comida preparada ya no me apetece.
Mientras llega mi comida, aprovecho para ducharme, recoger la habitación y poner la mesa.
¡Voy a verla esta noche, voy a verla esta noche! Parece una canción que se repite en mi cabeza, no consigo acallarla, es impresionante, vaya suerte, y eso que nunca desayuno donuts que sino...
Después de comer, me tiro en la cama y me pierdo en mis pensamientos, cuando un colega me llama al móvil. Oye tío, baja hasta la cafeta, anda, espabila.
Me pongo lo primero que encuentro en el armario y bajo hasta “nuestra” cafetería. En realidad no es nuestra, pero como si lo fuera. Al entrar los distingo en la mesa de siempre, están todos, hacía tiempo que no nos reuníamos todos, será por algo en especial. Según camino hacía ellos, me doy cuenta de por que están todos; supongo que querrán saber, lo yo había ignorado hasta ayer al mediodía: ¿qué pasó?
A medida que me acerco, las risas y los guiños están al orden del día, eso sí ninguno pronuncia palabra alguna, así que tras pedir una cerveza, empezamos a jugar al tute. Nadie habla, pero las risitas, los guiños, los golpecitos en mi hombro son constantes.
Al final, tras la quinta mano y porque ya no se pueden aguantar más, empieza el interrogatorio policial.
- ¿Qué?
- ¿Qué de qué?
- Cuenta, cuenta....
- Eso, eso, desembucha de una vez.
- Venga, no te hagas de rogar.
- No sé de que me estáis hablando.
- Vamos, tío, no nos vengas con esas, ¿cómo fue?
En este punto de la conversación, la novia de uno de ellos me saca del apuro.
- Pero bueno, luego decís que las cotillas somos nosotras.
- Si sólo queremos un poco de información, eso sí, cuanto más detallada, mejor.
- De acuerdo, ¿queréis saber lo que pasó?
- ¡¡¡Sííííííí!!!
- Vale, estuvimos en el cine y fuimos a cenar algo. Punto y final de la historia.
- ¿Quééééé? Claro ¿y después?
- Después, nada. Cada uno por su lado.
Se miran asombrados, ninguno sabe como intentar sacar más información, así que se rinden y continuamos la partida. La conversación deriva a los planes para esta noche. Quedamos, como siempre, en la misma terraza a la que irás. Me regocijo por dentro, porque no tengo que obligarlos a ir y, sobretodo, porque no ha sido idea mía, el encuentro parecerá casual.
Nos despedimos, para cenar y prepararnos. Al marchar, la novia de un colega se me acerca y al darme los dos besos me susurra al oído: ¿Sólo cine y cena? ¿Y la otra C? A mí no me engañas. Y me dedica la mejor de sus sonrisas, seguida de un guiño.
Por fin, nos separamos y se acaba el tormento, camino tranquilamente hacia casa, aún tengo media pizza del mediodía y nunca he necesitado mucho tiempo para vestirme, por lo tanto, no tengo prisa por volver a casa.
Mis pasos me llevan al parque, doy un paseo por él y regreso a casa, porque se me hace un pelín tarde.
Más que comer, devoro la pizza; apenas acabo de lavarme los dientes y ponerme cuatro trapitos, cuando oigo el timbre. Los colegas, ¿quién sino? Tras darles largas por el micro, acabo de vestirme, cojo algo de dinero y me lanzo escaleras abajo, dispuesto a comerme la noche y lo que haga falta... .
[Buff.. aún queda, tengan paciencia ;)]
Dieron las diez y como un clavo, te presentaste. Nos dimos los dos besos de cortesía y nos encaminamos hacia el cine. Por el camino discutimos que película íbamos a ver, teníamos cuatro para elegir. A pesar de que no te gustan accediste a ver una de miedo, por que yo tenia muchísimas ganas de verla.
Compramos palomitas y un par de botellas de agua y nos encaminamos a la sala de tortura, como tú la llamaste. No había mucha gente, ya que aunque el cine tiene cuatro salas, no es uno de los grandes, por lo que mucha gente ya había visto la película en esos cines de moda de los grandes centros comerciales..
Era una película de terror psicológico, yo lo pase realmente mal en algunos momentos pero tu, tu estabas cada vez más encogido en tu butaca, parecía que te engullía a medida que pasaban los minutos. Al verte así, me diste un poquito de pena, así que te cogí de la mano. Al principio, te mostraste un poco distante y reacio al contacto, pero poco a poco te fuiste relajando, por lo menos no sudabas de miedo. Según se acercaba el final, empezaste a acariciarme la mano, muy despacio, apenas lo notaba, pero era una sensación muy agradable.
Cuando salimos de la sala de tortura, te propuse ir a tomar algo. Yo sabía que no te ibas a negar, que con tal de estar junto a mí que harías lo que fuera. Aceptaste sin pestañear y nos encaminamos a una cafetería cercana al cine.
Pedimos unas cervezas y nos sentamos a hablar sobre la película. Que si era bastante cruel, que si fallaba algún personaje, que si esto, que si lo otro... El reloj seguía corriendo y después de la quinta cerveza me invitaste a cenar, pero no a tu casa sino a una sidrería. Sinceramente esperaba que me lo dijeras, así que acepté sin dudar. Supongo que por pura felicidad me diste un beso en la mejilla, yo te lo devolví al rato de salir a la calle. Te cogió de sorpresa, no te lo esperabas. Nos cogimos del brazo y como una pareja nos dirigimos a la sidrería.
Fácilmente encontramos una mesa, estaba en un rincón, un poco alejada de las demás. Me susurraste un perfecto al oído y nos sentamos. Mientras esperábamos la cena y entre culete y culete de sidra, seguimos la conversación de la cafetería. Aunque rápidamente se nos acabó el tema de la película y lo sustituimos por el de los novios, novias.....
El alcohol nos desinhibió totalmente, aunque no habíamos tomado mucho. Quedé totalmente asombrada cuando entre muchísimos buff me dijiste que te gustaba, que te habías enamorado, que ya venia de hacia tiempo, que lo habías confundido con amistad pero que ya no te quedaban dudas. En aquel momento me sentí la mujer más feliz del mundo, supongo que es todo lo que una desea que le digan. Acabamos de cenar y me acompañaste a casa. Por el camino, te comente que me gustaban los gatos, me preguntaste que si quería conocer al tuyo y yo como una loca acepte sin pensármelo.
Al abrir la puerta de tu casa, el gato salió disparado escaleras arriba. Ambos nos miramos y nos reímos un buen rato. Cuando el gato decidió volver, pude acariciarlo y jugar con él mientras tu preparabas un poco de café. Entré de puntillas en la cocina, te vi de espaldas y sentí que no podía dejarte escapar, que en todos los tíos buscaba cosas que me recordaran a ti; así que sin dudarlo pasé al ataque. Rodeé tu cintura con mis brazos y comencé a besarte el cuello. En un primer momento te sorprendí pero luego poco a poco entraste en mi juego, te diste la vuelta y el abrazo fue mutuo. El beso fue inocente y corto, me comentaste que tenias muy poca experiencia con las chicas, no me importó. Seguimos abrazados besándonos, tengo que reconocer que aprendiste rápido porque poco a poco los besos fueron más lujuriosos, las manos no paraban y nos encaminamos a tu habitación... ” El resto te lo puedes imaginar.
- ¿Me estas tomando el pelo?
- Claro que no.
- No te enfades. Me cuesta hacerme a la idea de que he pasado la noche con la chica que me gusta.
- La noche, pero también podemos pasar más tiempo, si tu quieres.
No podía creer lo que me había contado, era imposible, ¿por qué no recordaba nada? Estábamos cogidos de la mano, una bonita imagen, un imbécil alelado y una bellísima chica. El sonido del móvil me sacó de mi mundillo y me devolvió a la realidad. Te levantaste de un salto de la silla, y sonreíste, no parabas de hablar y de reírte.
Cuando acabaste me dijiste que era un antiguo novio que quería volver a verte y a hablar contigo. Pero una sombra cruzó tu rostro, supongo que sería por mí.
Cogiste el teléfono y llamaste: Lo siento, no puedo quedar contigo, estoy con otra persona, adiós.
No podía creer lo que oía, ¿qué estabas con otro? Entonces si lo que me habáis contado era cierto, esa persona sería un ciervo.
Este último pensamiento lo hice en voz alta, tu te reíste, te acercaste a mí y me susurraste al oído: ¿ya has notado como te salen los cuernos?
Alucinante, ¿me estabas diciendo que estábamos juntos? No podía ser cierto, estaría soñando de nuevo, ¿una chica como tú? No, estarías de broma o querrías librarte de ese ex a toda costa.
No pude preguntarte ninguna de estas dudas que me asaltaban por que mi boca estaba sellada por la tuya. Parecía que se iba a repetir lo mismo de ayer, pero al acercarnos a la puerta... Mañana me llamas y quedamos, tengo que volver a casa, hasta mañana.
Por segunda vez en un mismo día, me quedaba en la puerta viendo como te alejabas escaleras abajo. Cerré muy despacio, deseando con todas mis fuerzas, que cambiaras de opinión, pero no fue así. Me asomé a la ventana y pude ver como te alejabas hacia la parada del bus, pude ver como montabas en él y volvías la vista hacia mí. Te saludé tan efusivamente que casi caigo por la ventana, pude distinguir una sonrisa en tu cara mientras me decías adiós con la mano.
Me dirigí a la cama lentamente, pensando que habías estado en ella hacía unas pocas horas, aún no lo había asimilado, ¿tu y yo juntos? ¿Caprichos de nuestro destino?
Decidí dejar las preguntas para mañana y echarme en la cama para descansar...
Suena el reloj, son las once de la mañana, es hora de levantarse y hacer un poco de ejercicio. Me pongo unos pantalones cortos y me dedico durante casi una hora a hacer series de abdominales, planchas, lumbares, pesas... . Después salgo a correr.
He pasado cerca de una hora corriendo, subo las escaleras hacia mi casa y cuando estoy intentando abrir la puerta, escucho sonar el teléfono. En unos instantes me percato de que es mi teléfono el que suena, como un rayo, tus ojos pasan por mi cabeza. ¿Serás tú? ¿O ya se acabó el sueño? Intento por todos los medios abrir la puerta, y ya se sabe, cuanto más rápido haces una cosa, más te cuesta. Tardo bastante en abrir la cerradura, ni en mis peores borracheras había tardado tanto.
Al entrar azoto las llaves sobre la mesa de la entrada, los playeros van directamente a la cocina y me abalanzo sobre el teléfono como un poseso; sin embargo hace unos segundos que ha dejado de sonar. ¡Mierda! Esta exclamación va seguida de una serie de juramentos contra todas las fuerzas celestiales.
Justo en el momento en que acabo de despacharme a gusto con los dioses, vuelve a sonar el teléfono; antes de contestar pido perdón por mi anterior comportamiento.
- ¿Diga?
- ¡Buenos días! ¿Qué tal has dormido?
- ¡Hola! Genial, nunca había dormido mejor... Bueno, si quitamos anteayer.
- ¡Je, je, je! Estas de buen humor, ¿eh? ¿Qué has estado haciendo? Te he llamado varias veces.
- Lo siento. Estuve corriendo, ya sabes un poco de ejercicio viene bien.
- ¿Ahora eres deportista?
- Siempre lo he sido... Bueno, más o menos.
- ¡Ja, ja! ¿Saldrás hoy?
- Hum... ¿Podré verte?
- En la terraza de siempre, salgo con mis amigas, espero que estés por allí.
- De acuerdo, supongo que iré con los colegas.
- Pues entonces nos vemos. Un besazo. Hasta la noche.
- Un beso. Hasta luego.
Sé que has colgado, lo sé porque la línea da llamada, aun sabiéndolo me mantengo pegado al auricular. Estoy asimilando la conversación que acabamos de tener. Estoy tan contento que no me doy cuenta de que había algo raro en tu voz. Una parte de mi cabeza me lo recuerda, pero no le presto mucha atención, ya que voy a volver a verla. Hemos vuelto a quedar. Esto es demasiado, ¿los sueños duran tanto? Supongo que será realidad, que estoy despierto y bien despierto; además estoy empapado de sudor.
Consigo reaccionar, marco un número y encargo una pizza para comer, no tengo ganas de cocinar nada y la comida preparada ya no me apetece.
Mientras llega mi comida, aprovecho para ducharme, recoger la habitación y poner la mesa.
¡Voy a verla esta noche, voy a verla esta noche! Parece una canción que se repite en mi cabeza, no consigo acallarla, es impresionante, vaya suerte, y eso que nunca desayuno donuts que sino...
Después de comer, me tiro en la cama y me pierdo en mis pensamientos, cuando un colega me llama al móvil. Oye tío, baja hasta la cafeta, anda, espabila.
Me pongo lo primero que encuentro en el armario y bajo hasta “nuestra” cafetería. En realidad no es nuestra, pero como si lo fuera. Al entrar los distingo en la mesa de siempre, están todos, hacía tiempo que no nos reuníamos todos, será por algo en especial. Según camino hacía ellos, me doy cuenta de por que están todos; supongo que querrán saber, lo yo había ignorado hasta ayer al mediodía: ¿qué pasó?
A medida que me acerco, las risas y los guiños están al orden del día, eso sí ninguno pronuncia palabra alguna, así que tras pedir una cerveza, empezamos a jugar al tute. Nadie habla, pero las risitas, los guiños, los golpecitos en mi hombro son constantes.
Al final, tras la quinta mano y porque ya no se pueden aguantar más, empieza el interrogatorio policial.
- ¿Qué?
- ¿Qué de qué?
- Cuenta, cuenta....
- Eso, eso, desembucha de una vez.
- Venga, no te hagas de rogar.
- No sé de que me estáis hablando.
- Vamos, tío, no nos vengas con esas, ¿cómo fue?
En este punto de la conversación, la novia de uno de ellos me saca del apuro.
- Pero bueno, luego decís que las cotillas somos nosotras.
- Si sólo queremos un poco de información, eso sí, cuanto más detallada, mejor.
- De acuerdo, ¿queréis saber lo que pasó?
- ¡¡¡Sííííííí!!!
- Vale, estuvimos en el cine y fuimos a cenar algo. Punto y final de la historia.
- ¿Quééééé? Claro ¿y después?
- Después, nada. Cada uno por su lado.
Se miran asombrados, ninguno sabe como intentar sacar más información, así que se rinden y continuamos la partida. La conversación deriva a los planes para esta noche. Quedamos, como siempre, en la misma terraza a la que irás. Me regocijo por dentro, porque no tengo que obligarlos a ir y, sobretodo, porque no ha sido idea mía, el encuentro parecerá casual.
Nos despedimos, para cenar y prepararnos. Al marchar, la novia de un colega se me acerca y al darme los dos besos me susurra al oído: ¿Sólo cine y cena? ¿Y la otra C? A mí no me engañas. Y me dedica la mejor de sus sonrisas, seguida de un guiño.
Por fin, nos separamos y se acaba el tormento, camino tranquilamente hacia casa, aún tengo media pizza del mediodía y nunca he necesitado mucho tiempo para vestirme, por lo tanto, no tengo prisa por volver a casa.
Mis pasos me llevan al parque, doy un paseo por él y regreso a casa, porque se me hace un pelín tarde.
Más que comer, devoro la pizza; apenas acabo de lavarme los dientes y ponerme cuatro trapitos, cuando oigo el timbre. Los colegas, ¿quién sino? Tras darles largas por el micro, acabo de vestirme, cojo algo de dinero y me lanzo escaleras abajo, dispuesto a comerme la noche y lo que haga falta... .
[Buff.. aún queda, tengan paciencia ;)]
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