El espía
Todos los días acudía puntual a la cita, se escondía detrás de su árbol preferido, un antiguo roble octogenario, y esperaba a que ella llegara. Unas veces venía acompañada, otras sola, a veces llegaba corriendo, otras caminando... Pero siempre estaba preciosa a sus ojos, nunca encontraba ninguna falta que ponerle, siempre perfecta.
Detrás del roble, la esperaba, la veía llegar, la veía pasar y allí oculto aguardaba hasta que volvía de su paseo matutino. Llevaba así varios meses, al principio, se sentía un poco tonto, como una especie de espía sin vocación, pero poco a poco y por el mero hecho de poder contemplarla había perdido el miedo a ser descubierto. No sabía muy bien, en que momento había empezado a sentir ese deseo irrefrenable de verla y tampoco sabía lo que tardaría en pasársele; de lo único que estaba seguro era de que sólo con verla unos segundos tenía suficiente para calmar su mente.
El roble, tras el que se escondía, fue testigo mudo de las conversaciones imaginarias que mantenía con esa chica, fue testigo de los planes que hacía para poder hablar con ella; sonreía para sí, recordando que había sido testigo de muchas confidencias de enamorados y de espías como aquel en su larga existencia. Y se decidió, no sabía como ni porque, pero una mañana, de la que pasaba, salió de su escondite, salió a su paso y comenzó a hablar con ella...
Ahora todos los días acudía al roble que le sirviera de escondite y le contaba como le iba, lo feliz que era con la chica a la que quería; y el viejo roble lloraba por dentro, al contemplar por primera vez en sus largos años un final feliz.
Detrás del roble, la esperaba, la veía llegar, la veía pasar y allí oculto aguardaba hasta que volvía de su paseo matutino. Llevaba así varios meses, al principio, se sentía un poco tonto, como una especie de espía sin vocación, pero poco a poco y por el mero hecho de poder contemplarla había perdido el miedo a ser descubierto. No sabía muy bien, en que momento había empezado a sentir ese deseo irrefrenable de verla y tampoco sabía lo que tardaría en pasársele; de lo único que estaba seguro era de que sólo con verla unos segundos tenía suficiente para calmar su mente.
El roble, tras el que se escondía, fue testigo mudo de las conversaciones imaginarias que mantenía con esa chica, fue testigo de los planes que hacía para poder hablar con ella; sonreía para sí, recordando que había sido testigo de muchas confidencias de enamorados y de espías como aquel en su larga existencia. Y se decidió, no sabía como ni porque, pero una mañana, de la que pasaba, salió de su escondite, salió a su paso y comenzó a hablar con ella...
Ahora todos los días acudía al roble que le sirviera de escondite y le contaba como le iba, lo feliz que era con la chica a la que quería; y el viejo roble lloraba por dentro, al contemplar por primera vez en sus largos años un final feliz.
8 Comments:
Me encantan tus historias y tu forma de escribir, me encanta, no he dejado de leerte y me tienes enganchada.
Me gusta como escribes.
Cada dia mas(te he linkeado en mi blog)
MUACK
Gracias a mabas, wave y blanchepatra, un besito para cada una ;)
Bonita historia compi!!! Eres un crack escribiendo, aunque ya sabes que también lo eres como amigo, espero con impaciencia otra noche como la del sábado retando juntos a la noche y las estrellas una vez más.
Un abrazo!!!
R&L: Gracias por tu visita, siempre serás bienvenida :D
Helen: voy a ver si le saco alguna información y la comparto con vosotros jeje :D
Josy: gracias ;)
Cómo necesitaba hoy leer una historia con final feliz :)
Gracias...
El poeta enamorado del amor... me alegra pasarme por aquí Varo y descubrir que sigues tan despierto.
Saludos tú.
Isthar: gracias a ti por pasarte por aquí ;)
Bito: se hace lo que se puede :D
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