AHÍ QUEDA ESO....

Una islita de las cosas que nunca se dirán...

Nombre:
Lugar: Asturias, Spain

lunes, marzo 14, 2005

¿Un sueño? IV

Lo peor es la espera; estamos sentados cerca de la calle, desde mi posición la controlo enterita. Mientras doy cuenta de mi cerveza, rezo a todos los santos que conozco para que aparezcas pronto. Después de unas cuantas cervezas, nos ponemos a jugar al futbolín, es algo que siempre hacemos. Sinceramente, no soy muy bueno, así que enseguida encuentro excusas para acercarme a la mesa y echar una ojeadita a la calle. Las novias de algunos colegas me dicen, entre las risitas típicas de las cotillas: "Tranquilo, en cuanto llegue, te avisamos". No te preocupes. ¿Qué no me preocupe? Pienso, mientras me vuelvo hacia el futbolín, ¿qué no me preocupe?

Llevamos tiempo jugando y aún no sé nada de ti, pero, por primera vez, en un par de días, no me atormentan tus ojos porque vamos ganando, llevamos unas cuantas partidas sin perder. Cuando finalmente nos echan, vuelvo contento hacia la mesa, habíamos hecho buenas partidas y nos habíamos divertido. Sin embargo, al llegar a la mesa, toda mi alegría se convierte en asombro. Estas ahí, sentada en mi silla, sobre tus piernas está mi jersey. En cuanto lo veo, juro a dios que nunca más lo volveré a lavar. Estas ahí, repito para mí, sentada en mi propia silla, hablando con tus amigas y con las mías. Cuando percibes nuestra llegada, te levantas y nos recibes a todos con una gran sonrisa y un par de besos. Ahora que estás de pie, puedo contemplarte: llevas una minifalda roja, parece vaquera con el borde como deshilachado y una camiseta de flores, tipo hawaiano. Estás preciosa, encantadora, sexy, resplandeciente... No se me ocurre nada que decirte, salvo un débil “perdona” cuando, al ir a por mi cerveza, te rozo el brazo. El contacto me hace temblar y derramo unas gotas sobre tus piernas. Por suerte, las gotas de cerveza son recibidas por mi jersey y tu no le das importancia a mi torpeza.
La noche pasa lentamente, la conversación general va muriendo poco a poco y es sustituida por pequeñas conversaciones, medio privadas, medio colectivas.
No sé si lo has hecho a propósito o ha sido cosa del azar, pero nos encontramos hablando solos, sin que nadie meta las narices en la pequeña burbuja en la que nos hemos metido.
Apenas soy capaz de articular palabra, solamente asiento con la cabeza, como un niño pequeño, tú llevas el peso de la conversación y por la forma en que me miras y todo lo que dudas me parece que no me va a gustar esta conversación.
Me dices que lo que ha pasado entre nosotros ha sido algo importante, aunque recalcas que no estas segura de que vaya a salir bien.
No me hace ninguna gracia el rumbo que está tomando la conversación, y una nueva pregunta sustituye a las que tenía hace dos días, ¿por qué me has hecho algo así? Esta pregunta nunca saldrá de mis labios, aunque me quema como un hierro candente.
Continuas con tu charla, que me quieres, que soy muy importante para ti, pero... .
Detrás de un pero nunca viene nada bueno. Me preparo para oír lo peor, no sé como encajaré el golpe, así todos los músculos del cuerpo se me tensan en la silla.
Pero, sólo te quiero como a un buen amigo, eso sí, más especial que ninguno, pero solo un amigo.
Herido de muerte, la frase, ahora convertida en flecha, atraviesa mis costillas sin problema y se aloja en el corazón.
-¿Y lo del otro día? ¿Lo qué me contaste? ¿Los besos, las miradas?
-No lo sé, supongo que quería compensarte por todo lo que has hecho por mí. Siempre que te he necesitado has estado ahí.
-Pues vaya favor, me has subido al cielo y ahora de repente me quitas las nubes. La caída es brutal..
Sin darme cuenta, he levantado la voz y nuestra conversación, que en un principio era privada, ahora es de dominio nacional. Todos los ojos están pendientes en nosotros. Opto por la mejor opción, me levanto y me dirijo a la calle. Murmuro un simple “cambio de local”. No sé como lo has conseguido pero sólo tu me sigues calle abajo.
Me coges del brazo y murmuras un “lo siento”. Me acabo de dar cuenta de que eres lo mejor de mi vida y odio que estés triste así que te advierto que no hay nada que sentir, que lo pasado, pasado está y aprovecho para añadir que fue el mejor día de mi vida, aunque no recuerda casi nada de lo que había pasado.
Cogidos del brazo, entramos en otro bar, me obligas a bailar contigo, sabes de sobra que no soy un buen bailarín pero aún así, insistes tanto que acabamos bailando canción tras canción.
En un momento en el que te despistas me escabullo hábilmente y me dirijo, entre codazos, empujones, pisotones y perdones, hacia la barra.
Cuando regreso a tu lado, ya me has sustituido por otro, seguro que él te ha atacado, cualquiera no lo haría. Bailas con él, te ríes de sus bromas y yo, mientras tanto me apoyo en la pared para mirarte. No puedo creer que durante uno o dos días hayas sido mía. La verdad no lo esperaba, pero tampoco esperaba lo que me has dicho, hace apenas unas horas; era algo de esperar pero, sencillamente, creo que me había hecho demasiadas ilusiones.
Sigo sumergido en mis pensamientos y en mi copa, cuando alguien se coge de mi brazo, abro los ojos y te veo frente a mí, con cara de pocos amigos, pero, por suerte, tu mirada de furia no va dirigida contra mí, sino que va contra ese individuo con el que bailabas hace un momento. Apenas entiendo lo que mascullas entre dientes, mientras me arrastras fuera del bar. Yo te dejo hacer, nunca osaría contrariarte y menos ahora, ya que podría ganarme algo más que una mirada iracunda.
Ya fuera del local, continuas tu camino y yo, por supuesto, continuo siendo arrastrado por ti. Te pido por favor que paremos, porque si seguimos caminando nunca podré terminar mi copa. Tras otros cuatro pasos, te detienes, te lo agradezco en el alma. Me contestas secantemente que deje de beber. Yo a mí vez y tras un largo trago te comento que estoy intentando ahogar las penas.
-¿Penas?
-¿Por qué me has medio obligado a salir del bar?
-Porque ese mamón quería meterme mano, de hecho lo hizo en dos ocasiones.
-¿Quieres que le parta la cara?
Me miras asombrada, arqueas las cejas y definitivamente concluyes que estoy como una cabra. Ante tu conclusión, alego en mi defensa que no estoy como una cabra sino que estoy completamente borracho.
-Que es distinto.
-Ya lo veo, ya lo veo. ¿No podrías controlarte un poco más?
-La situación lo requiere.
-¿Qué situación?
-Acabamos de romper, es normal que esté anímicamente hundido.
-¿Romper? No había ningún compromiso entre nosotros.
-Para ti, no. Pero yo ya me había hecho ilusiones.
Si antes estabas asombrada, ahora parece que vas a perder tus bonitos ojos. No sabes que decir ni que hacer, así que me vuelves a coger del brazo y me arrastras con mis colegas y tus amigas.

Estoy totalmente anestesiado, no sé con quien, ni de que estoy hablando. Lo único que sé es que estoy rumiando mi mala suerte en mi cabeza. Si ayer me desperté contento, hoy me encuentro realmente hundido. No sé porque has cambiado tan repentinamente de idea, pero me propongo averiguarlo. Me dirijo hacia donde estás, mis colegas tratan de disuadirme pero no lo consiguen.
Me detengo como si alguien me golpeara en el pecho, ahí estás, pero no estás sola y los brazos que te abrazan y los labios que besas, desgraciadamente no son los míos, son los de otra persona.
No sé si ha sido el grito que he pegado o ha sido instinto pero vuelves la cabeza y tus ojos se clavan en los míos. Sé lo que buscan, por primera vez en toda la noche, sé lo que pasa, quieres mi aprobación. Acabo de recordar tus palabras “un amigo especial”, no me queda otra solución, me acerco a despedirme, me voy para casa, estoy cansado de dar vueltas. Tras darte los dos besos me abrazas fuertemente y me susurras al oído:
-¿No vas a reprocharme nada?
-Ni hablar, pásalo bien y a ver sí te dura más tiempo.

Me encamino hacía casa, pero algo ocurre en el camino, una farola aparece de la nada y no me queda otra opción que abrazarla. El golpe es de muerte, veo las estrellas, entre ellas están tus ojos y todos los planetas de la galaxia.

Poco a poco, las nubes de mi mente se van despejando, consigo ir abriendo los ojos, aunque la claridad me ciega. Muy despacio, consigo ordenar mis ideas, estoy... estoy... estoy en el suelo de mi habitación, justo al lado de mi cama. ¿Pero qué ha pasado? Si había caído cerca del parque, ¿quién me ha traído a casa? No lo sé, busco la ropa con la que salí y está extrañamente doblada en el armario. Cada vez es todo más extraño. Loco o poseído, no sé por cual de los dos sustantivos definirme, me encamino a casa de uno de mis colegas.
Me abre la puerta sonriente, sonrisa que se borra al ver mi cara de lunático.
-Tío, esto es muy grave, he despertado en casa.
-¿Y dónde querías despertar?
-Pero ayer cuando volvía, me pegué contra una farola del parque.
-¿Estás de broma? ¿Ya has vuelto a fumar porros? ¿No los habías dejado?
-Que porros ni que niño muerto, joder, esto es grave. ¿Me llevaste tú a casa?
-En primer lugar, ayer no salimos y en segundo lugar, ya podías haber llegado a rastras.
-Gracias por tu sinceridad. Así que ¿ayer no salimos?
-No, estuvimos tomando algo por aquí hasta la hora de cenar.
-Sí, eso lo sé y después quedamos para ir a la terraza a tomar algo.
-Lo siento, te equivocas. No salimos.
Le miro a los ojos, sé que no me miente, así que puede que la ruptura con ella, sólo sea fruto de mi imaginación, una jugarreta de mi lado pesimista.
-No sabes el peso que me has quitado de encima. Oye, por cierto, no me has preguntado por ella.
-¿Por ella? ¿Quién es ella?
-¿No te acuerdas lo que me preguntasteis por la tarde?
-No. Sé quién es ella, pero no recuerdo haber hablado nada sobre ella.
-Queríais saber como me había ido anteayer.
-¿Anteayer? Si estuvimos todos en la playa y luego salimos de noche a tomar algo.

¿Podía ser posible? He estado soñando todo este tiempo. Ahora sabía que estaba despierto porque el chichón de la cabeza me dolía mucho. Le pedí unas aspirinas y le conté todo lo que me había pasado.
Al acabar, me miró entre asombrado y compasivo. “¡Vaya imaginación! Hace dos días fuimos a la playa. Decidimos salir un poco de noche a la terraza. Todo lo que me has contado de la terraza es verdad, ella estaba allí e iba vestida como tú la has descrito. También, es verdad que estuvisteis hablando pero no sé de que y también, es cierto que ella estuvo con un chaval y que tu estabas completamente borracho. Dijiste que ibas para casa, pero en tu estado decidimos seguirte, era muy simpática tu forma de caminar hasta que te abrazaste a la farola. Caíste redondo, del golpe te habías dormido, así que te llevamos a casa. Supongo que el golpe y el sueño te han tenido en cama estos dos días y que hoy te has levantado porque te has caído de ella.”

Abandoné a mi colega. La conversación que habíamos mantenido, me había vuelto a desconcertar. O sea que ni había estado contigo, no habíamos roto, ni nada; todo fue un simple sueño. Bueno, simple no, pero sólo fue un sueño.
Camino sin rumbo fijo, cada vez más descentrado; mis pasos me llevan hasta delante de tu portal. Decido dar la vuelta, porque parezco un marinero sin brújula, de perdido que estoy en mis pensamientos. Apenas me vuelvo, cuando oigo tu voz:
-Espérame, que voy para el centro. ¿Qué tal? Hace un par de días que no sé nada de ti.
-Supongo que los pasé durmiendo debido a un golpe.
-¿Supones?
-Sinceramente, no me acuerdo de nada. Tan solo recuerdo un sueño extrañísimo que tuve.
-Me contaron que te abrazaste a una farola, ¿es cierto?
-Creo que sí. Además es la responsable del bonito chichón que tengo en la cabeza.
-¡Ja, ja, ja!
-¿Y tú qué? ¿Hacia dónde caminas?
-He quedado con un chico.
-¿Con el del otro día?
-¿Te acuerdas? Pensé que estabas demasiado borracho.
-Ya ves, algunas cosas aún las recuerdo.

Continuamos caminando y charlando, aunque íbamos a paso lento, me parecía qué íbamos corriendo porque enseguida llegamos al cruce donde te tenías que despedir. Nos abrazamos y nos dimos un par de besos, como de costumbre. Te deseé toda la suerte del mundo con ese chico, aunque, en el fondo deseaba que durarais lo menos posible. De todas formas, a este último pensamiento ni siquiera le hice caso, ya que recordé que éramos amigos; así que, mientras te alejabas, le pedí al cielo que por lo menos la relación no acabase mal.
Proseguí mi camino hacia casa. Seguía rumiando lo que había soñado. Llegué a la conclusión de que todo lo que había pasado en el sueño, era lo que me gustaría que pasase entre nosotros. Bueno, quitando la última parte, ya sabes, la ruptura y tu nuevo ligue. También, me di cuenta que los mejores días de mi vida había sido fruto de mi imaginación. Ya me dirás, si se lo cuento a un médico, me encierran en un psiquiátrico de esos para el resto de mi vida. Sólo de pensarlo me entra una desazón que no puedo controlar.
Acabo de ducharme y de cenar, estoy tirado en la cama sin hacer nada, simplemente pienso. No sé porque pero mis manos involuntariamente se dirigen hacía el sitio que habías ocupado en mi sueño, pero, desgraciadamente, sólo encuentran la sábana. Una fuerza extraña me obliga a levantarme y a sentarme frente al ordenador, aún no sé que hago aquí cuando, como por arte de magia, mis dedos se deslizan sobre el teclado. Empiezo a escribir como poseído todo lo que me ha pasado. A medida que lo escribo voy recordando cada una de las escenas. Más que escenas, te recuerdo a ti: tu postura, tu sonrisa, tu atuendo, el brillo de tus ojos... .
Si me preguntaras, ahora mismo por qué lo escribí; no sabría contestarte y creo que después de algún tiempo siga sin conocer la respuesta.
Este extraño sueño podía haber sido mi sueño, en el que tu y yo somos los protagonistas. Pero como el sueño se lo debo a mi imaginación, supongo que será el sueño de todo aquel o aquella que esté enamorado o enamorada.
Ya que, ¿Qué es lo que deseamos todas las personas que están enamoradas? La respuesta es fácil, las personas que aún no han conseguido a su amor, desearemos estar con él o ella, aunque, en muchos casos solamente pueda ser a través de un mágico sueño como éste.

1 Comments:

Blogger Alvaro Bode said...

¡Por fin! Ya está acabado.

El más largo y que ha gustado mucho a quien lo ha leído.

Un abrazo y que disfruten

20:57  

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